Por Ulises Pérez Mancilla
  

En los últimos años, no es fortuito que se piense que, al menos en Estados Unidos, es en la televisión y no en el cine (plagado de remakes, super héroes, secuelas, 3D y ¡adaptaciones cinematográficas de parques de diversiones!) donde se están gestando las grandes historias. Y parte de esto se debe a las producciones de HBO que al paso del tiempo se ha formado un prestigio que responde cabal a su slogan: “No es TV, es HBO”. Revolucionarias en forma y críticas en sus contenidos, de “The Wire” a “Mad Men” y de “Six feet under” a “Boardwalk Empire”, “The Sopranos”, “Sex and the city” o “True Blood”; series y películas reivindicaron a la televisión al grado de hacer voltear la mirada de cineastas como Martin Scorsese a la tele.
  

De hecho, la conquista del cine a la televisión es un fenómeno que se está expandiendo a Latinoamérica, no sólo con la concepción de series (en nuestro país, un formato aunque persistente, todavía en pañales), sino con la producción de películas para la televisión. Específicamente en México, a principios de año, IMCINE abrió ya una convocatoria para coproducir junto con Canal 22 películas realizadas exclusivamente para la televisión que involucren a gente de cine: directores, actores, fotógrafos, guionistas.
  

Este fin de semana el canal de televisión de paga estrenó en México dos películas: “Too big to fail” de Curtis Hanson y “Cinema Verité” de Shari Springer Berman y Roberto Pulcini. A continuación la reseña de ellas.
  

TOO BIG TO FAIL
  

Dirigida por Curtis Hanson (Los Ángeles al desnudo), se trata de un thriller financiero contado desde las entrañas del sistema económico estadounidense en los días más cruentos de la negociación del secretario de tesorería Henry “Hank” Paulson (William Hurt) con la iniciativa privada, bancos, Congreso y demás gente del poder a fin de evitar un desastre financiero que emularía los tiempos de la Gran Depresión, a unas semanas de las elecciones presidenciales que le dieran triunfo a Obama.
  

Basada en el libro de Andrew Ross Sorkin, la historia está sistemáticamente construida cual libro de contabilidad, con una precisión asfixiante. Puntual sobre el origen del problema y aunque la cámara escasas veces sale de las frías oficinas del mundo de los negocios, Hanson pone el dedo en la herida aderezando las estadísticas con una visión crítica humanitaria en medio de una angustia permanente y cruel de cómo se juega el poder económico pensando en todo, menos en los que menos tienen.
  

Lo más valioso de este telefilme es que no se necesita ilustrar las consecuencias fatídicas de las decisiones atroces de los líderes mundiales más allá de cómo se juega el dinero en la bolsa. “Too big to fail” tiene los mejores valores de la proximidad y se cuela no sólo como entretenimiento inteligente, sino como un documento social alrededor de un hecho doloroso sobre la imposibilidad de los gobiernos para sustentar el bienestar de los individuos, incapaces de costearse una vida dentro del sistema capitalista sin los beneficios del crédito y la inequidad que existe entre el flujo de efectivo otorgado a través del trabajo y las deudas adquiridas. Complementan el reparto Paul Giamatti, Billy Crudup, Cynthia Nixon, James Woods y Bill Pullman.
  

CINEMA VERITÉ
  

Ambientada en los años 70 y dirigida por la pareja nominada al Oscar por el guión de “American splendor” (Shari Springer Berman y Robert Pulcini), cuenta la historia de la familia Loud, que sirvió de experimento para el productor Craig Gilbert (James Gandolfini), quien en aquella época realizó el reality show “An American Family” llevando por primera vez las cámaras al interior de un hogar que una vez en confianza con la invasión a su privacidad, poco tenía que ver con el modelo perfecto de la familia feliz.
  

Protagonizada por Tim Robbins y Diane Lane (extraordinaria como Pat Loud, la madre que descubre que su hijo mayor es gay y le pide el divorcio a su marido en cadena nacional, atareada por la presión del productor, que la vendía al público como el estandarte de la mujer moderna hace 40 años), “Cinema Verité” es una interesante retrospectiva sobre un momento que definió no sólo las formas de hacer TV en años venideros, sino que puso a debate los límites de la ética creativa-profesional sobre el uso de la vida personal de los otros como entretenimiento masivo.
  

La película contrasta justamente con las formas de hacer televisión y en vez de hacer un juicio inquisitivo sobre cualquiera de los personajes expuestos, desarrolla escenarios en los que aun en el error y la podredumbre social, la vida de las personas se puede dignificar y resarcir dentro de un marco de principios y valores alternos tan poderosos como los convencionales. Sin la carga perturbadora de la pedofilia, “Cinema Verité” tiene mucha herencia del documental “Retratando a los Friedman” de Andrew Jarecki, al igual que de la visionaria “The Truman Show” de Peter Weir, que potenció la paradoja del productor televisivo erigido como dios todopoderoso capaz de crear a partir de vidas humanas.
  

Asimismo, más allá de su carga nostálgica por la época y del registro documental (los directores alternan su ficción con imágenes del programa original y los verdaderos Loud, sacrificados mediáticamente cuando resultaron enormes espejos de la verdadera cara social de la familia norteamericana), la película despierta también un genuino debate sobre el origen de la exposición pública en los medios, justo en un tiempo en que, debido a los alcances tecnológicos a la mano de todos y del potencial de las redes sociales y el internet, lo que conocimos como vida privada se ha transformado tanto para el que se expone ya sin la necesidad de un productor, como para el que siente la obsesiva necesidad de emitir una opinión respecto a todo lo que está expuesto (del fenómeno Justin Bieber a los videoblogs caseros y sus millones de visitas, por citar sólo a algunos exponentes del fenómeno).
  

Lo dicho: “No es TV, es HBO”.