Por Leticia Carrillo
Rodrigo Ortúzar, director de All inclusive, platicó con Correcamara.com sobre el próximo estreno del filme protagonizado por Jesús Ochoa, Ana Serradilla, Martha Higareda, Leonor Varela, y Jesús Zavala.
Asimismo habló sobre su visión acerca de la coproducción y la distribución de filmes latinoamericanos y los retos que enfrentan los cineastas de la región en estos terrenos.
CORRECAMARA: ¿Cómo se materializó este proyecto?
RO: La idea era hacer una película más universal. Para que esto fuera posible, era necesario hacer una historia transversal en todos los términos: el político, el económico, el social y también el familiar.
Anteriormente ya habíamos hecho una película que funcionó muy bien en España y Perú pero fue más chiquita (Mujeres infieles, 2004). En este caso, hicimos un proyecto más ambicioso, que funcionara bien en el país de origen pero que también fuera exportable. En Estados Unidos ya la tomó (la distribuidora) Lions Gate y en Latinoamérica, Universal Pictures.
CC: ¿Cuál fue tu propuesta para All inclusive?
RO: El hecho de que fuera en la Rivera Maya fue porque cuando estamos en crisis familiares o personales muchas veces nos vamos a un lugar paradisíaco pensando en que ese lugar va a arreglar nuestra propia tormenta.
Al principio los planos son muy abiertos pero conforme transcurre la película se van haciendo pequeños hasta acabar acercándose a los más interno de los personajes con la idea de que el espectador se encuentre con aquello que nos callamos y que son las cosas que más nos duelen, como dice al final el personaje de Martha Higareda (Camila).
Eso es un poco lo que propone la película: siendo sinceros, hablando, atreviéndose a decir las cosas, se puede llegar a una convivencia bastante armónica y sobre todo comprender al otro.
Yo le llamo una película de gran público, con contenido, que lo toca y lo emociona. Eso es lo que más me interesa: llegar a esa fibra que es independiente del idioma y eso es lo que he visto en los festivales a los que ha ido All inclusive.
CC: ¿Por qué los personajes de Edgar Vivar y Mónica Cruz tienen una participación tan pequeña en la película?
RO: El papel de Edgar Vivar es corto pero actúa como pivote, lo que dice es muy significativo. En el caso de Mónica, lamentablemente tuve que sacar unas escenas porque no me calzaban por el huracán que se me venía encima. Las dos son participaciones especiales y funcionan dentro de esa estructura.
Ellos, como los personaje de Maya Zapata y Jaime Camil, son una especie ángeles dentro de la película y tienen que ver con el azar. Al igual que esa familia que tuvo la suerte de que por ellos pasara un huracán, hay personas que pasan por tu vida de manera fugaz pero provocan un cambio radical en ti.
CC: ¿Cuál es la diferencia entre hacer películas en México y en Chile?
RO: Aquí hay muchas oportunidades, hay un público muy interesante, una cantidad grande de espectadores para llevarlos a las salas de cine. En Chile somos muy pocos y no hay esa posibilidad todo el tiempo.
Espero que el gobierno mexicano no elimine el EFICINE, que es un gran estímulo para el desarrollo del cine, que es el espejo de los pueblos, lo que sale de aquí es lo que muestra cómo somos, es nuestra gran ventana al mundo.
Por otra parte, creo que los directores y productores sabemos perfectamente como hacer una película. En México se están haciendo muy buenas películas, el problema viene después, en la distribución, ahí estamos aprendiendo.
Por ejemplo, All inclusive para mí es un Master en distribución, he entendido muchas cosas, qué es lo que hay que tener claro para tener una buena distribución.
CC: ¿Cómo qué cosas?
RO: Que antes de proponerse un proyecto cinematográfico hay que tener claro un objetivo, preguntarse: ¿a dónde se quiere llegar con determinada película? y una vez definido esto no perderse en el camino.
Ese es talón de Aquiles, como hacer películas tiene que ver mucho con los egos, frecuentemente a mitad de camino se cambia el rumbo, éste es definitivo para poder llegar a un destino, cuando lo cambias generas distorsión. Hay que saber que una película de autor no va a tener mucho público y una comercial cuyo objetivo sea meter a mucha gente al cine, no va a obtener premios en los festivales.
Por ejemplo, Rudo y Cursi no creo que gane muchos premios, el objetivo ahí era claro: “mucha gente al cine”, pero sigue siendo una buena película, está muy bien pensada. Cuando tú tienes claro eso puedes llegar con un distribuidor y poner algunas condiciones.
También tienes que comunicar con los materiales publicitarios el espíritu de la película porque si al público le muestras una cosa y al final ve otra, se siente engañado.
CC: Siguiendo con la distribución y exhibición ¿cuál crees que sería la solución para hacer más accesibles las películas iberoamericanas al público de los diferentes países que conforman la región?
RO: Cuando uno entra en un sistema como el de la industria cinematográfica hay canales, hay que dividir los canales: hay películas que se financian con la cantidad de gente que entra al cine; hay otro canal de cine de autor donde lo que importa es la temática, la propuesta. Creo que para que se vea el cine latinoamericano en Latinoamérica debe haber una red, una estructura a nivel gubernamental para promover las películas de sus respectivos países.
Las películas deben tener una especie de subvención para permanecer en las grandes cadenas comerciales o bien, debería haber salas especializadas para ver ese tipo de cine.
CC: Y en el terreno de la producción ¿cómo lograr sinergias como la de All inclusive?
RO: Lo que pasa es que la nuestra fue una coproducción fue muy sui generis, todo el dinero viene de Chile y aquí se generó todo lo demás. Pero repito, se tienen que hacer películas más universales, sin que eso signifique el abandonar las temáticas que nos interesan y también debe haber una mezcla de talentos y acentos para que la cinta funcione en diferentes mercados.