Por Antonio Camarillo

El Fondo de Inversión y Estímulos al Cine (FIDECINE) se ha convertido en un instrumento fundamental para comprender el auge de la producción del cine en México de los últimos años; basta saber que desde su puesta en marcha en 2002 ha apoyado ya más de 100 películas. No sólo eso, ahora Ugalde convoca a enfocar los esfuerzos de la comunidad cinematográfica en la construcción de nuevas salas de exhibición para el cine mexicano.


En una colaboración especial, Antonio Camarillo conversó con el escritor y cineasta Víctor Ugalde, secretario técnico de FIDECINE, quien revela aspectos sobre los logros y desafíos que ha supuesto su gestión para levantar la cinematografía nacional, al menos cuantitativamente, luego de una de sus más graves crisis, al inicio de la década, cuando apenas se realizaron una decena de largometrajes.


Antonio Camarillo: Platícame cómo surge el FIDECINE y cuál es su objetivo. 


Víctor Ugalde: El FIDECINE surgió a raíz de la Ley Federal de Cinematografía de 1998. El Fondo de Inversión y Estímulos al Cine fue diseñado por la comunidad cinematográfica y aprobado por la Cámara de Diputados. Entonces empezó a trabajar las reglas de operación, en septiembre de 2001, e inició labores en marzo de 2002.




El objetivo era democratizar la administración de los fideicomisos, porque anteriormente estos se habían convertido en organizaciones de dinero público que terminaba ayudando a unos cuantos.


AC: ¿De qué manera los apoyos están contribuyendo al crecimiento de la industria cinematográfica en México? 


VU: Pues nada más parte de los referentes: en el sexenio de Ernesto Zedillo se filmaban dieciséis películas de largometraje al año; gracias a la existencia del FIDECINE, la refacción que se le dio al FOPROCINE y la creación del estímulo del crédito fiscal del Artículo 226 de la Ley del Impuesto sobre la Renta, en el sexenio de [Vicente] Fox se apoyó aproximadamente a doscientas diecisiete películas. Ahora, en los últimos dos años tenemos un promedio de ciento cuarenta cintas en conjunto; si partimos de que eran noventayseis de 1994 al 2000, tú dime si no se ven los efectos.


AC: ¿Qué frutos ha dado el estímulo del 226? 


VU: El primer año nada más pudimos aprobar treinta películas y utilizar 220 millones de pesos. En el segundo año logramos impulsar 73 filmes y ocupar 477 millones de los quinientos asignados. En cuanto al número de contribuyentes que ejercieron el estímulo, en 2006 hubo 47 y en 2007 los contribuyentes sumaron 101.


AC: Pensando a futuro, ¿el FIDECINE y el FOPROCINE podrían construir salas de exhibición? 


VU: Con el dinero de la producción no. Se podría con nuevos fondos. Porque el esfuerzo es mayúsculo: construir una sala barata cuesta de tres a cinco millones de pesos. Para hacer las 400 salas que necesitamos, estamos hablando de 800 millones. Entonces, si utilizáramos los 500 millones que están etiquetados para la producción, ésta se desplomaría y estaríamos haciendo salas para programar películas extranjeras. 


La producción y la exhibición son caminos paralelos. Ahorita tenemos la producción, mantengámosla en alto y empecemos con un plan de inversión para construir salas que sería muy rentable, habría mucha gente de la iniciativa privada que le entraría. Yo creo que debería ser un programa de alto impacto, planeando el futuro del audiovisual mexicano con beneficio para toda la sociedad, integrando al 80% de la población que está marginada de las salas cinematográficas.


AC: Y hablando de la competencia desleal de parte del cine hollywoodense frente al mexicano… 


VU: Está la Ley de Competencia Económica, que nosotros deberíamos utilizar, alguien debería de presentar ya una demanda por prácticas contra el libre comercio, por presencia dominante. Hay muchos causales para demandar. También deberíamos iniciar una demanda contra el Tratado de Libre Comercio.


AC: ¿Alguna otra medida? 


VU: Sí, hay que ajustar el acuerdo industrial que tenemos firmado, pero que no está rindiendo grandes resultados; la Asociación Mexicana de Exhibidores y todos los productores firmaron unas condiciones y resultó que no ha tenido la repercusión que nosotros pensamos.


AC: ¿Es una quimera, la cuestión de una industria del cine mexicano? 


VU: No creo que sea algo imposible porque México tiene todo, lo único que se había muerto era la producción. Pero el país tiene el sector de la transformación, que son los laboratorios; tenemos el sector servicios, productores, exhibidores, distribuidores y mercado, que es lo más importante de todo. Nosotros contamos con un mercado potencial de 105 millones de espectadores, de mexicanos que pueden consumir. En los años cohenta, nosotros vendíamos casi 480 millones de boletos, ahorita estamos vendiendo 175 millones, nada, comparado con la potencialidad de nuestro mercado. Todavía tenemos mucho para adelante, simplemente tenemos que seguir un modelo correcto.


AC: ¿Cuál es ese modelo? 


VU: Tenemos uno colonizado. El cine en Estados Unidos se considera aún una diversión de costo popular -cuesta entre seis y ocho dólares la entrada en promedio- y en una hora y cuarto un trabajador que percibe un salario mínimo los gana, por eso la gente va al cine allá. En cambio aquí, un trabajador con salario mínimo tiene que trabajar ocho horas para comprarse un boleto. Pero es un problema nuestro, no es un problema gringo.


AC: En los años ochenta el cine que se hacía era de corte popular… 


VU: Bueno, de entrada no puedes ir en contra de lo que está sucediendo. Muchos de los apoyos en las películas son para la clase media; hemos hecho intentos por impulsar nuevamente el cine popular, pero está fuera de mercado. Por ejemplo, nosotros produjimos una película que se llama Bienvenido paisano, que es eminentemente de corte popular, pero no tuvo respuesta por parte del público de clase media que asiste al cine. Por eso insistimos en que hay que crear otro tipo de consumo en salas.


AC: Que llegue a otros espacios y públicos… 


VU: Exactamente. Para poder programar; con eso duplicaríamos la producción. Una vez o dos al año el Comité [Técnico] del FIDECINE dice: “hagamos una película para ver si ya hay público para hacer este tipo de películas, que también tienen derecho a existir”.

El cine tiene que ser plural, como la sociedad. Y con eso ampliamos muchas posibilidades económicas, apoyamos a muchas empresas y un proyecto de nación. Pero hay que hacerlo inteligentemente; hay que ampliar nuestro mercado, ahora que viene la crisis mundial como la del 29. Nosotros hemos siempre desarrollado nuestro mercado interno, si ahorita empezara a faltar trabajo, invertamos en el cine, invertamos en las salas, la gente siempre tiene una necesidad de consumir algo diferente para evadirse de la oprobiosa realidad. Entonces convirtámoslo en un mecanismo de desarrollo; convirtámoslo en un mecanismo de evasión, pero que tenga otros beneficios.


AC: Como el gringo, ¿no? 


VU: Como el gringo. Nosotros peleamos de tú a tú con el cine americano de 1940 hasta 1992, después [Carlos] Salinas traicionó a la industria audiovisual mexicana, léase cinematográfica, y la entregó a los gringos. Anteriormente, ellos no tenían más del 30% de nuestro mercado, era una lucha de monopolios. Con el TLC desapareció el mexicano y ahora los gringos tienen el 88% del mercado.


Se dice que si el cine mexicano tuvo una época de oro fue porque Estados Unidos estuvo en guerra en esos años… Es parte verdad, y parte mentira. ¿Por qué es verdad? Porque sin negativo de 35 milímetros, nosotros no podríamos haber hecho películas y en época de guerra siempre fluyó. Pero también es cierto que las empresas norteamericanas hicieron demasiadas películas en pro de su guerra que la gente de América Latina rechazaba y prefería las nuestras. En realidad, fueron dos motivos por los que nosotros crecimos: teníamos muy buena aceptación en América Latina, pero al interior de nuestro mercado hicimos una ley para poner condiciones de apoyo al cine mexicano fue la ley de 1949, reformada en el 52.