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La justicia iraní, supeditada al régimen que rige con mano de hierro y
ley islámica el país, ha condenado al conocido cineasta Jafar Panahi y
a su colega Mohammad Rasulov a seis años de cárcel cada uno, además de
una prohibición formal de filmar, escribir, viajar, o conceder
entrevistas a medios nacionales o internacionales durante 20 años, lo
cual equivale a silenciar su trabajo y su libre expresión. ¿El delito?
Conspiración y propaganda contra el régimen presidido por Mahmud
Ahmadinejad y controlado por los clérigos integristas islámicos.
Desde el pasado mayo, Panahi, seguidor del líder opositor Mir
Hossein Moussavi, estaba en libertad bajo fianza de 2 billones de rials
(unos 200.000 dólares) y a la espera de juicio en el “Tribunal
Revolucionario” que ahora le ha condenado a una dura pena que su
abogado anunció que apelaría.
Jafar Panahi habría iniciado, sin
autorización del régimen, la grabación de imágenes para un documental
sobre las protestas que estallaron el pasado 2009 como consecuencia de
las polémicas elecciones que dieron por vencedor al integrista Mahmud
Ahmadinejad.
Autor de películas premiadas en numerosos
festivales internacionales, como “Offside”, “El círculo”, “El espejo” o
“El globo blanco”, el cineasta iraní, detenido a principios de marzo,
no fue autorizado el mes anterior a viajar a la Berlinale. Ya estaba en
el punto de mira del poder religioso iraní, que lo había detenido por
un breve espacio de tiempo el verano del año pasado.
Panahi es
sólo uno de los muchos intelectuales y artistas castigados por su
oposición al régimen teocrático que rige la antigua Persia. Como poco,
sus obras son prohibidas o desterradas, como es el caso del más
internacional de los cineastas iraníes, Abbas Kiarostami.