(Guadalajara, Jalisco, 22 de marzo de 1872 – Ciudad de México 14 de abril de 1947)
El ingeniero Salvador Toscano vivió el nacimiento del cine mexicano
como realizador, productor, programador, exhibidor, archivador y
preservador. Antes de que se estableciera la tajante separación de
actividades en este medio, Toscano, el precursor del cine nacional, las
fundaba y las fundía. Al terminar sus estudios como ingeniero topógrafo
e hidrógrafo en 1897, pudo comprar su primer equipo fílmico Lumiére.
Inmediatamente emprendió recorridos intensos por todo el país debido a
su labor profesional. Luego, al combinar su trabajo como ingeniero con
el “oficio” al que afortunadamente se dedicó, no dejó de recorrer
muchos lugares de la república; siguió las rutas del ferrocarril para
difundir las “vistas”, proyectadas por el novedoso invento, y filmó
muchas otras para enriquecer su acervo con miras a la exhibición.
En 1900, viaja a París para hacerse de películas, avances tecnológicos
de cine y de contactos: personas involucradas en el negocio de la
difusión de ese presente fílmico, hoy considerado valioso documento,
pasado cinematográfico, arqueología, vestigio, origen; y de lo que
después gustará en llamarse arte, memoria, testimonio, tesoro cultural;
pero que en ese entonces sólo se toma como curiosidad, espectáculo,
entretenimiento.
Toscano era un cosmopolita en términos de difusión, exhibía películas
de cualquier nacionalidad que consiguiera. Puede decirse que organizaba
sus propias muestras internacionales (Zecca, Meliés, Porter),
sorprendía con el cine del mundo pero intimaba con lo propio, entrañaba
con el “cine” hecho en casa, realizado por otros o por el mismo. Ya en
1906 filmó las “Fiestas de Zapotlán el Grande”. Fundaba recintos de
exhibición con nombres de la industria y difusión francesa: el Salón
Rojo y el Lumiére en la Ciudad de México, el Salón Pathé en Puebla y el
Olimpia en Guadalajara. Este último era toda una plaza comercial,
antecedente de los complejos arquitectónicos actuales (molls y
multiplex).
Salvador Toscano, viajero incansable, trashumante organizado en sus
propósitos divulgadores y comerciales; el “cineasta de la legua” (le
llama José María Muría), insiste en sus largos recorridos por el
interior del país, y su percepción del mismo le hace presentir el fin
del porfiriato. Así, proyecta y filma cada vez más sucesos nacionales,
eventos regionales, el acontecer local, lo cotidiano, pero con “puesta
en escena”, porque a los feligreses que salían de misa, por ejemplo,
les advertía con anticipación de la filmación para que portaran sus
mejores galas (Saliendo de la Catedral de Puebla, 1900). Pero tampoco
pierde la historia oficial y filma las Fiestas del Centenario de la
Independencia, el último gran festejo del gobierno de Díaz.
Luego vino la “bola” y también lo “alevantó”, y se abandona a la fuerza
de los acontecimientos (afirma el estudioso Angel Miquel), para
registrar a los sin nombre y a los ilustres de la Revolución Mexicana:
Madero, Villa, Carranza, Obregón; quedando los próceres de la patria
plasmados en los fotogramas toscanianos, para sorpresa de los
espectadores de esa época y fascinación de los mexicanos, hijos, nietos
y bisnietos de aquellos épicos y dolientes sucesos.
La filosofía positivista derivada de los estudios preparatorianos de
Toscano le motivaba a inclinarse por el documental (al igual que a sus
colegas de esos inicios), por el conocimiento de lo real. Las tomas
fijas de su obra estaban cimentadas en un ánimo de registro de la
verdad. Estos registros o vistas seguían a los del padre creador del
cinematógrafo: Lumiére. No se aventuraban a la ficción y sus
implicaciones de lenguaje (edición, campo y contracampo,
diversificación de puntos de vista). Sin embargo, Toscano filma en
forma de reportaje y con sentido de continuidad una visita del
presidente Díaz a Yucatán (Viaje a Yucatán, 1906). Aquí ya existe una
planificación de itinerario, se aleja de las valiosas pero simples
vistas, para crear, por medio del montaje, el naciente filme documental
mexicano.
Acertadamente, Carmen Toscano, la hija del pionero del cine
mexicano, llama al filme derivado de las 150 cajas de película
del ingeniero Toscano, Memorias de un Mexicano (1950).
El nombre de Salvador Toscano lo lleva un premio sobresaliente en el
ámbito de la cultura cinematográfica de México. La Cineteca Nacional
otorga cada año el galardón Medalla Salvador Toscano a un creador
destacado del cine nacional.
Recomiendo el libro Salvador Toscano, de Ángel Miquel, editado por la
Universidad de Guadalajara, la Secretaría de Cultura del Gobierno del
Estado de Puebla, la Universidad Veracruzana y la Dirección General de
Actividades Cinematográficas UNAM, en 1997.
Raúl Miranda