Por Hugo Lara Chávez

No hay una sola manera para clasificar el cine de Pier Paolo Pasolini y, menos aún, la hay para etiquetar la atribulada vida de este polifacético artista italiano, que se formó en las letras y que en la postguerra destacó como poeta, ensayista, novelista y periodista desde antes de incursionar en la dirección cinematográfica. Sobre este oficio, hay dos características fundamentales para aproximarse a su filmografía: el sarcasmo y la subversión, compuestos que se entreveran en los miles de pies de película que llegó a rodar en los escasos 14 años de su trayectoria.

Su personalidad está siempre presente en todo su cine. Pasolini fue un hombre de mucho carácter, acostumbrado al debate y a las posiciones de contracorriente, algo atribuible a su condición de homosexual y de gran pensador interesado en lo marginal y lo oculto. En ese sentido, su cine siempre es mordaz, incómodo pero igualmente poseedor de sensibilidad e inteligencia, elementos que provienen de su vena poética.

Nacido el 5 de marzo en 1922 en Bolonia, Pasolini fue un poeta precoz cuyas aptitudes fueron vistas tempranamente. A los 19 años publicó su primer poemario, “Poesie a Casarsa” y, en lo sucesivo, su biblografía se amplió con obras de distintos géneros con los que ganó reputación como escritor polémico. En 1954 debutó como argumentista, actividad que le permitió colaborar con varios directores importantes, como Federico Fellini, Mario Soldati y Mauro Bolognini.

Con “Accatone” (1961) se probó como realizador, basado en una novela suya sobre los bajos fondos romanos. Quizás su primera película importante fue “El evangelio según San Mateo” (Il vangelo secondo Matteo, 1964) en la que mostró su personal visión acerca de la enseñanza de Cristo, con una mezcla de espíritu profano y voluntad marxista.  En un periodo de consolidación de su estilo, Pasolini realizó de modo alternado cintas sobre motivos contemporáneos —la política, la revolución sexual, el ateísmo— y adaptaciones de obras clásicas griegas: en el primero de los casos, la comedia “Pajarotes y pajaritos” (Uccellacci e uccellini, 1966), y los dramas “Teorema” (1968) y “Pocilga” (Porcile, 1969); y, sobre lo segundo, “Edipo rey”  (Edipo Re, 1967) y “Medea” (1970), de Soflocles y Eurípides, respectivamente.

Un conjunto de su filmografía destacado es la Trilogía de la vida, en la que están comprendidas adaptaciones de obras también clásicas, “El Decameron” (Il Decameron, 1971) sobre la obra de Giovanni Bocaccio; “Los cuentos de Canterbury” (I raconti di Canterbury, 1972), de Geofrey Chaucer, y “Las mil y una noches” (Il fiore delle mille e una notte, 1974), inspirado en los cuentos del famoso libro árabe. En estas películas prevalece una forma visual y narrativa bien acabada y un tono desenfadado que permite acercarse a temas como el sexo de manera antisolemene e incluso alegre, alcanzando notas ambiguas para la moral de la época, lo que lo costó ser acusado de pornógrafo.

Un giro radical significó “Saló o los 120 días de Sodoma” (Saló o le centoventi giornate di Sodoma, 1975), su obra maestra que a la postre también se convirtió en su obra póstuma, pues poco tiempo después de haberla finalizado fue asesinado en situaciones oscuras en la playa de Ostia, el 2 de noviembre de 1975 (en 2014 se anunciaron dos filmes sobre su caso, uno de Davide Grieco, antiguo asistente de dirección de Pasolini, y otra del estadounidense Abel Ferrara). Mucho se ha especulado sobre su muerte y la relación con esta película, que resulta un amargo quejido donde refleja la decadencia y el fastidio del ser humano, a través de una anécdota que se ubica durante los últimos días del fascismo en Italia y que se teje a partir de las teorías del Marqués de Sade.

Pienso que el cine de Pasolini no se puede clasificar de una sola manera porque, felizmente, tiene múltiples lecturas posibles, tantas como las paradojas, las dudas o el placer que siembra en la imaginación de quien lo descubre, lo conoce y no sabe cómo etiquetarlo.
 

Por Hugo Lara Chávez

Cineasta e investigador. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Director-guionista del largometraje Cuando los hijos regresan (2017). Productor del largometraje Ojos que no ven (2022), entre otros. Director del portal Correcamara.com y autor de los libros “Pancho Villa en el cine” (2023) y “Zapata en el cine” (2019), ambos con Eduardo de la Vega Alfaro; “Dos amantes furtivos. Cine y teatro mexicanos” (coordinador) (2015), “Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-201” (2011) con Elisa Lozano, “Ciudad de cine” (2010) y"Una ciudad inventada por el cine (2006), entre otros.