Por Pedro Paunero
El canal brasileño de comedia “Porta dos fundos”, transmitido por Internet, inició su historia en 2012, cuando sus creadores, Fábio Porchat, Ian SBF, Gregório Duvivier, Fábio Nunes, Antonio Tabet y João Vicente de Castro, todos jóvenes animadores y comediantes, decidieron usar el alcance masivo de YouTube, y dejar atrás la censura impuesta por la televisión convencional, para presentar sus shows irreverentes sin ninguno tipo de tapujos. La respuesta: más de dieciséis millones de suscriptores al canal en esta plataforma.
Con un humorismo que recuerda, por breves momentos, a lo mejor de Monty Python, desde el principio apostó por una comedia insolente que, no podía ser de otra manera, ha causado oleadas de indignación, ataques y amenazas por parte de grupos conservadores y religiosos. Pero, a partir de 2013, año en que comenzaron a emitir sus “Especiales de Navidad” la controversia se profundizó. “Porta dos fundos” lo parodiaba todo, desde restaurantes, políticos y asuntos políticos, hasta temas y figuras religiosas, como el dogma de la virginidad de María y la naturaleza divina de Jesucristo. Varios de los programas subidos en YouTube llegaron a casi noventa mil “No me gusta”, por parte de usuarios que profesan el catolicismo como religión, al mismo tiempo que la popularidad de su canal se disparaba. Así fue como la poderosa e imbatible plataforma de audiovisuales en “streaming”, Netflix, volteó a verlos en 2018.
En el especial navideño del año 2019, titulado “La primera tentación de Cristo” (A Primeira Tentação de Cristo, Rodrigo Van Der Put), cuyo título es un guiño malintencionado a “La última tentación de Cristo” (The Last Temptation of Christ, 1988), esa obra maestra prohibida de Martin Scorsese, a la vez basada en una novela del autor griego Nikos Kazantzakis, proscrita religiosamente, su familia le prepara una fiesta sorpresa, en su cumpleaños treinta, a Jesús (Gregorio Duvivier), que está a punto de llegar a casa después de su retiro de 40 días en el desierto. Primero llegan los reyes magos, en una secuencia de apertura que recuerda “La vida de Brian” (Life of Brian, Terry Jones, 1979) de los Monty Pithon, pero que termina convirtiéndose en una discusión sobre el auténtico padre “biológico” (es decir, divino, que hasta uno se confunde con estas cosas) de Jesús, cuando Dios Padre (Antonio Tabet) se cuela en la fiesta y San José (Rafael Portugal) se muestra celoso, situación a la que Dios no ayuda en nada, sino al contrario, rebajando todo logro que el mortal pueda hacer para contentar a su hijo adoptivo como, por ejemplo, en la escena en que José entrega una Flauta de Pan a Jesús y Dios, con un chasquido de dedos, hace aparecer un teclado electrónico el que, como es de suponer, se gana las simpatías inmediatas tanto del cumpleañero como de los invitados.
Este especial navideño incluye diálogos como el que se desarrolla entre ambos “progenitores” de Jesús, así, San José acusa a Dios de ser un padre ausente y este se defiende diciéndole:
“¿Ausente? Soy omnipresente, siempre estoy aquí. Hasta cuando se masturba”.
Siendo la parte más controvertida, en este descacharrante programa, la correspondiente a la llegada a casa de Jesús, acompañado de un amigo gay, de nombre Orlando (Fabio Porchat), con quien desea irse “de mochilero” y, posteriormente, estudiar para ser un buen malabarista y no un mesías. Jesús descubre, por intercesión de Dios, que puede obrar milagros con sólo chasquear los dedos (le han comunicado, también, que ahora es un dios); así, convierte el agua en vino y Orlando toca, magistralmente, el teclado, a la vez que canta una hilarante canción, que no carece de mensaje reflexivo sobre los absurdos bíblicos, si se los toma solamente de manera literal:
“Dios es muy bueno. Creó el mundo en siete días y, un tiempo después, ahogó a sus propias crías.
Creó a Adán y Eva, tuvieron sexo entre sí. Si hubo sólo una familia ¿cómo es que estamos aquí?
No pensemos en los detalles, hay que tener fe, Dios es todopoderoso, no todo tiene sentido.
Jesucristo, su primogénito, es sensacional, en el desierto pude ver el tamaño de su… poder”.
Algunos objetos anacrónicos, como el vaso desechable de Starbucks que sostiene Orlando, son explicados como “un olvido de la producción”, llevando, por momentos, a toda la puesta en escena hacia un ejercicio meta cinematográfico que termina por volverse obvio y un tanto pesado.
A pesar de su humor inicial, este “especial navideño”, tan señalado y acusado de irrespetuoso, va deslizándose progresivamente hacia el chiste fácil, la vulgaridad y el lugar común, como en aquella escena de intercambio de rayos cósmicos, al más puro estilo Súper héroes o Juego de video.
Si una parodia, en este caso un tan endeble como esta, causa tales ámpulas, uno se pregunta sobre la fragilidad de los dioses. ¿Necesitamos defender a Dios o los dioses, dado que su naturaleza es –se entiende- la omnipotencia? “Porta dos fundos”, como en el caso de la pintura kitsch “La revolución” de Fabián Cháirez, demuestra cuán frágiles son los valores, instituciones, héroes, divinidades y figuras a inicios de un siglo, que de por sí, se ha caracterizado por la mojigatería neo inquisitorial. Por ello, en esta era de vidrio, mejor me quedo con el mensaje que, al pie del video “Fim de ano do porta”, aparece en YouTube, más breve –aunque no por eso menos obvio- y que denota un dejo de amargura realista y mucho más directa:
“2019 fue otro año de mierda. El colapso ambiental es inminente, las democracias viven en crisis, cada día nos trae una desgracia, el que vivía se ha muerto y todo lo que soñaste hacer al cambio de año no sucedió debido a tu propia falta de voluntad. Pero si alguna vez quisiste ver sketches de Porta todo el santo día, en aras de suprimir tu amor propio, falta de dinero y autoestima ¡La gloria es tuya! La víspera de Año Nuevo ha llegado. Un video nuevo cada día. ¡Jo jo jo!”