Por Alberto Duque López 
Noticine-CorreCamara.com

Lo más curioso de todo es que, a pesar de casi un centenar de películas realizado sobre sus andanzas, peleas y aventuras en los bosques de Sherwood y miles de libros, revistas, programas de televisión y piezas de teatro sobre uno de los personajes más amados y recordados  de la mitología popular, nadie puede afirmar rotundamente si este hombre, Robin Hood, existió o no durante los sangrientos años de reinado de Ricardo Corazón de León y las Cruzadas. 

¿Leyenda romántica? ¿Saga creada al calor de una fogata en lo profundo y oscuro de un bosque? ¿Símbolo de la lucha eterna entre ricos y pobres, campesinos y terratenientes? ¿Veta inagotable para los directores, actores y guionistas de Hollywood que durante un siglo han logrado pésimas, regulares y excelentes películas sobre este héroe enamorado de una sola mujer?  

Leyenda o personaje real, pocos personajes fascinan tanto como este héroe medioeval que según los trovadores de entonces era un hombre sensible, preocupado por la situación humillante de los campesinos, los siervos, los artesanos, los soldados y los ciudadanos comunes explotados por la Corona, la Iglesia, los políticos y los terratenientes. Declarado fuera de la ley se refugia en los bosques de Sherwood (hasta donde se realizan peregrinajes de sus fanáticos actuales) y Barnsdale, a pocas millas de la ciudad de Nottingham. Considerado el mejor arquero de su época se enfrenta al sheriff de la región y al corrupto príncipe Juan sin Tierra, hermano de Ricardo, roba a los usurpadores y reparte esas riquezas entre los pobres.  

Esa es una de las versiones  favoritas de guionistas, directores y productores porque está cargada de romanticismo. Pero, historiadores y folcloristas han encontrado otros personajes que  podrían ser Robin Hood, aún sin ese nombre. Por ejemplo, un hombre nacido en el condado de York, en 1290, que acompaña al conde de Lancaster en su rebelión contra el rey Eduardo II de Inglaterra y tiene que refugiarse en el bosque cuando son aplastados, convirtiéndose en un bandido que roba a los ricos. 

Crowe es Robin Hood

En 1324 aparece otro que sirvió a la casa real y luego, decepcionado, se refugia en el bosque hasta cuando, herido de muerte, se esconde en el monasterio de Kirklees y antes de expirar, toma su arco, dispara una flecha y pide que lo sepulten donde cae. Para evitar confusiones hay una lápida que recuerda al personaje.  

Y otro más: numerosos bandidos, durante y después del reinado de Juan Sin Tierra (quien ascendió al trono de Inglaterra al morir su hermano Ricardo, víctima de una flecha envenenada mientras cercaba la ciudad de Chateau-Gaillard, a los 42 años, alma de la III Cruzada que no alcanzó a liberar Jerusalén), se hicieron llamar Robin Hood aunque fuera simples guerreros y campesinos. Sin embargo, otra leyenda sustentada con documentos supuestamente serios, atribuyen el personaje a un noble, Robert de Kyme quien vivió, robó y mató hacia 1226. Y, para aumentar la confusión, un grupo de arqueólogos afirmó en 2006 haber descubierto las ruinas de la casa de Robin Hood pero en el condado de South Yorkshire y no cerca al bosque de Sherwood. Y su nombre era, dicen, Robin Earl Huntington. 

La literatura oral y escrita ha sido generosa con el personaje. Ya en 1377 aparece en “Pedro el Labrador” de William Lengland.  Hacia 1500 lo encontramos en  numerosas baladas y a comienzos del siglo XIX el escritor John Keats le dedica todo un poema romántico. Uno de sus mejores momentos lo vive en la novela “Ivanhoe” de Walter Scott, 1820, convertido en un sajón que lucha contra los normandos y vuelve a pelear en “El príncipe de los ladrones y Robin Hood el proscrito” de Alejandro Dumas, “Las aventuras de Robin Hood” de Howard Pyle e innumerables novelas, cuentos, piezas de teatro,musicales y otros géneros.  

El cine, por supuesto, adora a Robin Hood y los personajes que lo acompañan en sus peligrosas aventuras, especialmente su prometida Marian, codiciada por Juan sin Tierra y sus compinches del bosque entre los cuales se cuenta el cura o fraile con hábito, un garrote y una enorme barriga.  

La primera película sobre el héroe fue realizada en 1908 por Percy Stow, muda, por supuesto, “Robin Hood and his merry men” y 28 años más tarde, el primer dibujo animado, “Robin Hood & Company”.  Del centenar de películas realizado sobre el personaje, recordamos “Robín de los bosques”, de Allan Dwan, 1922, con Douglas Fairbanks; “Robin de los bosques”, de William Keighley y Michael Curtiz, 1938, con Errol Flynn, quizás la versión favorita de muchos;  “El bandido del bosque de Sherwood” de Henry Levin y George Sherman, 1946 con Russel Hicks; “La historia de Robin Hood”, de Ken Annakin, 1952, con Richard Todd; “Robin Hood”, dibujo animado de Wolfgang Reitherman y los estudios Disney, 1973, en la que los personajes son animales y Robin es un zorro; “Robin y Marian”, de Richard Lester, 1976, con Sean Connery y Audrey Hepburn; “Robin de Sherwood” (Serie de TV inglesa. 1984) con Michael Praed; “Robin Hood” de John Irwin, con Uma Thurman y Patrick Bergin,1991; “Robin Hood, príncipe de los ladrones”, de Kevin Reynolds, con Kevin Costner, 199;1 “Las locas locas aventuras de Robin Hood”, parodia de Mel Brooks, 1993, y una reciente serie de la BBC.  

Con todos esos antecedentes muchos se sorprenden que un maestro como Ridley Scott haya decidido hacer su versión de un héroe, una historia, un drama y unos personajes tan populares y tan conocidos del público. Cuando la vean y disfruten y aplaudan, entenderán por qué esta nueva mirada a un personaje que Russell Crowe interpreta con dramatismo, quizás sin la alegría de Errol Flynn, ni la agilidad de Kevin Costner, ni las payasadas de Mel Brooks pero sí con un sentido denso, fatalista, destructor, vengativo y salvaje, como corresponde a una época en que las heridas quedaban abiertas y expuestas a los animales del bosque, sin piedad, y los guerreros soportaban pesadas armaduras y espadas descomunales que dejaban en pedazos al enemigo.  

Para algunos, Ridley Scott (30 de noviembre de 1937, Inglaterra), es uno de los grandes maestros del cine contemporáneo (23 películas como director y 52 como productor) con grandes obras  en la mayoría de los géneros: “Blade Runner”, “Los Duelistas”, “Thelma & Louise”, “Hannibal”, “La caída del halcón”, “Lluvia Negra”, “Los Duelistas”, “Alien”, “El reino de los cielos”, “Gangster Americano”, “Body of Lies” y, por supuesto, “Gladiador”, la película que estará en la mente de los espectadores cuando miren “Robin Hood”, no solo por el actor sino por el tratamiento de los colores, los escenarios y los paisajes, los sonidos de las espadas cuando chocan y los caballos cuando corren y caen,  los gritos de los combatientes, además de  los efectos digitales (las flechas atraviesan la pantalla en cámara lenta hasta abrir la carne del contrario), y el lenguaje de ferocidad, maldad, salvajismo y rabia que se respira alrededor del protagonista.  

La película que ahora vemos (inaugura Cannes este miércoles y enseguida se estrena en España, Latinoamérica y el resto del mundo occidental), tuvo que pasar por numerosas pruebas y dilaciones mientras los productores y guionistas se ponían de acuerdo. En principio se llamaría “Nottingham” con el sheriff como el bueno, atacado por el malo Robin Hood. Crowe haría ese papel y Christian Bale el bandido. El rodaje que debía iniciarse en 2008 se detuvo por distintos problemas, especialmente con el guión, ya que Scott quería que Crowe interpretara ambos personajes pero en el intervalo, director y actor coincidieron en dos elementos claves: la protagonista era muy joven (contrataron a la estupenda Cate Blanchett como Marian) y la historia debía regresar a sus fuentes tradicionales, a la leyenda.  

El resultado es una película emocionante, meticulosa y sorprendente como todas las de este director, con un reparto que incluye además de Crowe y Blanchett, a Max von Sydow, Matthew Macfayden (el Sheriff), Danny Huston (el rey Ricardo), Kevin Durand (Pequeño Juan), William Hurt, Oscar Isaac (Juan sin Tierra), Eileen Atkins (Leonor de Aquitania),  entre otros.  

Desde el principio, cuando el héroe regresa de la III Cruzada, luego de acompañar a un desilusionado, cansado y extraviado Ricardo, y descubre todo los atropellos que Juan sin Tierra y el sheriff cometen en Nottingham, el espectador sabe que debe dejarse llevar por Scott quien prefiere este Robin Hood maduro, pasado de peso, excelente arquero, obsesionado con Marian y los campesinos explotados, o sea, una historia sin sorpresas pero con la mirada perfeccionista de un realizador que se fija en los detalles más insignificantes, y con la altivez de un maestro le dice al espectador que ahora sí, que esta será la versión para recordar en el futuro… además de Errol Flynn.