Por Orianna Calderón
Con un voluminoso libro publicado en 1963, Betty Friedan develó el misterio del “problema que no tiene nombre” (1) padecido por las amas de casa norteamericanas, quienes a pesar de cumplir con la receta marido-hijos-hogar felices, se sentían enojadas, deprimidas, insatisfechas, frustradas y culpables de ese creciente hartazgo, producto de la sensación de llevar una existencia fútil. El origen de tal malestar -explica Friedan- radica en la mentira de La mística de la feminidad, según la cual, la meta más alta que pueden perseguir las mujeres es la realización de su “naturaleza femenina”: consagrarse al hombre amado, la crianza de hijos y el papel de ingeniera doméstica/ángel del hogar.
Seducidas por la mística de la feminidad, millones de jovencitas renunciaron a los logros obtenidos por generaciones previas -como el legítimo acceso a la educación universitaria y al universo laboral- para encerrarse en el rol infantil y dependiente de la madresposa sin personalidad propia. Quedaron así “inscritas en un estado inferior al de la plenitud de sus capacidades” (2), condenadas a realizar labores monótonas e interminables al interior de sus “confortables campos de concentración”. (3) El remedio, a juicio de Friedan, radica en que estas mujeres retomen su desarrollo trunco y asuman la responsabilidad de afirmarse como individuos independientes.
Esta breve sinopsis permite ver la vigencia de las ideas planteadas por Friedan en un filme contemporáneo seleccionado en la Berlinale, el BAFICI, el Festival de San Sebastián y el Festival Internacional de Cine en Guadalajara:
Rompecabezas de Natalia Smirnoff. Recientemente distribuida en México por Canana, así como en el ciclo Verano Latino de la Cineteca Nacional, la ópera prima de Smirnoff (considerada heredera de Lucrecia Martel, con quien trabajó como asistente de dirección en La ciénaga, La niña santa y La mujer sin cabeza) narra la historia de María del Carmen, ama de casa que -a punto de sentir la crisis del problema que no tiene nombre- descubre su pasión por los rompecabezas y su innato talento para armar en tiempo récord.
María Onetto realiza una excelente interpretación de la temerosa madresposa que, a pasos lentos pero firmes, avanza en el descubrimiento de una faceta que la impulsa a salir de su cómoda prisión, aunque ello implique ocultar información a su familia. Su marido -interpretado por Gabriel Goity- dista mucho del estereotipo abusivo; sin embargo, es claro que no tiene el menor interés por el crecimiento de su esposa como un sujeto autónomo. La “liberación” de María del Carmen -como el de las amas de casa analizadas por Friedan- no es de carácter sexual; más bien, consiste en el desarrollo de sus potencialidades y talentos. Es en este sentido que su relación con Roberto (Arturo Goetz), más que de enamoramiento, es de compatibilidad en aficiones.
La concordancia entre forma y contenido es un aspecto a destacar en el filme de Smirnoff. Siempre en tonos cálidos, abunda la cámara en mano para filmar planos cerrados desde el punto de vista de la protagonista, dando así la sensación de que cada toma es una pieza del rompecabezas que aparece armado en el último plano (éste sí, bastante abierto): el autorretrato que María del Carmen logra trazar a partir de su recién descubierta individualidad autoconsciente. El excesivo optimismo del filme -quizá un tanto ingenuo, pues armar rompecabezas no tiene la categoría de gran acto creativo- se compensa con la autenticidad en los diálogos y, principalmente, con el lenguaje corporal de una María Onetto que logra comunicar la renovada sensación de libertad mediante una mera sacudida de hombros.
Ahora bien, ese imperativo de madresposa como único destino posible que denunciaba Betty Friedan, tiene cada vez menos fuerza en las democracias posmodernas. En palabras del filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky: “con la posmujer de su casa, el destino femenino entra por primera vez en una era de imprevisibilidad y de apertura estructural (…) Todo en la existencia femenina es ahora objeto de elección, de interrogación y de arbitraje. (…) Ahora las vemos, con la misma legitimidad que los hombres, entregadas al imperativo moderno de definir e inventar, retazo a retazo, su propia vida”. (4) El universo cerrado ha cedido ante un universo aleatorio, donde cada individuo se asume como responsable de la construcción de su yo, fuera de toda imposición social; pero está libertad, en tanto incertidumbre, no está exenta de malestar.
Turistas, otro filme programado en el ciclo Verano Latino y que comparte con Rompecabezas el haber sido escrito y dirigido por una cineasta sudamericana, presenta un retrato poco convencional de relaciones fallidas entre individuos posmodernos, narcisistas extraviados en constante devenir. Estrenada en el Festival Internacional de Cine de Rotterdam 2009, la segunda película de la realizadora chilena Alicia Scherson toma como eje conductor a una posmujer -Carla, bioquímica de 37 años- que, a medio trayecto hacia unas predecibles vacaciones burguesas, hace una fuerte revelación a su marido con la consecuencia de que éste decide abandonarla en la carretera.
Es entonces cuando la apática y desconcertada protagonista conoce a Ulrik (Diego Noguera), joven noruego de confusa preferencia sexual, con quien decide acampar en el parque nacional Las Siete Tazas. Contrario a lo que podría esperarse de acuerdo con la fórmula de road movie introspectiva, romántica y conciliadora, los personajes se mantienen encerrados en su incomodidad individualista y se vinculan sólo a base de mentiras sobre su identidad; pero ello no significa que el filme carezca de diálogos inteligentes y de punzante sentido del humor, como cuando Carla (Aline Kuppenheim) trata de explicarle a Ulrik en qué consisten la madurez y la torpeza.
Esta turbación sobre la madurez que supuestamente conlleva la vida adulta, se encuentra al centro del conflicto de Turistas. En una era donde las certezas y los roles definidos se difuminan, los sujetos se enfrentan al reto de construirse a partir de los lineamientos que juzguen más convenientes según su propio criterio; el saber que sus propias decisiones determinan el curso de su vida, puede resultar paralizante. Con un andar errático y contradictorio, cuyo único hilo conductor es la constante referencia a elementos de la cultura pop (por ejemplo, la canción de Joy Division Love will tear us apart), los personajes introducen el fastidio característico de las urbes modernas en ese bucólico espacio donde pareciera reinar una paz inmutable.
Así, tanto Turistas como Rompecabezas, dan muestra del cine de calidad que se está desarrollando en Latinoamérica: películas que entretienen al contar historias bien armadas, con profesionalismo en las interpretaciones e innovador uso del lenguaje cinematográfico. Más aún, textos audiovisuales inteligentes que incentivan un pensamiento crítico respecto a temas anclados en la región y cuya resonancia rebasa el mundo del celuloide.
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(1) Título del primer capítulo del libro de Betty Friedan, La mística de la feminidad, pp. 35-57.
(2) Ibídem, p.182
(3) “La deshumanización progresiva. Los confortables campos de concentración”: Título del capítulo XII de Friedan, Betty, Op. Cit., pp. 367- 402
(4) Lipovetsky, Gilles, La tercera mujer. Permanencia y revolución de lo femenino, pp. 218-219
Bibliografía
-Friedan, Betty, La mística de la feminidad, Jucar, Madrid, 1974, 519 pp.
-Lipovetsky, Gilles, La tercera mujer. Permanencia y revolución de lo femenino, Anagrama, Barcelona, 1998, 300 pp.
Fichas técnicas
Rompecabezas
Dirección y guión: Natalia Smirnoff. Países: Argentina y Francia. Año: 2009. Duración: 88 min. Género: Drama. Interpretación: María Onetto, Gabriel Goity, Arturo Goetz, Henry Trailes, Felipe Villanueva, Julián Doregger, Nora Zinsky, Marcela Guerty, Mirta Wons. Productora: Carrousel Films, Fonds Sud Cinéma, Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), Las Niñas Pictures y Zarlek Producciones
Turistas
Dirección y guión: Alicia Scherson. País: Chile. Año: 2009. Duración: 105 min. Género: Drama. Interpretación: Aline Küppenheim, Diego Noguera, Marcelo Alonso, Pablo Ausensi, Sofía Géldrez, Viviana Herrera. Productora: La Ventura y Visions Sud Est