Tony Scott y El Ansia. Las obsesiones de la inmortalidad
Por Norma Lorena Loeza
El reciente suicidio del realizador y cineasta Tony Scott, es sin duda un trágico e impactante capítulo en la historia del séptimo arte. Scott – junto con su hermano- son autores de algunas de las cintas más importantes del cine épico y de ciencia ficción como Alien (R. Scott, 1979) y Gladiador (R. Scott, 2000) entre muchas otras, gracias a la creación de la Productora Scott Free Production que dirigían entre los dos. Sin embargo, Tony también tuvo una carrera propia, que produjo interesantes cintas, sobre todo en el rubro de la acción y el thriller.
Al parecer Tony Scott decide suicidarse debido a un diagnóstico de cáncer cerebral que no ha sido confirmado. Este dato, pudiera denotar un grado terrible de desesperación, depresión y angustia que lo lleva a tomar la decisión de quitarse la vida.
El suicidio de la gente pública genera un interés particular. Scott es un cineasta destacado, y quizás la ventaja de ser artista es que puedes exponer tu visión de la vida y tus pasiones a través de las cosas que haces. Scott hace su debut como director con una cinta que hoy es considerada de culto, aunque fue muy poco comprendida en su época. The Hunger (El Ansia, T. Scott, 1983) es un interesante relato de vampiros, obsesiones y sangre que reinventa el mito del vampiro para la era contemporánea.
Scott no descuida ningún detalle, elige a Catherine Deneuve para ser una milenaria vampira “glam,” a Susan Sarandon como la víctima humana y a David Bowie como el vampiro amante de turno. El vampiro mayor de la música, Peter Murphy inicia la cinta entonando “Bela Lugosi is dead” que resulta todo un clásico gótico de la música y del cine. La película además tiene una fotografía destacada y una producción que la hacen visualmente sobresaliente para la época. El “envejecimiento” de Bowie, se consideró por mucho tiempo ejemplo de maquillaje y caracterización, que lograba convertirlo de una escena a otra, en un hombre de más de sesenta años.
La cinta muestra además, vampiros muy distintos a los que estábamos acostumbrados a ver. Olvídense de las capas negras, el ocultarse del día, el miedo a los crucifijos. Estos vampiros son la expresión de una decadencia moral refinada y sugestiva, sedienta de sangre pero falta de afecto real por la vida.
Miriam (Deneuve), una vampira inmortal, observa como el último de sus amantes (Bowie) empieza a envejecer indicio de que su fin está cerca. Miriam intenta primero encontrar la manera de salvarlo a través de la ciencia, encontrando a una doctora (Sarandon) que experimenta para encontrar un método que retarde el envejecimiento.
El fin inevitable de su compañero parece imposible de detener, por lo que Miriam decide cambiar de planes, al parecer ha encontrado una mejor sustituta para que la acompañe en la eternidad.
La película plantea varias cuestiones interesantes, que hablan de los vampiros como auténticos depredadores, para quienes la sofisticación es solamente un arma de seducción para atrapar presas. Pero hasta para los vampiros hay momentos de hastío, espacios de cuestionamiento sobre le verdadero sentido de una vida inmortal. La vida – incluso la inmortal- cansa.
El relato le da un nuevo contexto a la tragedia romántica del personaje del vampiro clásico, siempre consciente de su fin trágico. Para estos vampiros las obsesiones y la siempre constante insatisfacción son los motores de sus vidas, más allá de las fábulas sobre la sangre y la intrínseca maldad que ello encierra.
El final es inesperado, porque tampoco corresponde a la estructura de las narraciones clásicas sobre vampiros. Muerto el vampiro no termina la maldición, sino que en este caso, se reproduce y recrea con elementos nuevos, diferentes, modernos. Los vampiros parecen sentirse cómodos en el Siglo XX y han dejado los oscuros castillos para vivir en Manhattan donde para ellos el discurso del enfrentamiento de las supercherías contra la ciencia parece no entrañar conflicto, de hecho un vampiro científico que pueda encontrar el modo de detener el envejecimiento, parece una buena opción para que los vampiros entren de lleno a la modernidad.
Scott encuentra que no se trata de vivir eternamente, sino de saber que hacer con tu vida. Las obsesiones humanas trascienden al parecer la propia muerte y los vampiros –en el resabio de humanidad que les queda- se dedican a cultivar pasiones, cuya experiencia de la vida inmortal parece no encontrar el modo de apaciguar. Celos, envidias, ambiciones, obsesiones y pulsiones sexuales, parecen dominar la vida de los inmortales del mismo modo que lo hacen con los humanos.
La película fue mal recibida cuando fue estrenada, especialmente por las escenas entre Deneuve y Sarandon, y por considerarla pretenciosa y difícil de comprender. Es hasta después que se le recupera como película de culto entre los fans del género y de hecho, contribuye a la reinterpretación del mito del vampiro para la gran pantalla hacia la segunda mitad del Siglo XX de manera notable.
Se dice que Tony Scott quería hacer la versión fílmica de los libros de Anne Rice, y la verdad es que hay mucho puntos de toque entre los vampiros de Rice y de Scott. Amorales y cínicos son dominados más por sus obsesiones y sus conflictos pasionales que por la sed de sangre, poder e inmortalidad. Vampiros sin idea de Dios o el diablo, en el fondo, son simple depredadores y ello obliga a entenderlos de manera diferente.
La verdad es que Scott no llegó a cristalizar ese sueño –si es que tal propósito de verdad existió- y de hecho, no volvió a filmar ninguna película sobre el tema o el género, su filmografía se orientó a cintas de acción y thrillers principalmente.
La forma en que termina su vida, no puede menos que remitirnos a la única película que el director filmara sobre la desesperación y el miedo a la muerte de manera explícita. Un intento de recordarlo y de rendirle homenaje del menor modo que se puede hacer a un cineasta: recuperando su visión a través de sus películas. Ojalá haya encontrado paz ocupando su lugar en la eternidad.