Parte 1

Por Héctor Zarauz López    

El Istmo de Tehuantepec tuvo desde tiempos lejanos, por su posición geográfica, una enorme importancia comercial. Ello propició la realización de varios proyectos de comunicación interoceánica que estimularon la llegada de expediciones nacionales y extranjeras, viajeros, escritores y artistas que dejaron testimonio de sus vivencias en la región.  

Entre los muchos asuntos que éstos trataron, encontramos de manera recurrente sus observaciones sobre la mujer istmeña, señalando siempre su presencia, belleza, porte, liberalidad en sus costumbres, sensualidad, fuerza de carácter e industriocidad. Tal percepción alimentó una idealización de la tehuana que fue recreada (y muchas veces distorsionada), por pintores, escritores, fotógrafos y por el cine.

I. Antecedentes 

Es durante el siglo XIX cuando la figura de la tehuana provoca gran fascinación a los viajeros europeos que llegaban a la región, como testifican en sus relatos y, posteriormente en representaciones gráficas,  como en los grabados de Claudio Linatti y las fotografías realizadas –entre otros- por  Charles B. Waite y Walter Scott, que tenían fines de registro antropológico, y en ello llevaban implícita una idea de exoticidad. Es en esta época cuando la imagen de la tehuana se empieza a popularizar, así lo atestigua su aparición en kermesses, bailes y festejos populares, en los cuales las mujeres, para transmitir una idea de extranjerismo, vestían indistintamente con traje istmeño, de odaliscas o de gitanas.  

A partir de la Revolución Mexicana, iniciada en 1910, y en especial con José Vasconcelos como secretario de Educación Pública (1921-1924) se buscó impulsar una filosofía revolucionaria y con ello una estética de lo nacional. Ahí encajaría perfectamente la figura de la tehuana como lo prueba su representación en los muros de la Secretaría de Educación Pública.    

Por otra parte en esos años era común ver en la prensa nacional fotografías de niñas y mujeres que aparecían con trajes istmeños en festejos cívicos. También son conocidas las imágenes de tiples como María Conesa y Celia Montalbán, en todos los casos exaltando la belleza ya conocida de la mujer zapoteca, pero ahora también como símbolo de lo nacional. 

Con el surgimiento del Estado revolucionario, hubo la necesidad de crear una imagen nueva, que exaltara lo mexicano. Con ese objetivo se retomaron los distintos tipos de las regiones unidas bajo el concepto de "lo nacional". Así fueron reforzados los arquetipos del charro, de la china poblana, el yucateco, el jarocho y desde luego la tehuana. fotógrafos y por el cine.

Ricardo Pérez Montfort señala el año de 1921 como el momento de despegue en la recreación de lo "típico" mexicano. De esta forma fueron reivindicados elementos folklóricos, que serían utilizados para reafirmar los valores nacionales.[1]Asimilada a la nueva imaginería de lo mexicano, la tehuana fue redimencionada en su aspecto folklórico e integrada como icono de la galería nacional. La mujer istmeña fue proyectada en innumerables pinturas y fotografías, que resaltaban su connotación indígena, al tiempo que se evocaban los paraísos perdidos y un mundo primigenio.Incluso Diego Rivera, luego de una estancia en la región, hizo relatos a sus amigos "de una sociedad matriarcal, donde mujeres amazonas reinan sobre hombres hechizados […]; donde bellas bañistas poseen una piel salpicada de manchas parecidas a la de leopardos."[2]La tehuana concentraba en sí, las intenciones del Estado emanado de la   Revolución que buscaba crear una imagen de nacionalismo, y que a la vez transmitía una idea de exotismo, misterio y de sensualidad.II. El cine, las primeras películas.Los afanes de reproducir lo nacional, rápidamente se proyectaron en el cine. Al momento de popularizarse el cinematógrafo (que de manera genérica podríamos establecer desde el inicio del siglo XX), se empezaron a hacer films con temas autóctonos, en el sentido de reproducir imágenes que retrataban "lo mexicano".Más tarde con Pascual Ortiz Rubio como Presidente, se inició la Campaña Nacionalista (1931), que en el cine se manifestó en la realización de cintas con tramas de giro costumbrista como Allá en el Rancho Grande (1936) de Fernando de Fuentes, de estrecho apego al folklore en la música, vestuario, danza y formas de hablar, que reconocían los tonos locales de la provincia mexicana, pero sólo como parte de un todo nacional. Este cine casi siempre se centraba en problemas románticos o familiares, dejando de lado todo contexto social o histórico.[3]Cuando la producción cinematográfica nacional alcanzó su primer auge (hacia finales de la década de los treinta), la imagen de la tehuana estaba ya bien establecida dentro de la iconografía nacional por lo que pronto sería reproducida por el cine.La primera filmación que existe del istmo de Tehuantepec y sus mujeres, fue la relativa a la inauguración del Ferrocarril transístmico en 1907. En esa ocasión la idea de la película era dar testimonio del funcionamiento de esta magna obra. Aparecen en escena el ferrocarril, el barco de la Hawaian Steamship Co., en el cual se traía el primer cargamento de Oriente, unos costales de azúcar, y los personajes centrales: Porfirio Díaz quien inaugura el ferrocarril y Weetman Pearson, el constructor inglés de esta obra. La idea de Fernando Orozco, a quien se atribuye la filmación de estas escenas, era demostrar el éxito de la modernización del régimen porfirista, enseñar cómo el futuro había alcanzado a los mexicanos con estas obras de transportación. Paralelamente la cámara nos enseña algunas escenas de mujeres y niños del Istmo de Tehuantepec. Con curiosidad antropológica la cámara escudriña en los rostros cenizos de las mujeres y los niños bañándose en el río. Esta es la primera vez que las tehuanas aparecen ante las cámaras cinematográficas.[4]El cine argumental relativo a las tehuanas, respondió en principio al estereotipo ya planteado por viajeros y artistas. Las ideas de sensualidad, liberalidad, exotismo e industriocidad quedaron plasmadas en ¡Que viva México! de Serguei Eisenstein y La Zandunga de Fernando de Fuentes.[5]El director soviético llegó a nuestro país en diciembre de 1930 realizando una intensa investigación sobre escenarios representativos. De esta forma se planeó ¡Que Viva México!, la cual tendría cuatro episodios además de un prólogo y un epílogo. El film estaba inspirado parcialmente en el libro Idols behind altars de Anita Brenner, pero también había sido influenciado por las conversaciones con Diego Rivera y sus nexos con algunos intelectuales mexicanos[6], y decidió que uno de los episodios, Sandunga, sería filmada en Tehuantepec.

  Fotogramas de la cinta ¡Qué Viva México!

 En esta historia (que estaría dedicada al pintor Jean Charlot), se propuso retratar el trópico mexicano y mostrar una suerte de Edén intacto por la "civilización", idealizado, con palmeras, monos, guacamayas y sus pobladores, libres de las convenciones occidentales.[7] Eisenstein fue el director que conservó mejor estas ideas de erotismo, laboriosidad de la tehuana, de una sociedad matriarcal y generó escenas de las cuales se abusaría, sin su talento, en películas posteriores.Sandunga es la historia de Concepción, joven istmeña que desea tener un collar de oro y un marido, cómo quien obtiene una prenda. Así seguimos a la muchacha en las faenas laborales, en la vendimia del mercado, formando poco a poco su collar; se nos muestra cómo es pretendida por varios jóvenes, los preparativos para su boda, cómo logra casarse y formar una familia.La película abunda en escenas poéticas y simbólicas, en las que hay una buena dosis de sensualidad y exotismo. Así en algunas imágenes de Sandunga el sexo se ofrece como fruto de la lujuriosa vegetación del trópico. El propio Eisenstein escribiría en su guión: "El mercado de Tehuantepec constituye un espectáculo interesante. Si uno mira hacia esa esquina le parecerá que está en la India. Si vuelve la mirada, las grandes ollas de barro que circundan a su joven vendedora, la harán sentirse en Bagdad."[8]¡Que Viva México! confirmó en sus escenas, los postulados de belleza y laboriosidad de la mujer istmeña, pero también la idea de una sociedad matriarcal donde las mujeres trabajaban y controlaban el comercio ante hombres indolentes que preferían descansar en la hamaca consentidos por sus mujeres. La película obtuvo algunas escenas que en lo sucesivo serían obligatorias en los films referentes al Istmo, como el baño de las mujeres en el río, los desfiles de tehuanas en su traje de gala con resplandor, el trabajo en el mercado, etcétera. Sin embargo nunca más se lograría la calidad de las imágenes obtenidas por Eduard Tissé.No obstante, ¡Que Viva México! carece de profundidad argumental, salvo en la historia de "Magueyes" (filmada en el estado de Hidalgo) donde se cuestiona la situación laboral de las haciendas. Además el propio Eisenstein sufrió presiones, censura y hasta cárcel a fin de que su film no denigrara a los mexicanos. Todo ello "trajo como consecuencia que el resultado que hoy conocemos deje la impresión de ser una película folklórica y turística, en la que de cuando en cuando aflora el sentido del humor, de la sátira y de lo trágico, características de este director …".[9] Eisenstein tuvo mala suerte pues Sinclair y su esposa retiraron el financiamiento, el material grabado fue retenido y editado por otros, y lo que hoy conocemos como la versión final de su trabajo, fue armada por su asistente Alexandrov en 1977.Tal vez la más emblemática de las películas sobre la tehuana y el Istmo de Tehuantepec, sea La Zandunga (1937), dirigida por Fernando de Fuentes. El film contó con la estrella del cine hollywoodense Lupe Velez, quien había regresado a México para sumarse a un elenco que incluía a Arturo de Córdova y Joaquín Pardavé entre otros.

Foto: Martínez Solares. Lupe Vélez es una tehuana glamorosa en la cinta Zandunga

Para cuando se produjo La Zandunga, ya se había iniciado con intensidad una corriente de cine "nacionalista", fundada sobre las bases de explotar el folklore nacional, y que había alcanzado su momento cumbre con otra película del propio Fernando de Fuentes, Allá en el Rancho Grande, de la cual el charro y la china poblana emergieron como símbolos nacionales. Después del éxito de esta cinta, se produjo una enorme cantidad de películas con trama campirana que se desarrollaban en el Bajío con charros como personajes centrales. El desgaste de esta fórmula propició que la misma historia de mexicanos valentones, alegres, doncellas sumisas y caciques malvados, se trasladara a otras regiones del país, con mínimas adaptaciones para dar el color local, por lo que  rápidamente se llegó al ámbito del Istmo y la tehuana.En La Zandunga, Lupe (interpretada por Velez) se ve entre tres pretendientes: Juancho (Arturo de Córdova) quien es un marinero veracruzano que trabaja para la American Fruit Co. (con lo cual se alude a que en cierto tiempo el Istmo fue exportador agrícola), Ramón (Rafael Falcón), un muchacho de la localidad y Atanasio (Rafael Icardo), un rico del pueblo que por malas artes quiere hacerse de los favores de Lupe.Juancho y Ramón se enfrentan por el amor de Lupe, pero siempre la intervención del alcalde don Catarino, impide el choque. En cierto momento el marinero debe salir de la región debido a su trabajo, pero promete volver. Su ausencia y la actitud solidaria de Ramón ante los abusos de Atanasio, propician que Lupe se comprometa con éste, aunque sin amarlo. Más adelante Juancho regresa y en un baile (una vela) afloran los verdaderos sentimientos de Lupe, quien, a instancias del propio Ramón, reconoce estar enamorada del fuereño, con quien finalmente baila.

Como telón están otros personajes que dan cierto color a la película como el alcalde, representado por Joaquín Pardavé, y su ayudante, por Carlos López "Chaflán". También aparecen escenas en las que se da la pizca de café, corte de plátano, desfiles de regada de fruta y otras que intentan situarnos en el Istmo. Se puede observar que la película fue cuidada en el vestuario, bailes y música, así como en el guión atribuido al propio De Fuentes y en el cual también participó Salvador Novo imprimiendo ingenio a los diálogos, sobre un libro de Rafael M. Saavedra.Sin embargo De Fuentes sucumbe al folklorismo y hace algunas concesiones a fin de hacer más "atractivo" su film. De hecho la exhibición de La Zandunga provocó el enojo de algunos intelectuales istmeños que lamentaron duramente algunas inexactitudes en los bailes y situaciones; incluso a uno de ellos le pareció incorrecto que uno de los personaje tomara agua de guanábana y no de tamarindo.[10]Aunque Lupe Vélez no logró ser del todo convincente en el papel de la tehuana (por ejemplo en una escena canta y baila con nula gracia: "xhunca para acá, xhunca para allá"), el director se empeñó en mostrar algunos de los rasgos atribuidos a las istmeñas e insiste en su laboriosidad, pues Lupe vende flores en el mercado, o bien las mujeres aparecen en una escena fumando señalando así su independencia. Sin embargo los personajes femeninos al final parecen supeditados a las pugnas de sus pretendientes. De esta forma Lupe, sólo a instancias de Ramón acepta estar enamorada de Juancho, con lo cual el retrato que De Fuentes hace de la tehuana, carece de toda la fuerza y sensualidad que le era atribuida.La Zandunga en realidad trató de impregnar de un sabor istmeño una trama convencional de amores, desencuentros, ricos abusones y algo de comedia, que se repetiría en nuestro cine hasta el hartazgo. A Emilio García Riera la película le mereció el siguiente comentario:Desde luego, el verdadero Istmo desapareció tras su propia fachada pintoresca, pero De Fuentes ya debía suponer que el folclor, adulterado o maquillado, puede tener mayor efecto en el público que el verdadero. Además, el folclor había de servir en este caso a un curriculum hollywoodense, el de Lupe Vélez, que no era un prodigio de autenticidad.[11]Otra de las películas que se desarrollaron en escenarios istmeños fue Tierra de Pasiones (1942), con las  actuaciones de Jorge Negrete (en el papel de Máximo Tepan), Margarita Mora (Linda), Pedro Armendáriz (Porfirio) y José Baviera (Diego Banderas), bajo la dirección de José Benavidez Jr. La película, que transcurre en el hipotético Tehuantinchán (obvia combinación de Tehuantepec y Juchitán), narra las desventuras amorosas de una pareja, Negrete y Mora, debido a que el cacique local, interpretado por Baviera, trata de poseer a la doncella.Tal trama permite que se reproduzcan una serie de situaciones para mostrar las costumbres istmeñas; una boda, al rito de comprobación de la virginidad después del enlace matrimonial, el desfile de los novios en carretas adornadas, la regada de frutas, el baño de las mujeres en el río, las canciones y bailes istmeños dudosamente interpretados.Los abusos del cacique Banderas propician que Máximo Tepan y Porfirio organicen una gavilla que se va al monte para hacer justicia, al tiempo que continúan los amores y desencuentros entre Máximo y Linda, que procrean un hijo sin haberse casado. Tepan muere en una emboscada del malvado Banderas, pero años después su hijo, interpretado por el mismo Negrete, toma venganza y mata al cacique.

Jorge Negrete y Margarita Mora en Tierra de pasiones

Desde luego el director no desperdició la presencia de Negrete, quien entona a todo pulmón varias canciones; entre éstas canta su orgullo de ser tehuano. En esta película el personaje de la tehuana se diluye, opacado por las disputas machistas de los personajes masculinos, obsesionados por la virginidad de Linda y no se percibe en la trama toda de la sensualidad descrita por viajeros. Por ejemplo en la escena del baño en el río, Linda pudorosamente se oculta para no ser vista por Máximo, y queda sólo el folklorismo que tanto se explotaba en el cine nacional, a través del traje típico y de la música de la región.Sin embargo es notorio del film, el señalamiento al caciquismo y el surgimiento de gavillas justicieras que se levantan contra el autoritarismo de los gobernantes, lo cual tenía sustento histórico en la región. Incluso en sus afanes de autenticidad, el cacique Diego Banderas llega a increpar en zapoteco.En 1949, fue filmada Rincón Brujo por Alberto Gout, quien a través de su productora, Constelación Films había realizado algunas películas. Sin embargo esta fue la primera en la que tuvo total control, pues la produjo, dirigió y escribió el guión. Para esta ocasión contó con Gloria Marín (Rosalba), Víctor Junco (Vicente Natarén), Armando Silvestre (Eligio) y Dagoberto Rodríguez (Gilberto), entre otros.La trama se desarrolla en un pueblo situado en los límites de Chiapas y Oaxaca cuando está por iniciarse la Revolución. Ahí la bella Rosalba vende chocolate en el mercado, mientras su padre (Pedro, interpretado por Arturo Soto) es jefe de una banda que se dedica al contrabando de armas (lo cual de paso refiere las muchas rebeliones que se dieron en la región istmeña). Pedro es perseguido por los soldados federales, Eligio y Gilberto, con los cuales Rosalba coquetea para evitar su detención (de hecho Rosalba y Gilberto se convertirán en amantes).Ambos militares pelearán por el amor de la tehuana, teniendo como desenlace la muerte de Gilberto y el encarcelamiento injusto de Eligio. Por su parte Rosalba descubre el sitio en el cual Gilberto escondía el dinero que ganaba con el dinero que robaba a los traficantes de armas, y lo usa para liberar a Eligio y convertirse en la mayordoma de las fiestas del pueblo. En esta historia se verá involucrado un tercero en discordia, Vicente (hermano de Eligio), de quien Rosalba se enamorará sinceramente.Durante el film se insiste en la actitud liberal de Rosalba, manifiesta en sus coqueteos, su comportamiento y en cómo aprovecha su belleza para utilizar a los hombres. Los personajes masculinos parecen supeditados a sus devaneos y siempre, aunque se hagan el propósito de resistir a sus encantos, terminan siendo sus víctimas al tiempo que la tehuana ríe a carcajadas. Es notorio que en Rincón Brujo, es la mujer quien decide cuando y con quien inicia sus relaciones sentimentales, y el momento de concluirlas. Otro ejemplo de la liberalidad planteada en esta cinta es la escena del baño en la poza, en la cual las aguas cristalinas nos permiten ver parte del cuerpo desnudo de Gloria Marín, contrastando con escenas similares, sólo que llenas de pudor y mojigatería, de Tierra de Pasiones y Mujeres del paraíso.Gout planteó un retrato liberal de la tehuana, pues Rosalba, no obstante que ejerce su sexualidad libremente, no es planteado como un personaje negativo (como solía suceder en los films de la época), por el contrario parece muy simpática por la mala vida que le da a sus galanes y por la solidaridad que muestra con los suyos. De hecho su capacidad de seducción la utiliza para proteger a su padre o para liberar a Gilberto.Ciertamente Gloria Marín logró una convincente interpretación y pudo transmitir ese erotismo atribuido a las tehuanas, ausente en otras películas con temática istmeña. De esta forma Rincón Brujo se acercó al estereotipo planteado por viajeros y artistas. Aquí el personaje femenino tiene carácter y vivacidad. Asimismo, como en otras ocasiones, se señala la independencia, alegría, laboriosidad y sensualidad de la tehuana. García Riera señaló al respecto:Ella aseguraba no tomar la vida en serio, aunque la creyeran mala o loca, y se negaba a estar atada a nadie; por eso, trastornaba a los galanes después de seducirlos desde una hamaca, o bañándose desnuda en una poza, o bailando "Dios nunca muere" vestida de tehuana y riendo a carcajadas.[12]Sin embargo, Gout no pudo resistirse a plantear un final en cierta forma ejemplar, pues Rosalba será despreciada por Vicente, el verdadero amor, quien luego de librar a su hermano del enamoramiento por la tehuana, decide salir del pueblo abandonándola, mientras ésta lo sigue a cierta distancia; entendemos que vencida por fin y sometida a un hombre.[13] No por nada la publicidad de la película señalaba: "Jugó con los hombres y con el amor… para ser víctima de su propio juego!"Durante todos estos años, que se caracterizaron por una efervescente producción cinematográfica, abundaron las películas con temas "nacionalistas" que fueron tocando distintas regiones del país.[14] Con esta idea la figura de la tehuana apareció de manera tangencial en varios films, el afán de estas producciones era mostrar la riqueza del folklore mexicano a través de su música, indumentaria y bailes, y de paso proyectar una idea de concordancia nacional.Por ejemplo el cineasta Arcady Boytler, de ruso, filmó con Mario Moreno "Cantinflas", la muy celebrada Aguila o Sol (1937). Este film trata de reproducir el ambiente de las carpas en la ciudad de México, ello da la pauta para que se desarrollen varios sketches cómicos, canciones y bailes. En todo ello Boytler proyectó sus primeras aficiones cinematográficas, pues él mismo había sido comediante en sus inicios.

Entre las varias escenas que se desarrollan en la carpa vemos a la actriz Marina Tamayo bailando "Dios Nunca Muere" vestida de tehuana, así como un ballet de istmeñas.[15] 

Uno de los bailables de la cinta Águila o sol (Boytler, 1937)

En el mejor estilo folklorista se encontraba Escándalo de Estrellas, filmada en 1943 por Ismael Rodríguez, en el film Pedro Infante representa al hijo de un productor cinematográfico a quien desafía realizando su propia película, que como es previsible está llena de números musicales permitiendo el lucimiento de Infante. Muchos de los cuadros musicales aluden a las distintas regiones del país hasta que aparece un grupo de tehuanas y chinas poblanas al tiempo que el carpintero de Guamúchil canta: "Con mis chinas poblanas de mi orgullo y mi pasión…../ y mis lindas tehuanas en mi corazón."La idea era de sobra conocida, la exaltación patriotera que apuntaba a la unidad nacional. Así, Infante vestido de charro, canta un jarabe tapatío para que tehuanas y chinas poblanas bailen. Al final la protagonista femenina, Blanquita Amaro, vestida de tehuana, por cierto con un traje nada auténtico, interpreta: "México y Cuba nos dieron un amor inseparable."En Ave de Paso (1945) Carlos López Moctezuma da vida a un hombre maduro enamorado de una cantante argentina (Olga Razzini), a quien obsequia un traje de tehuana para que lo utilice en su debut en un cabaret. Moctezuma comenta a la gaucha, que tal indumentaria (por lo demás totalmente artificial), había sido ofrecido por los indios (debemos asumir que zapotecas), a la emperatriz Carlota, y que de alguna manera había pasado a ser propiedad de su esposa, la cual aparece en una pintura vestida de tehuana. Escenas más adelante vemos y escuchamos a Pazzini cantando tangos con dicho vestido, rodeada de un ballet de seis parejas de istmeños.Otro ejemplo de la aparición incidental de la tehuana, se dio en El Mariachi desconocido (1953) estelarizada por Germán Valdés "Tin Tan"; en este hilarante film, Lupita (Rosa de Castilla), la novia del pachuco trata de probar suerte como cantante folklórica en una carpa, vestida de tehuana con un traje que desde luego no es original.La tehuana siguió siendo un icono de la galería nacional como sucede en Tizoc (1956), en la que "la doña" María Félix viste los trajes autóctonos de todas las regiones de Oaxaca, claro está que entre ellos el de istmeña. Bajo esa línea argumental se encuentra A los cuatro vientos (1954), dirigida por Adolfo Fernández Bustamante, que repite la fórmula folklorista en un teatro donde actúan cantantes y un ballet, lo que da pie a un baile de istmeños. En la misma veta Jaime Salvador dirigió Fiesta del corazón (1957) en la que aparecen cantantes de música vernácula, cientos de charros, yucatecos, jarochos y por supuesto una tehuana.La idea que nos transmite la aparición de las tehuanas en estos films, es la diversidad regional y riqueza del folklore, pero a la vez la armonía nacional y el orgullo por lo mexicano. Afortunadamente el paso de los años marcó la decadencia del género folklorista, con lo cual disminuyó la aparición de tehuanas en la pantalla. Vale agregar que la figura de la tehuana no sólo fue atractiva en el ámbito local, sino que llegó a trascender al cine norteamericano, ello se pudo observar en Tropic Holiday (1938) dirigida por Theodore Reed. En esta película se daba la visita de personajes estadounidenses a nuestro país, en donde podían gozar de la naturaleza y las costumbres locales, además de conocer a los nativos.[16] 

En la cinta Tropic Holiday, la exótica Dorothy Lamour, interpreta a una tehuana.

En este caso uno de los norteamericanos se enamoraba de una mexicana (Manuela) interpretada por Dorothy Lamour, a quien Hollywood había asignado varios papeles "étnicos" y que aquí aparece con traje de tehuana. La película exhibía una verdadera revoltura folklórica para hacerla más atractiva ante el público norteamericano, en lo cual no distaba mucho de las películas nacionales que perseguían fines similares.Por otra parte, en el género del cine histórico se hicieron varias películas en las cuales se alude a Oaxaca, y en una de ellas aparece la figura de la tehuana. El Rayo del Sur (1943) es una biografía sobre el cura José María Morelos y Pavón, representado por Domingo Soler. En la cinta se sigue hasta la saciedad las gestas militares del Siervo de la Nación, cuajadas de anécdotas patrióticas y frases célebres a cada momento.Al seguir las hazañas del rayo del sur llegamos a Oaxaca, donde es recibido con entusiasmo y en su honor se realizan homenajes, entre éstos el Siervo de la Nación asiste a un improbable ballet de tehuanas, que por su sincronización nos recuerda al de Amalia Hernández. Ello mientras una voz en off nos informa que Morelos además de cura era hombre, por lo cual naturalmente se enamora y mantiene una relación sentimental con una de las bailarinas (interpretada por Stella Inda).[17]

Así de manera tangencial se evoca la sensualidad de la tehuana y una cierta idea de nacionalismo. 

Dolores Camarillo y Stella Inda, como una tehuana en la cinta El rayo del Sur, 1943.

NOTAS

[1] - Cfr. Ricardo Pérez Montfort, "Notas sobre el estereotipo de la tehuana", en Acervos, N° 19, Oaxaca, otoño del 2000, páginas 48-49.[2] -  En Jean Charlot, Mexican Mural Renaissance, New Haven and London, Yale University Press, 1963, página  144, y citado por  Aída Sierra Torre, "Geografías imaginarias II: la figura de la tehuana", en Luis Martín Lozano (coordinador), Del Istmo y sus mujeres, tehuanas en el arte mexicano, México, Museo Nacional de Arte, 1992, página 48.[3] - Cfr. Aurelio de los Reyes, Medio siglo de cine mexicano (1896-1947), México, Editorial Trillas, 1991, páginas 130-133.[4] - De la misma época se registra el film "Las fiestas con motivo de la inauguración de la Ruta de Tehuantepec", filmada por Enrique Echániz Brust. Véase Perla Cusik, Diccionario de directores del Cine Mexicano, México, Conaculta, 2000, páginas 220 y 462. Por su parte Aurelio de los Reyes consigna que en 1908 se filmó Inauguración del tráfico internacional por el Istmo de Tehuantepec, que incluía vistas de Salina Cruz, Coatzacoalcos y lugares pintorescos del camino. La película fue exhibida por los hermanos Alva. Al respecto Aurelio de los Reyes, Op. cit, página 41.[5] - Hacia 1929 se filmó en Estados Unidos una película llamada Dios y ley, dirigida por el mexicano Guillermo Calles, quien además produjo, escribió y actuó en la cinta. La trama, que pretendía ser de corte indigenista, se desarrollaba en Tehuantepec. La historia de Calles es peculiar, se había establecido en California filmando varios papeles secundarios representando tipos mexicanos o indios. Realizó además varias películas en las que la historia refiere las desventuras de indios mexicanos. Véase la obra de Emilio García Riera, Historia documental del cine Mexicano, México, Editorial Era, 1992, vol. 1, páginas 20-21, que incluye una reseña de dicha película.[6] - Cfr. Serguei Eisenstein, ¡Que viva México!, prólogo Gabriel Ramírez, México, Ediciones Era, 1971.[7] - Con relación a los fines de Eisenstein al filmar en México, Aurelio de los Reyes comenta: "Su idea era turística y, si se quiere, folklórica, en perfecta concordancia con aspectos de las inquietudes nacionalistas mexicanas, lo que no era raro por el influjo que había recibido; además sucumbía ante el impacto del folklore y del paisaje, geográfico, cultural y humano; los contrastes entre cada región eran profundos, y para lograr su unificación concibió la película como un sarape." De los Reyes, Op. cit, páginas 103-104.[8] - Véase Eisenstein, Op. cit, página 71.[9] - De los Reyes, Op. cit, página 103.[10] - Al respecto se pueden consultar las notas furiosas y exageradas de Vicente Matus, "Un indio zapoteca critica La Sandunga de Lupe Vélez", en Hoy, México, 7 de mayo 1938, páginas 42 y 66, y la de Ricardo Olmedo, "La Zandunga en la pantalla", en Oaxaca en México, México, febrero de 1938, página 4.[11] - En García Riera, Op. cit, vol. 1, página 302.[12] - Véase García Riera, Op. cit, Vol. 5, página 75.[13] - A manera de juicio Eduardo de la Vega comenta: "La película fracasaba además en su intento de hacer un retrato femenino 'anticonvencional', pues al final la protagonista era castigada por sus afanes de coquetería al quedarse sola y enfáticamente angustiada para que, después de todo, tuviera que doblegarse al macho y seguirlo." Véase el libro Alberto Gout (1907-1966), México, Cineteca Nacional, 1988, Serie: Monografías, N° 3, página 35.[14] - Al respecto basta mencionar que la producción cinematográfica se mantuvo a la alza hasta 1958 en que se alcanzó el punto de las 135 películas filmadas.[15] - Cfr. Eduardo de la Vega Alfaro, Arcady Boytler 1893-1965, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1992.[16] -Véase Emilio García Riera, México visto por el cine extranjero 1894-1940, México, Editorial Era Universidad de Guadalajara, 1987, volumen 1. Con relación a Tropic Holiday, páginas  208-209. En esta cinta además aparecieron Tito Guízar, Elvira Ríos y otros actores nacionales, además de incluir música de Agustín Lara a fin de darle un carácter local.[17] - Por cierto que en efecto José María Morelos mantuvo relaciones amorosas y procreó con la oaxaqueña Manuela de Aponte, dos hijos: Luciano y Jesús María Aponte. Al respecto el libro El Siervo de la Nación y sus descendientes: epopeya de Morelos: documentos: datos biográficos, Leopoldo Carrasco Cardoso (comp.), Morelia, Fimax Publicistas, 1984. Véase la página 79.

La Tehuana, imágenes de voluptuosidad y recato, en el cine nacional. 2