My French Film Festival ofrece películas gratis por Internet

Por Ali López

Un pequeño pueblo al sur de Francia. Una insoportable ola de calor que seca los campos y mata de sed a los animales. Un grupo de colonos desesperados. Un joven desubicado, culpable de varios males, con excepción del que lo asola; su mente no funciona como debería. Un malogrado artesano con una pequeña hija, sin trabajo, y con una esposa al borde de un ataque de nervios. Todo se conjuga, todos los elementos conviven y convergen, todas la líneas se cruzan en un punto; un asesinato, un misterio, un secreto que, tal vez, son muchos.

“Golpe de Calor” (Coup de chaud | Raphaël Jacoulot | Francia-Bélgica |2015) es una cinta policiaca sin (muchos) policías, un misterio criminal elaborado fuera de contexto; ajeno a lo citadino y a los investigadores bisnietos de Arthur Conan Doyle. Es una intriga regional, social y crítica; un Hitchcock antropólogo social. Un cine igual, pero diferente, es decir, la misma gata pero revolcada, camuflada, vestida de mona, pero bien vestida. “Golpe de calor” es un buen golpe, es certero, letal, un jab a la mandíbula del espectador, qué cuando menos se da uno cuenta, ya tiene las uñas entre los dientes, y la butaca, o asiento, untada a la espalda.

Un thriller crónico, con un suspenso denso, lento y envolvente. Un torbellino lento, que sabe contar historias; que tiene voz de arcano, de viejo cuenta-cuentos; a veces ríe, a veces llora, pero siempre sabe lo que siente. Se toma su tiempo, sabe explicar las cosas. Una receta de cocina que otorga los ingredientes, que sirve ensalada, y al momento del plato fuerte, te deja con un amargo sabor de boca; un dulce y amargo sabor de boca. Se sufre, y se disfruta, como debe ser el cine, vívido, contrastante, representativo.

La trama es de pocas opciones. Cierto es que con un poco de perspicacia, o cierto conocimiento fílmico, el misterio se resuelve en tres segundos, pero ¿por qué arruinarnos 6120 segundos (o 102 minutos) de buen cine con conjeturas (pseudo)intelectuales? Pues la película se maneja con soltura, con la soltura permisiva del misterio melodramático del extranjero, el tono europeo de fría sensibilidad. Los personajes son sacados de un molde prefabricado, sí, pero ese molde sigue generando muñecos de acción líderes en ventas. Pues el secreto del juego no está en el juguete, sino en quien juega. Y las piezas se mueven a la casilla que uno espera, pero te dejan en jaque. Y mate.

La conclusión deja más preguntas que respuestas, y la leyenda que leímos al principio de la cinta, la que dictaba “basado en una historia real”, no ayuda a fomentar la calma.

La violencia no siempre debe ser explícita, y las cintas de misterio no siempre deben tener ese tono sombrío de los años 40, o la dinámica sucesión de persecuciones y explosiones acarreadas por dos intrépidos policías. Porque hay cintas a las que estamos acostumbrados, y otras que son capaces de darnos más que el ejercicio práctico de mover la mandíbula moliendo palomitas. Con “Golpe de calor” se puede ejercitar el ingenio, el Sherlock Holmes interno, pero también, el joven defensor de los derechos humanos que solemos llevar dentro; el viejo quisquilloso que pregunta sobre la condición humana, y el asesino en potencia que se queda atónito ante la facilidad que hay en el mundo para cometer un crimen.

Una cinta redonda, actual, lenta y constante. Una cinta mentirosa, pues sólo así es capaz de elaborar su verdad, la verdad. El mundo actual en una película, en una simple cinta de misterio. Tantas preguntas, y tantas respuestas, dictadas en unas cuantas líneas: ¿Quién mató al chico? ¿Él? ¿Ella? ¿Todos? ¿Nadie?

Dos maneras de conocer la respuesta. La primera, la ficticia, se sabe al ver la película; la segunda, y real, se descube al terminar de verla y afrontar todo lo que deja.
Buena suerte.

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