Por Hugo Lara

Los personajes atormentados y decadentes siempre han sido atractivos para la literatura y el cine, pues en general resultan una excelente materia prima para abordar las contradicciones de la condición humana desde el ángulo de su miseria, como recientemente quedó demostrado con la película El Luchador (The Wrestler, 2008) que tuvo una afortunada acogida del público y la crítica. 

También en esta línea se inscribe Loco Corazón (Crazy Heart, 2009), que está cifrada en la vida extrema de un cantante country, la historia de un personaje luminoso pero también oscuro, lleno de sufrimiento, de cuentas pendientes por pagar. Éste es el primer filme como director de Scott Copper —también guionista del filme basado en la novela de Thomas Cobb— quien sorprende gratamente en su debut. 

La trama cuenta la complicada existencia de Bad Blake (Jeff Bridges), un cantante country que ha visto pasar sus mejores años y ahora vive de sus viejas glorias, haciendo apariciones en bares de quinta, de pueblo en pueblo por el sur de Estados Unidos. Bad es un costal de mañas, un malabarista de la vida de gran simpatía y sensibilidad, que ha vivido al límite, con excesos de mujeres, ex esposas y alcohol. Su inercia cambia cuando conoce a Jean Craddock (Maggie Gyllenhaal), una joven reportera —y madre de un pequeño niño— que lo contacta para una entrevista y, al cabo de unos encuentros, comienzan una relación sentimental que le da aliento al cantante. 

Casi al mismo tiempo, recibe la oportunidad de volver a los escenarios importantes de la mano de su antiguo aprendiz, Tommy Sweet (Collin Farrell), quien se ha convertido en una superestrella, pero a quien Bad guarda resentimiento por una traición del pasado. Bad se encuentra de pronto en la posición de reconciliarse con su vida, y esto lo empuja incluso a buscar un hijo que abandonó de niño. No obstante, su alcoholismo lo hace entrar en conflicto con su nueva pareja y eso lo motiva a abrir los ojos, para intentar recuperar su dignidad.  

Uno de los atributos de Loco Corazón es el tono equilibrado que logra manejar el director, alejado del melodrama fácil o del relato edificante, para crear en cambio un retrato sencillo, honesto y lleno de texturas sobre un granuja en su ocaso. Igualmente se trata de una narración que funciona gracias a la ironía y al humor, a su sabor agridulce, a su mirada despojada de artificios. 

Cobb recrea con brillante naturalidad los espacios comunes de las ciudades texanas y los ambientes sórdidos de sus lupanares, con su gente vulgar, fea y maloliente pero tocada en su sensibilidad por las canciones de Bad. En estas atmósferas, Cobb se asoma a la poética de la decadencia, que se acompaña magistralmente por la música country llena de ternura y fuerza que interpreta el mismo Bridges y que son composiciones originales de Ryan Bingham y T-Bone Burnett. 

El director se muestra más que solvente para integrar un rico conjunto narrativo basado en los detalles, en los parlamentos, en los gestos de sus actores. Se sirve, por ejemplo, de un diálogo en el que Bad se niega a revelar su nombre auténtico, en honor a su leyenda, y así Cobb desliza la idea de que su personaje está acostumbrado a andar con una armadura, a mostrar un rostro distinto a lo que es y siente en el fondo, porque a pesar de su dolor interior, Bad antepone su sonrisa y rinde culto a su imagen, la de un chico “malo” que se acuesta con sus decrépitas fans a las que deja en moteles baratos o que se emborracha en sus tocadas . 

Asimismo, destaca del director el trabajo que realiza con su cuadro de actores, con Maggie Gyllenhaal que alcanza notas sobresalientes, así como Colin Farrell que inclusive canta en el filme, o Robert Duvall —también productor del filme—, quien interpreta a un amigo confidente de Bad, dueño de un bar y poseedor de una florida filosofía popular. Duvall y Bridges comparten una hermosa escena de pesca, en medio de un lago, que queda para una antología sobre el sentido de la amistad, la solidaridad y la confianza, palabras clave de toda la historia. 

Jeff Bridges ha logrado con este personaje entrañable una de sus mejores actuaciones, quizás desde su magnífica interpretación del vago Lebowski (The Big Lebowski, 1998). Es un filme que le permite lucir, pues aparece en prácticamente todas las escenas. Los reconocimientos que ha recibido bien los merece. Ganar un Oscar sería una consecuencia justa. Loco Corazón compite en tres candidaturas al premio de la Academia, pues además de la de mejor actor, también lo hace en el de actriz de reparto (Gyllenhaal) y de música original. 

Loco Corazón
(Crazy Heart, EUA, 2009)  

Director: Scott Cooper  Reparto: Jeff Bridges, Maggie Gyllenhaal, Colin Farrell, Robert Duvall, William Marquez, Ryan Bingham, Paul Herman, Rick Dial, Tom Bower, James Keane. Duración: 111 min. Producción: Butchers Run Films, Informant Media. Música original: Stephen Bruton, T-Bone Burnett. Foto: Barry Markowitz. Edición:  John Axelrad. Diseño de producción: Waldemar Kalinowski

Por Hugo Lara Chávez

Cineasta e investigador. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Director-guionista del largometraje Cuando los hijos regresan (2017). Productor del largometraje Ojos que no ven (2022), entre otros. Director del portal Correcamara.com y autor de los libros “Pancho Villa en el cine” (2023) y “Zapata en el cine” (2019), ambos con Eduardo de la Vega Alfaro; “Dos amantes furtivos. Cine y teatro mexicanos” (coordinador) (2015), “Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-201” (2011) con Elisa Lozano, “Ciudad de cine” (2010) y"Una ciudad inventada por el cine (2006), entre otros.