“El asunto no es provocar, sino hacer una película que te guste”: Gaspar Noé

Por Ezequiel Obregón
CorreCamara.com-EscribiendoCine.com

Buenos Aires. Gaspar Noé es argentino, pero desde 1975 está radicado en Francia. Allí, construyó una filmografía que incluye a tres largometrajes: “Solo contra todos” (Seul Contre Tous, 1998), “Irreversible” (2002) y la más reciente “Enter the Void” (2009). Son películas personales, cargadas de sexo y violencia, le han valido defensores y fervientes críticos en todo el mundo. En esta entrevista exclusiva nos habla de su último film, que se estrena esta semana en Argentina.

Pregunta: ¿Es la primera vez que podés acompañar a una película tuya en el estreno argentino?

Gaspar Noé: No, ya lo hice para “Solo contra todos” e “Irreversible”. Más allá del estreno en Argentina, me cae bien porque venía a Buenos Aires a ver a mis padres y “de paso cañazo”. Como la película ya se estrenó en muchos países, no me inquieto tanto. No es como si fuese el primer estreno y estás esperando desesperadamente ver cuáles son las reacciones del público y la crítica. Eso ya existió. Por problemas de distribución el estreno se pospuso, hasta que un distribuidor chileno la compró y ahora la trajo aquí.

P: Dado que “Enter the void” es una película de impacto, ¿aún te genera interés la recepción o asumís que siempre va a causar una similar reacción?

GN: La película fue filmada en Japón, y las reacciones más raras que tuve fueron ahí. Es como si yo estuviese ilustrando el lado oscuro de la sociedad japonesa, y así como a los argentinos mucho no les gusta que los extranjeros hablen de Argentina, también a los japoneses tantos extranjeros viciosos en su propia capital no les gustó tanto. Por eso hubo reacciones críticas en Japón que fueron más grandes que en otras parte del mundo. Por suerte, para ellos, no todos los occidentales son tan decadentes.

P: Todas tus películas se estrenaron en el Festival de Cannes, sos uno de sus “abonados”. ¿Qué te significa ese festival?

GN: El Festival de Cannes es el más importante del mundo, y el más divertido, de lejos. Es el mejor lugar en donde parir una película también. Te pueden fusilar y te pueden llevar a las nubes, y a veces te tocan las dos cosas al mismo tiempo. Pero también es como ir al mundial de fútbol, si no representás a tu país es que tu equipo no es tan bueno. Allá es un placer tanto para el director, como para el productor, como para cualquier persona del equipo.

P: ¿Te gustaría filmar en Argentina?

GN: Por el momento, más allá de un documental que pensé en un momento, y una película inspirada en una historia real, no se me ocurrió ninguna. La próxima, que es una película sentimental y un poco erótica, podría ser filmada en Buenos Aires, pero se encamina a ser filmada en París.

P: En “Enter the Void” volvés un poco hacia atrás: a tus vivencias y a tu primera juventud. Respecto al Libro de los muertos que el protagonista lee, ¿qué relación tenías con él?

GN: El libro de los muertos tibetanos es como una biblia budista que explica a la gente cómo hacer el viaje en el más allá hasta la rencarnación o el ascenso a una dimensión superior. Lo leí cuando yo tenía 18, 19 años, y es muy poético. No es adaptable así como es, pero me sirvió como estructura para la segunda parte de la película. El héroe principal comienza a agonizar al cabo de los cuarenta minutos y las dos horas restantes es el viaje de un alma, o de la mente que cree convertirse en alma,  por encima de sus amigos y su hermana, sobre una ciudad virtual de Tokio. No se sabe si él la ve como fantasma o es algo que está soñando, simplemente. Yo no creo en el más allá, pero creo que en el momento de la muerte uno puede tener alucinaciones muy complejas. Quizás no tanto como las de mi película, pero hay gente que cuenta que vio “como películas”. “Enter the Void” es la película de alguien que está agonizando.

P: Es curioso que siendo no creyente tu película manifieste este pasaje al más allá

GN: Manifiesta el deseo de otras dimensiones. Así como cuando yo era adolescente me habré tomado un ácido o un hongo por aquí o por allá para salir de mi propia cabeza. Creo que nunca pude salir de mi cabeza, en cambio vi imágenes y colores, e hice asociaciones de ideas que no hubiera hecho sin esas plantas o productos.

P: ¿Te costó más recrear esas imágenes abstractas que dan cuenta de esas experiencias, o el trabajo con actores en medio de una puesta en escena tan compleja?

GN: La verdad es que había cosas muy complicadas de fabricar en esta película, y eso era parte del goce de hacerla. Por el momento no encontré la forma de cómo abordar mi próximo film para que no me cueste tanto como el anterior. El filmar con grúas, tener tantos efectos especiales y filmar en una ciudad fascinante como Tokio, o el hecho de hacer una película que no se parezca a nada de lo que hice antes eran un montón de elementos  irritantes. Pero filmar con un equipo que trabajó tantas horas por día fue un placer.

P: ¿Qué presupuesto tuvo?

GN: El presupuesto oficial fue como de 12 millones de euros, lo que serían como 15 millones de dólares. Para lo que es el resultado, es poco. Pero para lo que es el proyecto de película es mucho, así que por eso tardé tanto tiempo entre Irreversible y ésta. Costó encontrar el dinero para hacer esta película. Encima, cuando la empezamos a filmar no había llegado ese crack económico que hubo hace cinco años. Llegó en medio del rodaje, y le costó mucho a los productores vender la película. El momento en el que salió no fue el mejor. Se pudo hacer porque Irreversible había sido muy exitosa comercialmente.

P: ¿Por qué decidiste trabajar con actores no muy conocidos, a diferencia de “Irreversible”, en donde contaste con Mónica Bellucci y Vincet Cassel, dos estrellas del cine francés?

GN: La verdad es que los actores conocidos no me fascinan, algunos sí porque son muy simpáticos o son muy buenos. Pero es cierto que la ventaja de trabajar con caras no conocidas es que la gente se identifica más con los personajes en un primer nivel. No estás pensando en Robert De Niro, que lo viste en ésa o en otra… Es más fácil asociar a las películas con actores conocidos. Por suerte no me lo exigieron, y estoy muy contento con el trabajo de Paz la Huerta, que ella sí es actriz profesional. Pero el que hace del dealer y su amigo eran chicos que nunca habían visto una cámara de filmación en su puta vida.

P: Sos hijo de un artista plástico muy importante (Luis Felipe Noé) y tu película es muy estética y visceral. ¿Qué parte de la experiencia que vivenciaste en tu infancia, en el taller de tu padre, sentís que se cuela en tu filmografía?

GN: Creo que se nota mucho por la influencia de los colores intensos, se nota también cierta abstracción. Aunque mi primera película es muy diferente a la obra de mi padre. Pero la última se parece más, porque es como una obra conceptual. Mi padre no hace retrato de gente, ni naturaleza muerta. Hace cosas que son muy expresionistas. Y creo que mis dos últimas películas son más expresionistas que la primera. Por otra parte, a mi viejo le gusta salir del marco de una tela sobre un chasís, lo pone en forma perpendicular y hace formas muy complicadas. Creo que también hago algo de salir del marco habitual de una película, eso del campo y contra campo basado en diálogos. Es cómo uno puede divertirse con el lenguaje que está utilizando. En el cine aún más, sobre todo ahora que entramos en formas de tres dimensiones. Yo me divertí con los elementos que tenía al alcance.

P: En “Enter the Void” tanto la muerte como el nacimiento aparecen muy estetizados, y confluyen en una escena muy fuerte de un aborto. ¿Sos padre? En caso de que sí, ¿te genera algún impacto en especial?

GN: No, no lo soy. Ni tuve un aborto en toda mi vida. Si me tuviera que pronunciar a favor o en contra del aborto, la verdad es que no sabría qué decir. Preferiría no pronunciarme, por suerte nunca me ocurrió ese tipo de situaciones que no son fáciles.

P: Dado que “Enter the Void” tiene un anclaje biográfico, ¿sentís que la paternidad te haría cambiar tu punto de vista?

GN: Creo que hay un deseo y un temor de la paternidad, se nota con el nacimiento y con las mujeres embarazadas. Una mujer embarazada no solo representa al hijo potencial que uno podría tener en tanto director, sino también el origen de la propia vida. No sé si me obsesiona más el hecho de tener una filiación o el hecho de saber de dónde vengo. Si soy el producto de dos personas que se tiraron un polvo o no. Por suerte no es mi caso, mis padres me confirmaron que me desearon y se echaron más de un polvo en la vida.

P: Hay también una mirada sobre la mujer, no sé si misógina, pero sí muy sufrida. En “Solo contra todos” hay una persona vinculada a lo incestuoso, en “Irreversible” está la famosa violación, y ahora aparece una joven que tiene una relación de hermandad atravesada por el dolor. ¿Te pusiste a pensar alguna vez por qué tenés esta mirada?

GN: Creo que hoy en día es más difícil en el mundo occidental ser mujer que ser hombre, sobre todo en la juventud y adolescencia. Cuando sos un objeto de deseo masculino, los hombres físicamente son más fuertes. Sigue habiendo abuso, y creo que si les preguntás a las mujeres a cuántas entre ellas les gustaría haber nacido hombres, seguro que el porcentaje sería más alto respecto a hombres que hubieran querido nacer como mujer. En el mundo que vivimos, en Argentina, es más fácil ser hombre aún. Es cierto que es más fácil identificarse a una persona frágil que a una persona fuerte. Si se hace una película con niños lo que les puede pasar de malo te hace que te identifiques más, porque son frágiles. Sin ser misógino, creo que hay situaciones en las que es más fácil ser hombre que ser mujer.

P: Creo que hoy es muy difícil provocar, sobre todo habiendo atravesado la historia del cine. Pero tus películas suelen “escandalizar”, sobre todo a cierto sector de la crítica. ¿Cómo percibís esta cuestión?

GN: Escándalo nunca hubo, el único lugar en donde se puede hablar de eso fue cuando “Irreversible” se proyectó en concurso en Cannes. Pero la película, pese a todo, estando en concurso ya venía encasillada como “obra culta”. También hay gente que se ofende en Cannes porque cada uno va a defender a su propia bandera, y cada equipo crítico que representa a su país habla de las películas de otros países. Los productores de las películas francesas silban porque defienden a sus propias películas, es como ir a un mundial de fútbol. Provocar ya no es un problema. Dicen que Fassbinder provocó con su primera película, pero Fassbinder es Fassbinder, Tarcovski es Tarcovski… y algún director de comedia como Frank Capra es Frank Capra. El asunto no es provocar, sino hacer una película que a vos te guste. “Saló o los 120 días de Sodoma” (Pier Paolo Pasolini, 1975) la vi muchas veces, “Un perro andaluz” (Luis Buñuel, 1929) la vi muchas más, y bueno… Uno no busca un efecto, sobre todo hacer algo que vos mismo reconozcas como una película útil, divertida o interesante.

P: ¿Cuál sentís que debiera ser la función del cine?

GN: Son como “sueños guiados”. Hay algo muy chamánico en el cine. Así como podés ir a la selva en Perú y estar con un chamán que te da hongos y tenés un sueño abierto que puede parecerse a uno de esos juegos de play station, cuando hacés una película a la forma y al contenido no los podés cambiar. Pero el viaje dura 90 minutos o tal vez 3 horas. Y es un viaje muy guiado, como en una montaña rusa: no podés salir del coche. Si la gente se aburre, se va. Sale de la montaña rusa en pleno curso. Si la gente está hipnotizada por la película que hiciste, en ese caso los acompañás en un viaje mental. Una separación (Asghar Farhadi, 2011), la iraní, a mí me encantó y dura 90 minutos en donde estás recontra tenso, porque creés que lo que estás viviendo es una realidad. O la rumana 4 meses, 3 semanas y 2 días (Cristian Mungiu, 2007), que cuando la ves es como si estuvieras viviendo con los personajes aquello que les pasa. Es como soñar. En la vida hay un montón de experiencias que uno no quiere o no puede vivir, porque no tenés dinero o porque la vida no te lo permite. Entonces el cine te brinda sueños o pesadillas. Yo nunca fui a la guerra, pero películas de guerra vi un montón, y el conocimiento que tengo sobre las guerras es a través del cine.

P: Creo que persiste en tu cine algo de la experiencia vanguardista, ¿leíste a Artaud o Apollinaire?

CC: No leo tanto, soy de ver muchas películas. A los diez años solía ver una película por día, porque tenía un amigo cuyos abuelos y tíos trabajaban en las entradas de los cines de Corrientes y Lavalle, entonces iba todas las tardes. Tenía otro conocido que trabajaba en la entrada de la Cinemateca  Hebraica, y también iba. Cuando fui a París miraba la tele, y luego cuando apareció el VHS miraba en VHS. Mi cultura narrativa es de tipo cinematográfico. Leí pocas novelas, muchos ensayos. Lo último que me impresionó de la literatura argentina, y que fascinó, es Lamborghini.

P: ¿Y qué realizadores te gustan, de los de antes y los más actuales?

GN: Durante mucho tiempo, uno de los más inventivos era Godard. La película que más veces en mi vida vi es “2001: Odisea del espacio” (Stanley Kubrick, 1968). Después, “Eraserhead” (David Lynch, 1977) y “Un perro andaluz”. Y de los actuales, el que me parece más zafado e inventivo, aunque sus películas casi nunca son perfectas, es Lars von Trier. Se divierte al romper sus propios esquemas en sus películas. A veces gana totalmente, a veces gana un poco menos, pero es uno de los que más me fascina. También soy amigo de Alain Cavalier, que hace películas con su cámara de video, su mujer y un sonidista. Y me parece recontra interesante lo que hace. De a ratos Michel Gondry es muy inventivo. Hay varios, pero diría que el director del que no me pierdo ninguna película es Von Trier.

¿De Apichatpong Weerasethakul viste algo?

Me desconcierta, me gusta pero me desconcierta. Quizás sea aún más abstracto que otros. Otra película que me fascinó fue la última que hizo Raúl Ruiz antes de morir, “Misterios de Lisboa” (2010). El danés Nicolas Winding Refn, cuya trilogía que hizo (Pusher) me gusta mucho.

¿Y del cine argentino?

Me fui hace tanto que estoy perdido… Llegan películas, pero veo más en DVD que en cine. Cada dos por tres, te recomiendan alguna. Por supuesto que conozco a Trapero y a Campanella. Pero mis clásicos argentinos son las dos primeras de Leonardo Favio y “La hora de los hornos” (Fernando “Pino” Solanas, 1968)

Las películas ‘Son como “sueños guiados”. Hay algo muy chamánico en el cine, dice