• Se estrena Familia tortuga mañana viernes.
Por Leticia Carrillo “Aunque no fue escrito, si fue claro para todos: estos caparazones individuales, el caparazón de la familia habla de la incomunicación y más en un núcleo que es lo más triste” así se refirió Rubén Imaz, director de Familia tortuga, acerca de las metáforas implícitas en su ópera prima que se estrena mañana 31 de octubre con distribución de Canana. La cinta, protagonizada por José Ángel Bichir, Dagoberto Gama, Luisa Pardo y Manuel Plata González, ha ganado 8 premios en festivales de Chile, Ecuador, Francia y México. Ruben Imaz sostuvo una plática con el público durante el ciclo Lunes de octubre del Film Club Café, en la que comentó que más que hablar de las influencias que Familia tortuga tuvo, él prefiere hacerlo sobre sus gustos cinematográficos. En este sentido consideró que el trabajo de John Cassavettes, Maurice Pialat y el cine directo de los sesenta tienen elementos en común con su película. “…este cine orgánico que está registrando, que no hay nadie que está planeando sino que de repente la cámara se metió con una familia, donde la carga dramática de personajes aparentemente es simple”. Dos hermanos, su papá y su tío se encuentran en la búsqueda de los sueños individuales, tratando de dejar atrás sus frustraciones y de hallar su lugar en un mundo que les parece ajeno y extraño después de la muerte de la mamá, núcleo de esta familia. El director relató que tuvo la oportunidad de tomar una master class con Mike Lee en el Talent Campus de Festival Internacional de Cine de Berlín y una de las cosa más importantes que aprendió de él es que hay que conocer de antemano y de manera profunda a los actores con los que se está trabajando e irlos induciendo sobre la dirección deseada que para que a la hora de filmar, las situaciones se vayan dando espontáneamente y haya lugar Para la realización de su proyecto de tesis decidió llevar este aprendizaje más allá de los personajes y con la experiencia que tuvo haciendo cortometrajes durante su paso por el CCC, -donde supo que uno de los elementos más difíciles de controlar en un rodaje son las locaciones- resolvió que la historia plasmada en su guión, debería transcurrir en un lugar familiar para él. “Era la casa de mis abuelos, pensé que era adecuada porque yo la conocía, cuando yo quisiera podía hacer, salir, voltear, deshacer. Me fui metiendo en esta cosa que me había dicho Mike Lee, pero lo tomé más a fondo: tomo la casa, trabajo ahí con actores y filmo ahí”. Acerca de los motivos que lo llevaron a filmar esta historia el director mencionó que por esos meses lo invadió una cierta carga de tristeza ya que había visto por primera vez la muerte de alguien cercano, su abuela, una típica matrona mexicana que “hacía sopa de fideos para 500 personas, había mucha comunión ahí”. Por eso quiso hablar del luto, la muerte y los problemas de comunicación. También que una persona no debe estar atada a otra ya que tenemos la capacidad de inventarnos una vida a cada rato. De esta manera, los recovecos de la casa fueron el marco ideal para reflejar “lo que yo sentía: la ausencia, la pérdida, la melancolía que estaba generando una casa abandonada que se empieza a desmoronar de alguna manera, sientes los vacíos muy claros, muy identificados, que alguien murió en esta casa” expresó Imaz. Aunque después de haber filmado Familia tortuga, dijo el realizador, se la ha ocurrido una tesis muy interesante que es la de que todas las instituciones sociales están corrompidas, y pensó lo que pasaría si esta institución [la familia] también se desmoronara, entonces estaríamos generando seres humanos vacíos. “Algo con lo que quería trabajar antes de saber que quería hacer un largometraje de ficción era con dos adolescentes porque sentía que era alguien a quien podías controlar o por lo menos entender y generar algo” dijo respecto a la conformación del reparto. Así, Rubén Imaz expresó que a José Ángel Bichir ya lo conocía, cuando el actor tenía 13 o 14 años y desde entonces tenía ganas de trabajar con él. Para la filmación de Familia Tortuga, Bichir tenía 16 años. El proceso con él, fue empezarlo a llevar a la casa de la abuela de Imaz y relatarse mutuamente experiencias o anécdotas de sus respectivos amigos de la prepa. Después se dejaron de ver 3 ó 4 meses y ya en el rodaje con un par de palabras o guiños recordaban las cosas que servirían para su personaje: “es un muchacho muy maduro, un alma muy vieja, es buen actor, sensible y creo que también puede ser buen director”. Para el papel de la chica, un amigo le recomendó a Luisa Pardo, quien estima Imaz, está muy bien educada con las cámara. Ella es de Xalapa y desde los 18 años vive en México. Al igual que su personaje, perdió a su mamá muy joven. De hecho, la fotografía que aparece en la cinta, es de la mamá de Luisa. La petición de incluir dicha imagen fue de la actriz. Con Dagoberto Gama, Rubén indicó que se hizo un trabajo actoral más tradicional, trataron de encontrar empatías con su personaje, pero no hallaron demasiadas. El actor aceptó trabajar con Imaz debido, cree el director, a los buenos resultados que han obtenido cintas hechas por estudiantes del CCC en las que él ha colaborado como El violín, de Francisco Vargas. Respecto a cómo dieron con el actor que da vida al tío Manuel, el director, contó que el actor Manuel Plata López en realidad es medio hermano de su abuelo, es un hombre con un grado de parálisis cerebral que al crecer en una familia pobre nunca recibió algún tipo de educación y siempre estuvo de familia en familia, hasta que la abuela del director lo llevó a vivir con ella y su esposo. Hasta la fecha, Manuel sigue viviendo en esa casa y ésta se mantiene en pie gracias a los cuidados que él le brinda. Además es dueño de las tortugas que aparecen en el filme. “Entonces cuando voy a la casa con el fotógrafo, con José Ángel [Bichir], a visualizar qué iba a suceder, Manuel siempre se portó súper atento con nosotros, de repente nos damos cuenta que él era el último engranaje y el elemento faltante. Es como un símbolo, una metáfora. Planteado el conflicto en la familia, Manuel es el equilibrio para que éste no explote y es al mismo tiempo el único que da esperanza… apareció Manuel y se volvió mucho más interesante el trabajo, yo me sentí feliz porque era algo que estábamos buscando”. “Yo estaba muy escéptico al principio con su guión cuando ya faltaba muy poco tiempo para el rodaje, le dí su guión, él hizo sus cosas y cada vez nos fue sorprendiendo más, nosotros le íbamos poniendo retos que los iba resolviendo, era una actorazo y trabajó con puros actores profesionales” indicó Rubén Imaz. El realizador refirió que en la película, Manuel se representa a sí mismo. En el guión su pariente no era su hermana sino su sobrina pero una semana antes del rodaje, él empezó a decir que era su hermana, por lo que el equipo de producción decidió dejarlo de esta manera. Al interpretarse a sí mismo no le costó trabajo hacer las secuencias dramáticas porque “era algo suyo pero aceptó transgredirlo, exponenciarlo y evidenciarlo”. Respecto a la posibilidad de subtitular los diálogos de Manuel, Rubén desestimó esta opción ya que, dijo, hay que ser tolerante “estamos rompiendo mucho con los tabús teatrales, lo pensamos mucho con Manuel e hicimos muchas pruebas en sesiones con público, es parte del riesgo. Curiosamente, tratamos de desarrollar su personaje en orden cronológico y él mismo fue mejorando mucho su habla, empezó a ser la estrella del doblaje y empezó a hablar, hablar y hablar y al final de la película se le entiende perfectamente”. Mencionó que aprendió a dirigir actores con Ludwig Margules pues el maestro “tenía bastante claridad respecto a lo que funciona en la actuación, le llamaba el eslabonamiento de ideas, una idea lleva a la otra pero meramente con la emoción directa del personaje y el objetivo del mismo es que el drama nunca baje de cierto nivel”. Por otra parte, el director señaló que aunque actualmente hay un boom de jóvenes que tienen la determinación de hacer un largometraje a como dé lugar, esta inquietud no era tan evidente hace 4 años cuando él estaba a punto de egresar del Centro de Capacitación Cinematográfica. Sin embargo, a pesar de poderse titular con un cortometraje, él optó por la opción de realizar un largo ya que veía difícil la oportunidad de hacerlo en el corto plazo sin el apoyo económico y material de la escuela. Además pensó que eran mayores las posibilidades de que su trabajo fuera visto si hacía un largo en vez de un corto. De estas manera, recibió 109 mil pesos más el préstamo del equipo de parte del CCC. Aunque la cámara que ocuparon, una HDV Sony Z1, que es intermedia entre el video estándar y el HD, la consiguieron por afuera debido a las necesidades de iluminación de la producción. A los actores les pagó 2 mil pesos a cada uno, y ellos se lo agradecieron pues sabían que no podía darles más. Aparte de ellos, solo el staff y el catering pudieron cobrar. También el IMCINE apoyó en la postproducción a la película. Rubén aportó, desde la preproducción hasta la postproducción, alrededor de 30 mil pesos. Él calcula que si todos hubieran cobrado lo que deberían, el presupuesto hubiera ascendido a más de 1 millón de pesos. El proyecto le llevó 2 años, desde la escritura del guión en agosto de 2004, hasta su edición, a mediados de 2005. “La siguiente película que estoy preparando, tiene un presupuesto más elevado, vamos a conseguir apoyo en Europa y estoy tratando de no volarme y aprovechar que el recurso funciona, que todos cobren y así ya puedes exigir otro tipo de cosas” informó el cineasta acerca de Cefálopodo, su nuevo proyecto. “Si hubiera más apoyo se podrían hacer cosas más interesantes, en Francia, por ejemplo, los apoyos sí funcionan, hay una ley que obliga al exhibidor no solo a pasar las 18 versiones de Batman en diferentes idiomas, aunque en nuestro país ya se solventó un poquito el problema de la producción, debería haber recursos para todos porque si no, después solamente vamos a ser unos pocos suertudos, que haya para todos para que este país pueda hacer 100 películas, Francia hace 200 al año, pero bueno, mientras no haya eso no podemos cruzarnos de manos y no contar con recursos es una ventaja increíble porque te hace usar otro tipo de inteligencia fuera de lo que es dirigir, sino también cómo administrar, con muy pocos recursos hay que ser muy inteligente como llevas algo que quieres filmar” opinó Rubén en torno al papel del Estado en la consolidación de la industria fílmica nacional. De los autores mexicanos le gusta le trabajo de Carlos Reygadas, y en él ve la influencia de Buñuel y de Cazals: “Luz silenciosa es un trabajo muy interesante de contemplación, de tiempos, de miradas, lo que me gusta mucho a mí es cómo [Reygadas] trata a las dos mujeres, los hombres en la película son muy torpes, somos burdos, cuando el hombre está en problemas va con su amigo y el amigo le dice: ‘vamos por una chelas’, va con su papá y su papá le dice: ‘te envidio, nada más que cuidado porque puedes perder a las dos’ y las mujeres son sabias, son profundas, sin rencor, es muy bonito y yo creo que es una maduración muy fuerte de parte de él”. Considera a Japón, “una bomba, una revelación”, mientras que en la segunda vez que vio Batalla en el cielo, pudo ver otros valores que en la primera ocasión, no encontró. Asimismo, estimó que por ser el cine un lenguaje libre y abierto, -a pesar de lo que tradicionalmente se ha enseñado de él como un arte específico- las posibilidades para hacer homenajes a ciertos cineastas son muy amplias, abiertas. Por eso, no comparte la opinión de que Reygadas copió a Carl Dreyer en Luz silenciosa. “Oír y ver a los directores en los detrás de cámaras y leer a los directores que escriben sobre su vida y su trabajo: es donde más aprende” dijo a los asistentes al Film Club Café.