Por Enrique López T.     

Creo que nadie en su sano juicio, se decepcionaría si un naranjo da naranjas, un peral peras, un manzano manzanas, etc. de una calidad, digamos: gustosamente aceptable. Digo esto para afirmar con agrado que Salt (Agente Salt, 2010) es una película sumamente entretenida, sin más pretensiones cumple lo que promete, y eso es bastante. Así que quiero hacer un ejercicio de coherencia: evitando citar “temas ilustres” que la justifiquen y sólo expondré mi leal deleite.  

Salt explota todos los clichés de los thrillers, del cine de espías, de acción, de persecuciones… posee todos sus defectos pero lo hace tan bien, que los convierte en sus fortalezas, para darte más de una hora y media, de cabal diversión, con su dosis de expectativa; y eso se agradece, sobre todo si es lo que necesitas, simple y bello esparcimiento. No se trata de apagar el cerebro, sino de divertirte con las proezas de lo imposible, si estás dispuesto a creer.  

Nada mejor que ver como una bella mujer: desafía y rompe las leyes físicas, los límites anatómicos, dispara, golpea, parte caras, hace explotar cosas y sale airosa de todo. Angelina Jolie está en tono, no tiene que actuar demasiado, se interpreta a sí misma una mujer bella, sexy, y muy peligrosa. Pero conoce su oficio, vende muy bien músculo, ojos, labios, cintura… cuerpo en general; pero más que todo movimiento, dureza, riesgo y cierta intimidación propia de su alma (no quisiera verla enojada).   

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Las escenas de persecución son sen–sa–cio–na–les, cuando crees que han acabado, empiezan de nuevo aún más frenéticas. La velocidad que logran es abrumadora: ya sea a pie, corriendo desaforadamente, saltando, superando  todos los obstáculos; o en vehículos zumbantes, a tal grado que, se siente como sufre el vidrio y la lámina. Y es que Salt es una película que “piensa y sucede” horizontal pero también verticalmente, gran logro del director Phillip Noyce, del fotógrafo Robert Elswit y de los editores, que le saben dar una lucrativa cadencia y proyectar el estremecimiento físico, en todos sus aspectos.  

Así, más de una vez te dolerán los golpes que estás viendo, sobre todo cuando Salt a mano y pie desnudo asciende o desciende, o cuando lucha; y es que las escenas de pelea están perfectamente coreografiadas, pero son tan feroces y enérgicas que no parecen ballet, sino una auténtica camorra. Otra virtud es que no aplaza nada, hay clímax en donde menos lo esperas, para preguntarte “¿y ahora…?”. Pues ahora la película sigue, y sigue.  

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La trama tiene su encanto: ¿es Evelyn Salt una doble agente?, ¿de qué lado está?, ¿quién es realmente?, ¿hasta dónde se detendrá?… aún más, revive a los rusos como villanos, su confrontación con los gringos y el peligro del exterminio nuclear (sí, los ochentas están de regreso con la violencia actual). Hay más cosas, pero vale la pena descubrirlas personalmente, claro si uno está dispuesto a arriesgar su buen nombre de “cinéfilo exquisito”. Con todo, creo que vale la pena.  

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No pude evitarlo: para los que quieran hallar algún tema que sublime la película, podrían pensar que no todo está decretado, que hay una franja viva de libertad individual. Pero más allá podrían reconocer que Salt es un personaje, una película (y hasta un concepto) que pone en práctica, a nivel de acción, de expectativas y de gusto cinematográfico, ese bonito refrán que reza al calce:   

Más vale un “toma”, que dos “te daré”.