Desafío: la ópera prima de Julio Bracho
Por Ulises Pérez Mancilla
Desafío es el título de la ópera prima de Julio Bracho y, sin duda, la palabra que definió su paso de actor a director durante las cuatro semanas que duró su rodaje en noviembre pasado. Con locaciones en el Distrito Federal, incluido el emblemático Autódromo Hermanos Rodríguez, Bracho, en colaboración con Jorge Luquin (co-director de la película), dieron vida a la historia de Roger (Ari Brickman), un piloto que siguiendo el patrón del héroe redimido, tendrá que redescubrir no sólo su pasión por la pista y los autos, sino encontrar su lugar en el mundo.
Desafío, realizada en HD con la tecnología de la cámara Red One, era un proyecto que se venía cocinando hacía años y que después de muchas llamadas en falso se consolidó, en gran medida gracias al empuje de Jorge Seman, piloto dueño de la escudería Seman Baker y productor asociado, así como de Yadhira Mata, la productora ejecutiva de la película cuyo timón recayó en manos de Bracho, un acérrimo amante de los autos.
CARRERAS REALES
El mundo del automovilismo en México colaboró entusiasta durante el rodaje: los días 25 y 26 de octubre de 2008, el Autódromo abrió sus puertas a la marabunta de producción mientras simultáneamente celebraba la competencia real de la NASCAR.
Esos días, el crew se dispersó en dos unidades por todo el Autódromo. Mientras una (a cargo de Jerónimo Rodríguez) tomaba a los autos correr, la otra (a cargo de Ernesto Herrera) captaba los momentos dramáticos de los actores, puestos con el telón de fondo de la efervescencia automovilística.
Pilotos estrella regalaban uno que otro cameo, mientras una docena de corredores profesionales hacían de dobles corriendo bajo sus propios límites de velocidad ante el capricho de la cámara.
En la zona de pits, Ari Brickman y Andrés Montiel lucían sus trajes de gala (llamados NOMEX) mezclados con mecánicos reales que corrían a rendirle tributo a Alfonso Zayas, ícono del cine mexicano en los ochenta y que en Desafío cuenta con una participación especial como el jefe de mecánicos del villano de la historia, protagonizado por el debutante Alejandro Caso.
Julio, con su característico ritmo acelerado, iba de un lado a otro con el rush en las venas. Apenas terminaba de supervisar una escena entre los actores Rocío Verdejo y Rodrigo Murray cuando ya estaba en la zona de periodistas donde Alfredo Domínguez Muro, una institución en el periodismo deportivo, había accedido amablemente a narrar fragmentos de las carreras ficticias en su más puro estilo.
Al final del primer día de carreras (cuando los pilotos de la Nascar habían entrado a la pista sólo a hacer pruebas de calificación con público asistente), la convocatoria de Bracho fue tal, que cuando a alguien se le ocurrió convertir un Jeep cualquiera en cámara car, varios pilotos accedieron a correr para ser grabados en una carrera improvisada. Al volante del jeep que llevaba el equipo de cámara iba el mismísimo Bracho.
Al día siguiente (domingo), con el ímpetu de las carreras reales, el ánimo creció. El sonidista de la segunda unidad alteraba sus oídos con el arranque de los autos a través del boom, pero asimismo, descubría sonidos fascinantes de esos que se agradecen en las salas de postproducción.
En las carreras reales, previo al inicio tradicionalmente se hace la presentación de los pilotos sobre un pódium donde son ovacionados por el público. Para la filmación, el pódium fue prestado en tiempo real y, antecediendo los aplausos para las estrellas de la Nascar, se hizo un simbólico pase de lista de los pilotos ficticios mientras cada actor desfilaba con tremenda sonrisa.
Ya en zona de pits, José Sefami se preparaba para cambiar de vestuario cada que el auto real de Seman Baker entrara a revisión de llantas. Sólo había un par de oportunidades para lograr el shoot perfecto, que estuvo a punto de frustrarse cuando la asistente de vestuario se alejó al baño con el cambio de camisa que correspondía al día de la historia para el personaje de Jimi.
Bracho se contuvo y la asistente de dirección, cual Ana Guevara , corrió, corrió y corrió por la camisa, salvando no sólo el shoot, sino a la pobre asistente de vestuario que muy despreocupada volvió un par de horas después.
Esa tarde, como una señal de buena suerte (tanto para la gente de cine que estaba jugando a las carreras, como para la gente del automovilismo que estaba jugando al cine) el piloto de Seman Baker llegó en tercer lugar. Subió al círculo de ganadores. Julio, que días después declararía al periódico Reforma que su gran descubrimiento en este rodaje era “su bajo nivel de tolerancia”, al menos este día se veía y estaba feliz.