Por

Lorena
Loeza.
 

 

El
ya fallecido meteorólogo norteamericano Edward Lorenz, se considera pionero en  el desarrollo de la teoría del caos y el
efecto mariposa. Las nociones referidas al caos, el efecto mariposa y los
fractales son consideradas como la revolución científica más importante de la
segunda mitad del siglo XX.

 

Es
generalizado para la opinión pública asociar la idea del caos con desorden,
lo cual es en realidad una mala interpretación. El caos describe un fenómeno
que dada su inestabilidad es imposible de predecir. No es extraño que estas
preguntas hayan surgido en primer lugar dentro de la meteorología, que era el
campo de Lorenz. Posteriormente, los modelos matemáticos se fueron aplicando a
situaciones que describían fenómenos caóticos en distintos campos: la
turbulencia en la física, el crecimiento de la población en demografía, el
latido del corazón en medicina y la estabilidad del sistema solar en
astronomía. Con el tiempo, se fueron descubriendo aplicaciones de este
principio para otras áreas: la economía, las ciencias sociales, la música y
otras formas de arte, especialmente las que se basan en los fractales, como el
diseño y la arquitectura.

 

En
el cine ya hemos visto historias inspiradas en esta nueva idea de cómo explicar
el funcionamiento de la naturaleza. Darren Aronofsky presenta  Pi, El orden del caos (PI, 1998) una interesante
propuesta realizada con muy bajo presupuesto, que explora a profundidad el tema
desde varias perspectivas: La matemática, la económica, la política y hasta la
espiritual.

La
historia cuenta como Max Cohen, un joven genio matemático que vive casi
exclusivamente para los números, se obsesiona con la idea de encontrar un
patrón aplicable a la predicción del comportamiento de  los números en la bolsa de valores. La
bolsa constituye un ejemplo perfecto de lo que es un sistema caótico: es
absolutamente impredecible.


Sin embargo la posibilidad de encontrar
verdades profundas más allá del simbolismo numérico, enloquece y obsesiona a
cualquiera: desde fanáticos religiosos hasta ambiciosos hombres de negocios. Y
es que es evidente que donde el caso reina, la compasión  desparece.

Cargada
de enseñanzas y frases notables aplicables a distintos momentos de la vida, la
cinta resulta en el fondo una construcción caótica: enfermedad, soledad, muerte
y obsesión ¿Cómo pretender construir estabilidad con tantas variantes
inestables?

Matrix
(1999, Wachowsky Bros.) también se inscribe dentro de esta perspectiva, aunque
la  construcción de inestabilidad
la supimos hasta el final de la trilogía. Aún con las variables programadas y
aparentemente predecibles, siempre es posible que algún elemento se salga de
control produciendo un escenario inesperado. “y recordarás que no crees en esto
del destino, porque tu controlas tu vida” dice el Oráculo enigmáticamente a Neo
en su primera visita, sabiendo que la duda lo obligará a buscar nuevas
alternativas – y derroteros impredecibles, que aún siendo provocados no le permiten
vislumbrar el resultado.

http://pinsim.com/images/matrix-celular.jpg

El
efecto mariposa
(The butterfly effect, 2004) de Erick Bress, por su parte,
explora una teoría derivada: el cambio de variables por imperceptible que sea
dará como resultado escenarios y situaciones diametralmente diferentes. La
película puede resultar confusa pero no por eso pierde la capacidad de ilustrarnos
algo importante: nadie es totalmente dueño de su realidad y constructor de su
destino.

 

Y
es que por increíble que parezca, antes de Lorenz y otros pioneros de la teoría
del caos, nadie se había planteado como posibilidad el que la ciencia no fuera
capaz de construir leyes para explicar fenómenos no predecibles. Un mundo
ordenado con leyes concretas, es algo cada vez más alejado del verdadero
funcionamiento del universo. Alguna vez Scully le dice  Mulder en los expedientes X: Nada
sucede en contradicción con la naturaleza. En contradicción no, ¿pero que tal
sin su control ni consentimiento? ¿Es el determinismo la única manera de
encontrar la verdad? Científicos como Lorenz  podrían hoy responder con seguridad, que no.