Por Ulises Pérez Mancilla
Perturbadora, altamente perturbadora. Anticristo es un recoveco emocional sobrecogedor y angustiante. Un estruendo de la mente humana que apenas y se confunde con el laberinto que es, sufre de un sobresalto de cordura a la inversa: en el dolor todo es caos, reina la desolación y entonces, la memoria dispersa se enajena: cada quien se resguarda de sus temores donde puede y donde mejor le conviene, incluso en aquello que le provoca más daño.
Introducción: Una pareja pierde a su bebé que en un descuido, cae por la ventana de un segundo piso mientras el padre penetra intempestivamente a la madre. Con la muerte de su hijo, ella se sume inevitablemente en la pena y él, amoroso esposo pero también orgulloso psicólogo, decide convertirla en su paciente para sobrellevar su propio duelo.
No es ninguna novedad que Lars Von Trier pinte su historia sobre un lienzo misógino hasta los huesos. Lo ha hecho otras veces (como autor se arriesga a ello) pero lo cierto es que jamás es el tema, sino el contexto o la casualidad, simplemente lo expone y lo utiliza para enfatizar sus fábulas repletas de cuestionamientos éticos. Luego de su obstinado interés por la crítica social hacia el código moral ambiguo norteamericano, en esta ocasión, retoma el sinsabor de la tragedia individual y centra su objetivo en un relato intimo y minimalista al exterior, pero profundo y atroz al interior.
La película, que retoma el usual gusto del director por capitular, está dividida en dos tiempos. El primero, un homenaje cabal a Tarkovski, una incubadora de atmósferas opresoras que sin prisas, pone las cartas sobre la mesa a través de su edición asincrónica. El segundo, el alocado desfogue de sus personajes dolientes, rodeados por todo el maniqueísmo efectivo de su obra: un grito ahogado que sucumbe a la más fina locura. El sexo explícito y la violencia son lo de menos. Para entonces, el verdadero miedo habita en nuestros corazones porque Von Trier insinúa que el mal proviene de uno mismo.
Por lo que toca al público, no hay manera que uno sienta que ha dejado de pasar algo, cada momento es la ansiedad tremenda de la incertidumbre, la certeza de que algo está pasando y que de ninguna manera es para bien. En avalancha, la desazón de saberse frágil y desesperanzado se contagia en las butacas como enfermedad de odio, ya sea para someterse o para refutarla. Antricristo nació para no dejar indiferente a nadie. Su impacto trasciende el mero gusto, e irónicamente obliga a racionalizar el descarnado suceso cinematográfico.
Mención aparte merecen los actores. Charlotte Gainsbourg y Willem Dafoe son emocionalmente robados, sometidos y despojados de cuerpo y mente para encarnar un aterrador ensayo sobre la maldad humana, tan ordinaria y mitológica como la existencia misma.
Anticristo (Antichrist)
Dir: Lars von Trier. País: Dinamarca-Alemania-Francia-Suecia-Italia-Polonia Año: 2009. Guión: Lars von Trier. Fotografía en CyB&N.: Anthony Dod Mantle. Música: Kristian Eidnes Andersen. Edición: Anders Refn, Åsa Mossberg. Con: Willem Dafoe (Él), Charlotte Gainsbourg (Ella). Prod: Zentropa Entertainments, arte France Cinéma, ZDF/Arte, Meta Louise Foldager. Duración: 108 mins. Dist: Cineteca Nacional e Interior 13 Cine. Clasificación: C.