* Compite El cielo abierto en la sección de largometraje documentales mexicanos en el FICG.
* El filme es un retrato sobre Monseñor Óscar Arnulfo Romero, figura clave de la historia reciente de El Salvador
* El cineasta lamenta que los documentales se traten con desdén
Por Hugo Lara Chávez
Los productores originales de El cielo abierto, de origen estadounidense, se retiraron antes de que fuera concluida, temerosos de su polémico contenido y la posición política del director. Aun así, Everardo González (México, 1971) decidió seguir adelante y terminarla. El filme está centrado en la figura de monseñor Oscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador (1977-1980) que alcanzó notoriedad por su predicación en defensa de los derechos humanos en los años setentas, en el contexto de la violencia política de aquel país, hasta que murió asesinado.
González, cuyos destacados documentales La canción del pulque (2003) y Ladrones viejos (2007), que han sido premiados en varios festivales internacionales, reflexiona sobre la complicada realización de El cielo abierto, y ofrece varios puntos de vista respecto al oficio del documentalista y la importancia de este género como herramienta de denuncia en el cine actual. Su película busca el premio al mejor documental mexicano en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG).
CorreCamara: ¿Qué es lo que más te dejó satisfecho de El cielo abierto?
Everardo González: Una cosa que me dejó muy satisfecho fue haber conseguido la coproducción de la película, porque había sido originalmente un proyecto que a mí me delegaron, que me comisionaron para hacer, una universidad gringa, la Universidad de Notre Dame; pero por el contenido de la película ellos decidieron quitármela y retirarse de la producción conmigo, y yo conseguí rescatarla para coproducirla y poderla terminar como yo creía que tenía que ser terminada.
CC: ¿Por qué te retiraron el apoyo?
EG: Porque ellos pensaban que yo había hecho una película donde se planteaba que a la Iglesia se le había salido de las manos un conflicto (la guerra en El Salvador, en los años setentas), que yo pintaba una figura de Monseñor Romero incendiaria, que incomodaba. Yo siempre argumentaba que si no hubiera incomodado no lo hubieran asesinado; y no les gustaba que yo hablara de la política de intervención norteamericana, o sus doctrinas de seguridad nacional, o esas cosas. Como la institución era gringa y los inversionistas eran de allá, sintieron que lo que yo estaba haciendo ponía en riesgo la inversión de la película
CC: ¿Y en qué momento te quitaron el apoyo?
EG: Cuando yo tenía ya un corte casi definitivo, que es otra cosa que no me parecía. Me sentí bastante humillado, como si yo hubiera podado el jardín y tendido las camas y lavado los platos, para que alguien más se sirviera; entonces, una de las cosas que más contento me tienen es haberla podido coproducir, haberla terminado, no quedarme con una obra trunca, no hay peor película que la que no se termina, la que no se hace.
CC: Ellos te dieron esos recursos para que tú filmaras, y luego ¿te pidieron que se los regresaras?
EG: No, ahí acaba el contrato… me corrían pues
CC:Pero ellos ¿no reclamaron los derechos sobre lo que tú filmaste?
EG: Si, ellos tienen todos los derechos sobre mi material filmado, pero yo conseguí tener derechos sobre mi corte, pero yo no tengo nada de materiales, pero la película existe ahora.
CC: ¿Tú eres dueño de la película?
EG: De mi versión y ellos del material. Bueno, poder contar una historia que poco se habla en la historia de El Salvador, al menos, que está plagado de las historias de guerra y de posguerra, pero poco se habla de los periodos previos al estallido de una guerra civil; eso es lo que más me interesó del proyecto, poder contar qué orilla a un país a la guerra civil, cuáles son los elementos del coctel que hacen que reviente una sociedad.
CC: Fue de encargo en un principio y luego te lo apropiaste
EG: Pues sí, es muy difícil apropiarse sobre todo cuando se habla de figuras como la de Oscar Romero, o cuando se escuchan las voces de todos quienes dan testimonio en el documental, es muy difícil no involucrarse emocionalmente con un proyecto así, entonces era muy difícil también que yo me cruzara de brazos, y dijera ya me corrieron, ya cobré, ya no me importa.
CC: Porque además en un tema como éste uno asume una posición política
EG: Siempre, en general el cine es en una posición política, fue por eso que me interesó el proyecto. Yo tenía muchos ingredientes que a mí me llamaron la atención. Fue bastante complejo la producción con productores de Estados Unidos, una productora ejecutiva irlando-colombiana, era otro gerente de producción inglés de la BBC, estaba Pancho Vargas aquí en México haciendo los servicios de producción y la producción ejecutiva, entonces era muy complicado lidiar con tantos productores
CC: ¿Y en El Salvador cómo te recibieron?
EG: Muy bien, yo llegué al Salvador en un momento muy especial, cuando el FMLN ganó las elecciones, entonces era un momento en que la gente tenía mucho deseo de compartir su historia, lo que habían callado por casi veinte años. Llegué en un momento en que la gente tenía mucho deseo de hablar y mi cámara sirvió un poco de catalizador para que eso sucediera, entonces no hubo ningún problema para tener la voz de la gente.
CC: ¿Fue sencillo acceder a los testigos, a los archivos…?
EG: De los archivos siempre es complicado porque hay muy poca cultura de preservación de la memoria, entonces los archivos estaban olvidados en las gavetas o tirados, a veces, abajo de escritorios. Ahí Rodolfo Santamaría y Margarita Herrera, un mexicano y una salvadoreña, se encargaron de rescatar muchos de esos materiales para que yo los pudiera montar junto con Juan.
CC: ¿Ya exhibiste la película en El Salvador?
EG: En El Salvador parece que vamos a llegar en junio, o en mayo. Ambulante va a hacer una gira, y nosotros estamos viendo con el ministerio de cultura de El Salvador, que se haga una gira no sólo en San Salvador y en los departamentos, sino en los cantones o en los pueblos chicos.
CC: El tema debe seguir siendo un poco espinoso a pesar de la distancia
EG: Si hay una sociedad muy polarizada. Por ejemplo, cuando se hablaba del proyecto en restaurantes o en hoteles se tenía que hablar en voz baja, porque hay una presencia fuerte de todo lo que fue la invasión, de la CIA a través de la embajada.
EG: Hubo desde gente que cuando se enteró que yo lo estaba haciendo se molestó, porque Romero mismo es una figura muy polémica en El Salvador. Hay quienes lo miran como un gran defensor de los derechos humanos; hay quienes lo miran como un posible candidato a la canonización; y hay quienes lo miran como un derramador de sangre.
Creo que está cambiando porque también la presencia de un gobierno de izquierda, por primera vez en la historia de El Salvador, al menos desde el inicio de la guerra civil, hace que cambie un poco esta idea y la propia realidad de El Salvador hace que ese discurso se caiga, el discurso polarizado. Hoy muchos ex-combatientes de la guerrilla tienen que convivir con ex combatientes de las fuerzas armadas salvadoreñas para sobrevivir porque finalmente todos eran campesinos previos al estallido de la guerra civil. Es la convivencia y las condiciones económicas y sociales de El Salvador hacen que ese discurso se quede un poco en la idea, pero tumbar una idea de ese tamaño es complicado.
Es complejo lo que pasa en El Salvador con la figura del Romero y con el momento de la guerra. La generación nueva no quiere ni saber, no le interesa. Sobre todo la gente que no vivió el periodo de guerra, que le da lo mismo
CC: ¿Y aquí en México qué esperas?, ¿cómo has sentido su reacción (del público)?
EG: Es tristísimo, la cercanía que tenemos con Centroamérica, a nivel geopolítico, no solo geográfico, se convierte en un abismo cuando empezamos a mirar hacia Estados Unidos. En México muy poca gente sabe quien fue Oscar Romero. Yo mismo, no que no supiera quién era, pero era un ignorante de la trascendencia que tuvo su figura.
Pero así es como México funciona: como siempre mirando a lo lejos, y reconociendo muy poco lo que se tiene a la mano, o lo que se tiene cerca. Lo que sucedió en El Salvador fue una gran semilla de lo que iba a ser el estallido chiapaneco, los mismos elementos, la misma ruta ideológica. Pero como ya sabes, aquí en México mientras es noticia está bien, mientras no es noticia se nos olvidaron las firmas de los acuerdos de San Andrés, se olvidó el asunto de clasismo, racismo; se nos olvidaron una vez más las comunidades indígenas.
Es lo malo de una sociedad como la mexicana, tan cimentada en la clase media que vive un poco en las ideas, sin conocer mucho lo que pasa en el país
CC: Aunque digamos que el documental está aportando un granito de arena…
EG: Yo creo que siempre ha aportado pero sigue siendo mirado con desdén. El hecho de que el IMCINE no tiene un área específica para documental, siendo que el documental tiene unos diez u once años funcionando de manera muy constante en públicos, en muestras, en festivales, generando discusión, incluso siendo alabado por la crítica que a veces es bastante fuerte, en el caso del documental la crítica siempre está muy de lado de lo que sucede con el documental en México, y no hay un área específica.
Es lo que hoy pasa con esta película, Presunto culpable, un departamento jurídico que aprobó un proyecto sin haber revisado si habían o no cartas de autorización por uso de imagen, que es con lo que nosotros siempre trabajamos, los que nos dedicamos a hacer documental, y estalla una bomba.
Lo que es un hecho es que los públicos están interesados, pero no quienes hacen el monopolio de la exhibición y distribución de cine. Si a ti te toma un exhibidor que además es distribuidor, tu película tendrá un futuro más relevante, a que si no te lo toma. Como la condición misma del documental es la crítica, el cuestionamiento, sobre lo moral, lo ético, lo político, lo social, pues quienes tienen los poderes nunca se ven muy atraídos a esos fenómenos, a menos que eso lleve agua a su molino.
CC: ¿Esto de Presunto culpable entonces es un descuido?
EG: No sé cómo está a fondo el asunto, pero los que vivimos de hacer esto, siempre tenemos esa conciencia, por un lado estamos lucrando con la tragedia ajena, que eso ya tiene bastante cuestionamiento siempre, y si eso vamos a hacer, al menos debemos tener la autorización de aquellos nos permiten lucrar con su imagen y su voz, o con su propia historia.
CC: Me llamaba la atención que estaba un debate muy intenso entre documentalistas, un poco alegaban por una parte la posición política del documental y esas carencias que exhiben a los testigos, por otro lado, está el hecho documental que denuncia
EG: Todos los documentales tienen una denuncia, como el escenario del documental es lo real, no lo verdadero, pero lo real siempre tendrá una carga de denuncia, es imposible hacer un retrato de la miseria humana sin que eso se convierta en una posibilidad de denuncia, es imposible pensar que la película es realmente de cómo un hombre sabe que va a ser asesinado y va a enfrentar su destino, el escenario obliga a que la película tenga un elemento de denuncia. En eso radica la fuerza del documental.
Los problemas son más complejos, no es que en el mundo hayan sólo buenos o hayan sólo malos. Este mismo caso, el muchacho que estuvo preso injustamente, es una víctima, pero también lo es el otro que no tiene ni futuro, que fue trabajado por unos patrulleros, por unos judiciales; el mismo caso judiciales, ¿cómo pedimos policías más educadas y más coherentes cuando tienen que comprar hasta las pistolas con las que van a trabajar?.
CC: ¿Cuál fue el presupuesto de El cielo abierto?
EG: Con lo que pagó Estados Unidos y con lo que se consiguió aquí, estamos hablando de unos 500 mil dólares.
CC: Y el nuevo proyecto que estás trabajando, ¿en qué consiste?
EG: Es la historia de un ejido…
CC: ¿Cómo se llama?
EG: Se llama Cuates de Autralia, es un ejido en una sierra en Coahuila entre Cuatro Ciénegas y Torreón, que vive de la ganadería. Es un ejido muy aislado donde explota una planta que se llama candelilla que padece problemas de sequía fuerte, lo que provoca un éxodo.
Apoyo en la transcripción: Adriana García
El cielo abierto
Dirección | Director: Everardo González. Guión | Screenplay: Everardo González. Fotografía | Cinematography: Everardo González. Música | Music: Saúl Ledesma RADAID. Sonido | Sound: Pablo Tamez. Edición | Editor: Juan Manuel Figueroa. Producción | Produced by Martha Orozco, Everardo González, Artegios S.A. de C.V., Cienegadocs S.A. de C.V. Instituto Mexicano de Cinematografia con la Colaboración de Beca Gucci Ambulante 2010.