Redacción. El premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez falleció este jueves a los 87 años, informó el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Larga y estrecha fu la relación de Gabriel García Márquez con el cine, a decir suyo “como un matrimonio mal avenido”, donde uno no puede vivir sin el otro, a pesar de las dudas y con la bendición del eterno deseo insatisfecho.
Nacido en Arataca, Colombia, el 6 de marzo de 1928, era dueño de un universo literario personalísimo, pleno de atractivos y hallazgos, vio crecer el número de sus lectores y la importancia de su obra literaria, en la que se cuentan títulos como “El coronel no tiene quien le escriba”, “Cien años de soledad”, “El otoño del patriarca”, “El amor en los tiempos del cólera”, y “Crónica de un secuestro”, hasta arribar a la conquista del Premio Nobel de Literatura, en 1982.
El premio Nobel colombiano fue de aquellos narradores que se formaron bajo la influencia del cine, a tal grado que su estilo literario, de acuerdo a sus propias confesiones, tiene un marcado sesgo cinematográfico. Desde su infancia, García Márquez fue cautivado por la magia del celuloide, al que consideraba como el medio más completo para expresarse, por arriba de la literatura, pues en él era posible trenzar los recursos de la palabra con las imágenes y los sonidos.
En 1964 obtuvo sus primeros encargos fílmicos: la adaptación y el guión de las películas “Lola de mi vida”, sobre un cuento de Juan de la Cabada; y “El gallo de oro”, basada en un relato de Juan Rulfo. Sobre ésta última, García Márquez trató de ceñirse con fidelidad a la obra del literato mexicano que tanto admiraba, aunque el resultado final fue insatisfactorio, a pesar de haberse auxiliado en los diálogos de otro buen escritor, Carlos Fuentes.
Su primer logro importante dentro del cine mexicano no fue ni como guionista ni como adaptador. En 1965 se celebró el I Concurso de Cine Experimental, cuyo objetivo era estimular y descubrir nuevos talentos para revitalizar al cine mexicano. El segundo premio fue para la cinta “En este pueblo no hay ladrones”, dirigida por Alberto Isaac. Esta fue la primera película basada en un relato de García Márquez, quien, en una suerte de sello de patente, aparece brevemente como el taquillero del cine rural.
También en 1965, el joven cineasta Arturo Ripstein realizó su opera prima, un western crepuscular, género muy de moda entonces, titulado “Tiempo de morir”, con el primer argumento que García Márquez escribió expresamente para la pantalla, otra vez con el auxilio de Carlos Fuentes.
La condición de guionista y adaptador de García Márquez cambiaría radicalmente a raíz de la publicación de su obra maestra “Cien años de soledad”, con la que dio a conocer al mundo entero su universo florido, maravilloso y sensible, gestado ya desde sus obras literarias anteriores. Se sabe que, desilusionado por sus logros dentro del séptimo arte, García Márquez dedicó 18 meses para escribir este libro. El resultado fue, a diferencia de otros de sus grandes relatos, una novela anticinematográfica, como él mismo la ha calificado, debido a su gran complejidad y riqueza narrativa inasible para el lenguaje audiovisual. El éxito de esta novela le abrió el camino para concentrarse plenamente en su labor de escritor.
También colaboró con cineastas como José Luis Ibáñez (Amor, amor, amor), Manuel Michel (Patsy mi amor, 1968), Luis Alcoriza (Presagio, 1974), Felipe Cazals (El año de la peste, 1978) y Jaime Humberto Hermosillo (María de mi corazón, 1980, en la que también hizo una breve aparición; El verano de la señora Forbes, 1988).
Entre las últimas adaptaciones fílmicas de su obra, en 1999 Arturo Ripstein adapató su novela “El coronel no tiene quien le escriba”, y en 2011 Henning Carlsen lo hizo de “Memoria de mis putas tristes”. Descanse en paz.