Assunta Serna, en “Yo, la peor de todas.”
Por Arturo Garmendia
Beldad con tocas, silogismo con faldas
La vida y la obra de Sor Juana Inés de la Cruz no cesan de intrigar y apasionar a los eruditos, a los críticos y a los simples lectores: ¿por qué escogió, siendo joven y bonita, la vida monjil? ¿Cuál fue la verdadera índole de sus inclinaciones afectivas y eróticas? ¿Cuál es la significación y el lugar de su poema “Primer sueño”? ¿Cuáles fueron sus relaciones con la jerarquía eclesiástica? ¿Por qué renunció a la pasión de toda su vida, las letras y el saber? ¿Esa renuncia fue el resultado de una conversión o de una abdicación? [1] La respuesta de Octavio Paz a estas y otras cuestiones se encuentra en su libro “Sor Juana Inés de la Cruz o Las Trampas de la Fe”, obra vasta y erudita que trata de rescatar la figura de Sor Juana en el marco de la sociedad aristócrata de la Nueva España del siglo XVII, y la trascendencia de su obra en el contexto de los estilos imperantes de su época y en relación con el devenir poético a través de la historia.
Muy modestamente, las siguientes líneas solo aspiran a ubicar, a partir de esa referencia, los filmes dedicados a tan enigmático personaje, dos de ellos inspirados por el libro de Octavio Paz.
El primero de que se tiene noticia fue filmado en una fecha tan remota como 1935, dirigido por el cubano radicado en México Ramón Peón; pero fue en realidad obra de un tal Armando Vargas de la Maza, que financió, supervisó, escribió y aún co-dirigió esta cinta supuestamente biográfica sobre la así llamada Décima Musa, interpretada por Andrea Palma. De acuerdo con el argumento del filme, Juana de Asbaje vivía feliz en el campo con sus padres, pero su clara inteligencia y múltiples conocimientos le valieron una invitación a la corte virreinal, donde se ganó el protectorado de los marqueses de Mancera. Sin embargo, su tranquilidad se vio interrumpida por los requerimientos amorosos de un libertino palaciego, Lisardo, y un bachiller de buenos sentimientos, llamado Feliciano. Ambos se batieron en duelo y perdió la vida el joven estudiante. Su homicida se vio obligado a huir a España, y a Juana no le quedó más remedio que tomar los hábitos y permanecer en el convento escribiendo versos hasta el día de su muerte. [2]
Ciertamente, Octavio Paz señala que, en sus poemas amorosos, Juana Inés “en ningún momento aparece como una monja sino como una mujer libre de la clase alta, soltera a veces y otras prometida, casi siempre en trato con uno o dos galanes” [3]; pero de ahí a tomar esas fantasías como un hecho real hay un gran trecho. Las especulaciones del tal Vargas de la Maza no tienen ningún fundamento histórico, ni nada que ver con los enigmas que rodean a la vida de Sor Juana. La identidad de su padre no está aún definitivamente acreditada; los galanteos que se le atribuyen, aún en caso de haber existido, no tuvieron tan dramáticas consecuencias. En cambio, sobre lo que si se sabe de su vida, como su amistad amorosa con la virreina y sus conflictos con la Iglesia, la cinta de marras prefiere pasar en silencio.
La segunda versión de la vida de Sor Juana fue dirigida por Raphael J. Sevilla bajo el título de “El secreto de la monja”, en 1935, y que fue capaz de estremecer a los espectadores de la época con atrevida historia acerca de los amoríos de Juana de Asbaje (Lupita Gallardo) y el capitán Hernando Alvarez y Santaella, marqués de Pontevedra (José Crespo). Amoríos que ocurren en Amecameca y que vienen a cancelarse inesperadamente cuando el virrey informa a Hernando que su esposa probablemente esté viva. Información que obliga al capitán a sacrificar su amor por Juana, que decepcionada se hace monja. [4] Acerca de este “discreto melodrama”, García Riera comenta: “esta película se aplica a aprovechar el gran margen que a la imaginación deja la vida de Sor Juana Inés previa a su reclusión en un convento. Por fortuna, los duelos a espada tienen en ella mayor importancia que los desahogos poéticos de la prestigiosa heroína”.
Otra reencarnación de la monja novohispana la realizó Ana Ofelia Murguía, en un filme titulado Constelaciones (1978), que dirigió Alfredo Joskowicz. La película viene a ser una suerte de monólogo a tres voces dicho por personajes del siglo XVII: Sor Juana, Sigüenza y Góngora (Sergio Jiménez) y un tercer tipo, mezcla de pícaro e inquisidor (Jorge Humberto Robles). En aquel contexto ella reflexiona sobre el oscurantismo y la vulgaridad que mutilan su talento artístico y la obligan a abandonar el estudio, los libros y la escritura.
O sea que, para el cine mexicano, hubo que esperara la década de los setentas para que Sor Juana pudiera adoptar una posición feminista, y tuvo que transcurrir una década más para que alguien se atreviera a volver a encarar al personaje de Sor Juana, analizando otras facetas suyas. Una cineasta argentina, María Luisa Bamberg, fue quien se responsabilizó de este acto transgresor. Su filme “Yo, la peor de todas” (1990) tomó como base el libro de Octavio Paz “Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe”, si bien sólo la parte referida a la biografía de la monja. Antonio Larreta apoyó a la Bamberg en la realización del guión.
Nacida en 1922, María Luisa Bamberg se convirtió, durante los ochentas, en una de las figuras claves del cine argentino. No sólo la directora más importante –la primera abiertamente feminista *- sino en la autora de las más interesantes propuestas cinematográficas de la década. Entre 1980 y 1993 filmó seis películas, todas ellas dedicadas a analizar la problemática de la mujer desde un punto de vista feminista. Los filmes referidos son “Momentos”, sobre una mujer casada enamorada de un joven quince años menor que ella; “La señora de nadie”, donde la protagonista abandona a su marido y a sus dos hijos, al descubrir la infidelidad de su esposo; “Camila”, ubicada el siglo XIX, sobre una joven enamorada de un cura, al que induce a la fuga; “Miss Mary”, con Julie Christie interpretando a una institutriz inglesa que, a finales de los años treinta arriba a Argentina para hacerse cargo de los hijos de una despótica pareja de aristócratas locales; “Yo, la peor de todas”, que relata la lucha de una monja novohispana (Sor Juana Inés de la Cruz) por su derecho al estudio y al conocimiento; y “De eso no se habla” , interpretada por el actor italiano Marcello Mastroiani, que trata sobre la decadencia de la aristocracia pueblerina en la época moderna. Esta fue su última empresa: María Luisa Bamberg murió en 1995. [5]
La virreina y Sor Juana: Tu llevas un velo, yo la corona
El filme sigue al libro de Paz en los detalles de la vida de Juana, tales como su bastardía, el tiempo que pasó como asistente al servicio de la virreina en la corte de la Nueva España, el papel del Padre Núñez de Miranda en su toma del velo y los eventos que sucedieron a la publicación del panfleto teológico, la Carta Atenagórica. También especula sobre la naturaleza de las relaciones entre Sor Juana y la virreina.
Pese a haber sido considerada lesbiana toda su vida, Bamberg apenas rozó el tema en “Miss Mary” y en “Yo, la peor de todas”. Aparentemente aquí tuvo oportunidad de expresar su posición al respecto pero, contra toda expectación que pudieran haber despertado los reclamos publicitarios del filme, nada hay en él de escandaloso. De hecho, también en este punto la directora sigue escrupulosamente la versión paciana del tema.
Para el maestro resulta sorprendente constatar que los poemas de Sor Juana a la virreina se publicaran al finalizar el siglo XVII sin provocar la reprobación general, puesto que eran poemas que tenían por tema la amistad amorosa entre dos mujeres de la aristocracia: “Son poemas personales y dirigidos a una persona de carne y hueso- señala-, y aunque son homenajes mas o menos oficiales a una virreina, los más intensos entre ellos –y son muchos- son declaraciones de admiración amorosa”.
Pasa entonces a explicar cómo, en la literatura barroca y cortesana de esa época, se acostumbraba que los caballeros a sus damas y los vasallos a sus superiores rindieran pleitesía en términos exagerados, utilizando para el efecto el lenguaje de la pasión. Además, Sor Juana no se cansa de repetir, ni los títulos de sus poemas de subrayar, que se trata de composiciones honestas, puras, decentes. “La tradición, que justificaba esos poemas, también las justificaba a ellas“. [6]
Pero ¿cómo se explicaban ellas mismas, Juana Inés y María Luisa, su afecto? ¿Cómo lo justificaban, sin encontrar que se oponía a la moral vigente y a su estado, una monja y la otra casada y madre?
Hay una escena en “Yo, la peor de todas” que alude a esta situación. Juana y la virreina se encuentran a solas y esta última señala lo que las acerca: “Tu llevas un velo, yo una corona. Estás encerrada en un convento. Yo no puedo escapar de palacio. Tú te guías por la Regla, yo por el protocolo. Me dicen que a los 20 años tomaste los hábitos. A la misma edad yo me casé. Me pregunto cuál de estos mundo es más opresivo”. Es un diálogo que hace eco de un planteamiento de Paz: “Ni la vida religiosa ni la matrimonial, ni la liturgia conventual ni las ceremonias palaciegas ofrecían a Juana Inés y a María Luisa satisfacciones emocionales o sentimentales (…). La monja no era Santa Teresa, ni la condesa era Penélope. Y lo más grave: lo mismo para la religiosa que para la virreina la relación con otros hombres estaba excluida. La moral conyugal (…) era severa. Así, el excedente libidinal no podía invertirse en un objeto del sexo contrario. Había que substituirlo por otro objeto: una amiga” 7 La amistad amorosa entre Sor Juana y la Condesa se realizó gracias y a través de la concepción neoplatónica del amor-amistad entre personas del mismo sexo.
El otro tópico polémico de la obra es la lucha de Sor Juana por acceder libremente al conocimiento, en una época en que la cultura era marcadamente masculina. De hecho, el problema no es el conocimiento, sino su administración por los hombres (quienes, una vez más, parecen irracionales y fanáticos en su comportamiento hacia las mujeres). Al final, Juana no tuvo otro remedio que “arrepentirse”, pues tal es la única opción segura para una mujer sola en un territorio machista…
La cinta ganó, en 1990, un Premio Especial del Jurado, en el Festival Fílmico Cubano. Su reparto internacional (Assumpta Serna como Sor Juana, Dominique Sanda como la Virreina y el peruano Lautaro Morúa en el papel del Arzobispo) facilitaron su distribución en todo el mundo, aunque en México no fue proyectada. Fue bien recibida en lo general, si bien algunos críticos la consideraron lenta y otros más aburrida.
NOTAS
1. Octavio Paz. Sor Juana Inés de la Cruz o Las Trampas de la Fe. Fondo de Cultura Económica, México, 1982, p. 13.
2.. Emilio García Riera. Historia documental del cine mexicano, Op. cit., Vol.1, p. 178.
3. Octavio Paz, Op. Cit., p. 368.
* Ella fue una de las fundadoras, en 1971, de la Unión Feminista Argentina (UFA).
4. Miguel Barbachano Ponce. Sor Juana: vida y cine. Véase la página web http://www.jornada.unam.mx/1996/07/07/JUANA00-063.html
5 Irina. Negrea. Yo, la peor de todas y el feminismo. Ver la página web www.lehigh.edu/~ineng/icn2/icn2-title.html
6. Octavio Paz, Ibid., p. 286.