Por Sabino Luévano*
Recientemente, en este febrero del 2019, el actor de telenovelas y películas de narcos, Sergio Goyri, causó indignación social al filtrarse un video, publicado por su novia, en el que llama a Yalitza Aparicio “pinche india”. Las reacciones, gracias a las redes sociales (que no siempre tienen la razón pero esta vez sí), fueron tan masivas e inmediatas en su condena a las expresiones de Goyri, que el actor se disculpó en tiempo récord mediante la publicación de lo que ya se convirtió en un género de youtube: el video-disculpa. Anteriormente, en este mismo mes, se había soltado el rumor de que varias actrices mexicanas se sentían inconformes y querían boicotear a Yalitza Aparicio de ser nominada a mejor actriz en los Arieles por su papel en “Roma”, la multipremiada película de Alfonso Cuarón. Rumor que se esparció en redes y en periódicos más o menos serios como Milenio.
¿Qué está pasando aquí? Por principio, lo más obvio es el racismo de siempre. Ya lo sabemos. Sí, en México hay racismo y colorismo. Una mujer indígena que escape de “su lugar” en la sociedad mexicana tan prejuiciosa, puede generar ansiedad en vastos elementos de la sociedad mestiza (y la minoría criolla). Pero creo que hay un malestar más sutil, obviamente relacionado con el primero, en la ansiedad experimentada por actores mestizos y blancos ante la súbita aparición de Yalitza Aparicio, y que también tiene que ver con cambios profundos en la industria del entretenimiento televisivo.
Y bien, consideramos que lo que está sucediendo es que el imperio Televisa ya no es cool. Por décadas la empresa de los Azcárraga monopolizó la industria actoral en México. Fueron muy pocos los actores serios que en algún momento no tuvieron que vender su alma al diablo trabajando para televisa. Así reinó la empresa capitalina con casi un absoluto monopolio del entretenimiento televisivo. Y no todo era basura, hay cosas rescatables, como “El Chavo”, pero estos eventos más bien sucedieron contra los lineamientos comerciales de la empresa. Roberto Gómez Bolaños mencionó en entrevistas que constantemente le proponían hacer picardía mexicana, como burlarse de homosexuales, lo que él siempre rechazó. La única razón por la que sobrevivió el programa tantos años, fue por su éxito comercial, no porque en realidad a la empresa le interesara el humor blanco. Lo suyo eran las sexi comedias, las telenovelas lacrimógenas, los programas de albures y los noticieros paleros. ¿Quién olvida la obscena cobertura del 68 por parte de Jacobo Zabludovsky? ¿O la campaña repugnante contra AMLO en dos contiendas electorales? En fin, Televisa resume todo lo que está mal con muchos oligarcas mexicanos: la tendencia a monopolizar recursos, tragarse parte del Estado, darle basura a los mexicanos y hacer lo que les venga en gana, por más inmoral que sea, siempre y cuando mantenga sus intereses intactos.
La actriz Claudia Álvarez en el papel de una indígena en la telenovela “Simplemente María” (2015).
Televisa también comprime grandes vicios de la sociedad mexicana, como el clasismo y el racismo. En su catálogo de actores nunca ha habido personajes de fenotipo indígena que cumplan roles protagónicos. Y todos sabemos que en la sociedad mexicana, casi la mitad de la gente tiene cara india o afro-indígena. En Televisa, sin embargo, hay un desprecio rotundo por esa herencia. Además, en nuestras sociedades que siguen padeciendo la colonización mental, lo europeo vende, lo saben los actores y actrices que han trabajado por años para Azcárraga. Es así como han elaborado una imagen de sí mismos como los elegidos: aquellos del tono de piel correcto y que ganan millones haciendo cualquier tontería. La cúspide de nuestras sociedad de castas. Por fuera de Televisa, sin embargo, desde los años 90 comienza a surgir un cine independiente que se interesa más por el mexicano común y corriente, ese que puede tener un rostro y un cuerpo no necesariamente europeos. Televisa y su ejército de actores no se sintieron amenazados por la llegada de nuevos actores. Al fin y al cabo, se trataba de cine independiente, mal pagado, poco visto y mal distribuido. Esos actores, para los fifí, eran meros hippies harapientos que nadie pelaba. El glamour, la fama, el dinero, estaba en otra parte: en el imperio de la estulticia del sol creciente. Además, Hollywood mismo se los decía: lo blanco vende. Aunque en sus producciones de vez en cuando hubiera uno que otro negro, eran excepciones.
Y de pronto llega Yalitza Aparicio. Y sale en portadas de vogue, y es nominada a mejor actriz en los festivales de cine más importantes del mundo. Y es entrevistada por los periódicos y revistas más prestigiosas del mundo. Y es querida. Y es celebrada. Y encima de todo, es nominada a un Óscar. ¿Cómo? ¿Por qué una “pinche india” que sólo dice sí señor, no señor, se va a ganar un Óscar” (Goyri Dixit?
Porque el mundo de entretenimiento televisivo está cambiando. En México, estos cambios se veían venir desde los años 90. En realidad, para que existiera Yalitza Aparicio, primero tuvieron que existir Damián Alcázar, Luis Felipe Tovar o Tenoch Huerta, actores mestizos más cercanos a la herencia indígena, con tonalidades de piel oscuras. En una entrevista concedida a El País en el 2017 sobre racismo en México, Huerta argumenta:
“En la televisión mexicana no hay morenos con este nivel de moreno y los que están son cómicos, son chistes. Afortunadamente cuando yo empecé a actuar el cine nacional empezó a contar otras historias, empezó a contar historias de jodidos, sufridores y rateros, y somos los morenos los jodidos, sufridores y rateros en este país (Reina, “México frente al espejo”).
Aunque considero que los máximos rateros del país son las élites criollas empresariales oligárquicas, como la familia Azcárraga, en todo lo demás Huerta da en el clavo. El cine mexicano comenzó a cambiar en los años 90 a elaborar una estética de la contra: contra televisa y contra Hollywood y su imperio de la blancura, la ñoñería, la cursilería, el puritanismo y la bobería. Cineastas como Carlos Reygadas fueron incluso un paso más lejos. Él comenzó a trabajar con no actores de fenotipo más cercano al mexicano común desde su emblemática “Japón” (2003), donde una anciana indígena y un hombre mestizo son los protagonistas. En sus películas posteriores, como “Batalla en el cielo” (2006), radicaliza su gesto al representar cuerpos muy ajenos a la obsesión del fitness hollyowoodense.
Estas fueron las bases y los antecedentes para que surgiera en México una actriz como Yalitza Aparicio: el cine independiente que se viene haciendo desde los años 90 en México, que cuenta otras historias muy diferentes a las de televisa o Hollywood, y que contrata a actores o no actores con fenotipos y cuerpos no hegemónicos.
Del otro lado de la frontera, en Hollywood, la posibilidad del surgimiento de Aparicio se visualizó con claridad en el 2016 cuando los actores negros se quejaron de que los Oscares eran demasiado blancos y organizaron un boicot. La academia reaccionó de inmediato e hizo reformas a su organización para que hubiera mayor diversidad. En el 2017 el rostro de los nominados era un poco más diverso. “Roma” llega justamente en un momento de ebullición dentro de Hollywood y de Estados Unidos, donde las minorías raciales pelean para obtener su cuota justa de espacio público. Por otra parte, la situación política nacional, con la elección de Trump, si bien ha generado una avalancha de medidas e incidentes xenofóbicos, también ha generado resistencias importantes y la emergencia de nuevos actores políticos que provienen de minorías raciales y mujeres, siendo Ocasio Cortez, la estrella de la izquierda del momento.
Volviendo a México, ha surgido al interior de Televisa una crisis. Hoy tiene menos televidentes y parece ser que los jóvenes no son parte de su clientela. Sus acciones y ganancias han caído drásticamente en los últimos años. Un monstruo llamado Netflix surgió con un entretenimiento de mejor calidad. Para que una empresa produzca una serie como “Blackmirror” o “Stranger Things”, se necesitan escritores y directores visionarios, cercanos a la figura del artista o de plano artistas. Seguramente fue un shock para muchos de los actores de televisa darse cuenta que en mundo del entretenimiento de hoy, ya no son la capital del país, sino una provincia muy rancia sinónimo de chafura. Gracias al internet, se puede acceder a entretenimiento global de gran calidad a precios moderados. Ya muy pocos mexicanos están condenados al canal 3. De ahí el ardor y la envidia de Sergio Goyri. ¿Qué mejor actor representaría el otoño del patriarca de un entretenimiento caduco que el villano favorito de las películas de serie B mexicanas?
Ahora bien: monstruos como Netflix, de ser minoría, ahora se convierte en una nueva hegemonía, lo cual no deja de ser problemático. De igual forma, la súbita celebración de Aparicio no deja de inquietarme porque creo que no es en absoluto inocente ni reivindicativa: se trata más bien de comercializar la diversidad, de apropiarse del cuerpo indígena porque ahora vende. Pero estos son temas que podíamos discutir en otro ensayo.
*Sabino Luévano estudia un doctorado en análisis de cine en el Departamento de Estudios Hispanos, en la Universidad de Houston.