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El estadounidense nacionalizado británico Terry Gilliam, único ultramarino de los Monty Python, parece no ser capaz de desembarazarse de alguna oscura maldición que un productor, un actor o un celoso realizador debió echarle en algún momento. Su nuevo film, “The Zero Theorem”, estrenado este lunes en la competencia por el León de Oro, es una nueva decepción, a pesar de su esfuerzo por regresar al atractivo universo de su obra maestra, “Brazil”. La jornada se completó con el nuevo trabajo del veinteañero canadiense Xavier Dolan, “Tom à la ferme”, un “thriller” psicológico, como el resto de su filmografía con protagonista homosexual, que mejoró el mal sabor de boca dejado por Gilliam.

La locura innata en las cintas de Gilliam llega a niveles de saturación en “The Zero Theorem” —escrita por el debutante Pat Rushin—, que protagoniza (y coproduce) el ganador del Oscar Christoph Waltz, film que transcurre en un mundo orwelliano en el que la gente vive vigilada en todo momento por cámaras contraladas por un “Gran hermano” empresarial llamado “Dirección”. El astro austríaco (calvo y depilado), expistolero tarantiniano, es Qohen Leth, un genial científico que, aislado en una vieja capilla, trabaja en un teorema que se supone que explicará el sentido (o la ausencia de sentido) de la existencia y del alma.

Su aislamiento y trabajo se ven interrumpidos de vez en cuando por las visitas sorpresa de Bainsley —una exuberante y potente amante que le tienta con “sexo virtual”— y de Bob, un rebelde adolescente prodigio hijo de “Dirección”, quien, con una combinación de humor e insultos, entabla una estrecha amistad con Qohen. Sin embargo, esas visitas están auspiciadas por “Dirección” para mantener el control de los progresos conseguidos por el científico en su trabajo.

Para escapar de la vigilancia de la malintencionada “Dirección”, Bob se revela contra su creador y ayuda a Qohen creando una realidad virtual “dentro de la red” que le llevará hacia un viaje interior, un encuentro cercano con las dimensiones ocultas y la verdad de su propia alma, donde encuentra las respuestas que tanto él como el sistema de poder están buscando.

Barroca como era de esperar, pero también pretenciosa y surrealista, “The Zero Theorem” carece del romanticismo de su inolvidable “Brazil”, y se diluye como un azucarillo en el café, al faltarle una base dramática coherente y una mínima credibilidad en sus personajes. Lástima…

Por su parte, la intriga rural canadiense “Tom à la ferme” (Tom en la granja), cuenta la historia de un publicitario (interpretado por el propio Dolan teñido de rubio) que acude al Quebec profundo para el entierro de su examante, y se encuentra con que su familia ignoraba no sólo su existencia, sino la propia tendencia sexual gay del fallecido. El hermano de éste, con intención de proteger a la madre del “que dirán” entabla una pugna con Tom, que el director define como “entre una rata de campo y una rata de ciudad”.

Dice Dolan que al adaptar la obra teatral de Michel Marc Bouchard en la que se basa su nueva cinta quería probar algo nuevo (relativamente, porque la homosexualidad y el concepto de culpa siguen flotando en el ambiente), y que incursionar en el cine de género, en la intriga psicológica ha sido “el más hermoso viaje a través de esta forma de arte que es el cine”.