Por Hugo Lara 

“Una película es buena cuando el precio de la admisión, la cena y la
niñera bien han valido la pena”, aseguraba el siempre sarcástico y astuto Sir Alfred Hitchock. Ubiquémonos del otro lado del mostrador. Si para disfrutar una buena película se necesitan condiciones propicias, para hacer una se requiere de la conjunción de los astros, el destino o la mano divina, según la creencia del director en turno.  Pero siempre es bueno tener el ingrediente de la suerte.

Muchas de las grandes películas de todos los tiempos se deben al trabajo rigurosamente planificado, al genio de sus creadores, en algunos casos a las casualidades y también, en cierta porción, a las malas decisiones. Pongamos los casos de actores que declinaron protagonizar ciertos filmes que con el tiempo se han convertido en clásicos indiscutibles.

Se ha comentado, por ejemplo, que Ronald Reagan era la primera opción para el papel principal de Casablanca (Michael Curtiz, 1941), que felizmente recayó en el jefe Humphrey Bogart. Algunos historiadores señalan que, en realidad, Reagan nunca fue una opción para el filme, y que su nombre circuló sólo a causa de un truco publicitario. 

Menos mal, porque pocas cosas podría haber tan desagradables y escalofriantes que imaginar a Reagan repitiendo para la eternidad ‘Este es el principio de una bella amistad’. 

El mismo Bogart tuvo un récord favorable para obtener otros papeles bajo similares circunstancias: James Cagney y George Raft le cedieron su lugar en High Sierra (Raoul Walsh, 1941), y el mismo Raft —en lo que lo convierte en el campeón de las pifias—, rechazó el papel de Sam Spade en El halcón maltés (John Huston, 1941), porque le parecía poca cosa hacer un remake. ¡Qué cabeza dura! 

La lista de casos así es muy larga: imaginen a O.J. Simpson como Terminator (James Cameron, 1984); Tom Selleck como Indiana Jones (en Raiders of the Lost Ark, de Steven Spielberg, 1981); Will Smith como Neo en The Matrix (los hermanos Wachowski, 1999); Dustin Hoffman como Rambo (en First Blood, de Ted Kotcheff, 1982); o algo peor: John Wayne como Harry el sucio (la de Don Siegel, de 1971).

La suerte, en estos casos, ha estado del lado de los cinéfilos. Aunque, tal vez, de haber participado en Casablanca, Reagan jamás hubiera llegado a la presidencia de Estados Unidos o Schwarzenegger sin Terminator, quizás no sería gobernador de California. Y la historia del mundo habría cambiado. De modo que la fortuna no le ha sonreído a todos.

Vale la pena anotar que el cine ha sido pródigo para referirse al azar que rodea a la creación de un filme. En el ambiente febril de una filmación, se asoman inevitablemente las buenas y malas decisiones, la conjunción de los astros, el talento, la sensibilidad y los estados de ánimos de los participantes… pero sobre todo la suerte. Sólo para ilustrar vale la pena recordar unos cuantos de estos ejemplos: La noche americana (1973), de Françios Truffaut, El estado de las cosas (1982), de Wim Wenders, Ed Wood (1994), de Tim Burton y La sombra del vampiro (2000), de E. Elias Merhige .

En todas ellas, se representa el entorno de una filmación, donde se dan cita las extrañas criaturas empeñadas en dar a luz a una película. Se hallan las obsesiones de un cineasta, los veleidosos temperamentos de los actores, la mágica mezcolanza de la ficción- y-realidad que converge en un set cinematográfico. Y siempre el panorama de un camino emocionante pero lleno de obstáculos. Imaginemos ese pantanoso paisaje que muchos están dispuestos a cruzar. ¡Qué buena suerte para los cinéfilos que, a pesar de lo difícil, quieran seguir adelante!. Bien vale la pena un boleto.

Por Hugo Lara Chávez

Cineasta e investigador. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Director-guionista del largometraje Cuando los hijos regresan (2017). Productor del largometraje Ojos que no ven (2022), entre otros. Director del portal Correcamara.com y autor de los libros “Pancho Villa en el cine” (2023) y “Zapata en el cine” (2019), ambos con Eduardo de la Vega Alfaro; “Dos amantes furtivos. Cine y teatro mexicanos” (coordinador) (2015), “Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-201” (2011) con Elisa Lozano, “Ciudad de cine” (2010) y"Una ciudad inventada por el cine (2006), entre otros.