Por Ali López

“La leyenda del Chupacabras” (Alberto Rodriguez|México|2016) es la cuarta entrega de Ánima Estudios que tiene como protagonista a Leo San Juan (Voz de Benny Mendoza) y que situada en la época colonial de México, busca traer a las nuevas generaciones, sobre todo a los niños, las leyendas tradicionales de la nación. Leo San Juan, en plena insurgencia independencista, es atrapado por las fuerzas reales de la Nueva España, y llevado a una prisión lejana, donde, sin mucha razón de causa, el Chupacabras hace su aparición. Leo tendrá que sobrevivir al ataque del fiero ser, mientras sus amigos mágicos buscan ayudarlo.

El problema particular y básico de la cinta es la nula construcción de personajes que tiene. No hay un intento de creación profunda, redonda, o ya de mínimo cuadrada, de los carácteres que integran la trama. Todo es a partir del estereotipo, de lo plano, y la mera verdad, de lo chocante. Se buscan las risas infantiles por medio de la repetición vulgar de lo defectuoso; escuela de Chespirito, en donde las cualidades de los personajes sirven sólo para vanagloriarlos al final del día, pero todo el camino conjugamos, hacemos burla, y gala, de sus más superficiales defectos.

Así, los personajes no tienen más motivo que el de recitar diálogos que expliquen el sentido de algún acontecimiento (obviando lo obvio) o cacareando chistecillos clasicistas, discriminativos y que promueven la intolerancia. No existe la otredad (aunque en sí todos los personajes sean diferentes, y los diferentes tipos de estratos sociales están retratados) lo que se busca es la homogenización de un patrón de ser, que si nos ponemos rojos, es lo que le conviene al sistema.

La animación es mejor pasarla de largo, pues con sólo ver el cártel publicitario sabemos a qué tipo de ilustración nos estamos enfrentando (en todo sentido de la palabra). Y es mejor concentrarnos en el mensaje final de la película, que como ya he mencionado, está concentrada para los infantes, aunque busque atrapar a toda la familia. Y en este último término, el cual ha generado muchas controversias en recientes fechas, se concentra el mensaje final, e inicial, de “la leyenda del Chupacabras”.

Lo que importa es la familia, no importa la bondad o maldad del ser, o el daño que se pueda causar. El pilar de la sociedad se basa en esa pequeña comunión que hay proteger y valorar, y que, por si fuera poco, están amenazada por la avaricia económica; porque lo realmente malo no es el caos violento que rodea al mundo, lo malo es ser un humano solitario que no busca formar su hogar, con su pareja y la futura descendencia.

“La leyenda del Chupacabras” busca educar, y lo que enseña es peligroso, sobretodo en un México como el de ahora, donde la intolerancia marcha por las calles y la violencia se justifica de cualquier manera. Entiendo la mano firme de los padres de familia que buscan alejar a sus criaturas de los vericuetos del mundo actual, pero, ¿de verdad es necesario ahogarlos en el desasosiego visual de esta cinta? Habiendo tantas opciones, y muchas muy inteligentes como “O Menino e O Mundo” (Brasil|2013) de Alê Abreu, ¿Por qué retroceder a la infancia mexicana a la época de la Colonia, con su clasismo, machismo e indómita tolerancia? ¿Sólo para poder justificar la sinrazón de la cinta? ¿O para formar una audiencia poco crítica que devore los productos made in Televisa?