Por Arturo Garmendia

En primer lugar quisiera agradecer a Alejandro Pelayo Rangel, director de la Cineteca Nacional, por la hospitalidad brindada, y hacer un reconocimiento a Eduardo de la Vega Alfaro, profesor – investigador de la Universidad de Guadalajara, a Armando Casas, director de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas y del museo Casa Buñuel, así como  a Georgina Cobos, Secretaria Técnica de la popia AMCC, por sus esfuerzos para la realización de este evento.Por una afortunada coincidencia este libro, sobre las turbulentas relaciones de las tres figuras más destacadas de la escena artística española el siglo pasado, se da en contexto de dos aniversarios dignos de recordar: el 4 de octubre de 1924, hace un siglo, André Breton publicó el 1er. Manifiesto del Surrealismo, declarando que el suyo no era un movimiento literario o pictórico más, sino un verdadero movimiento revolucionario, que se proponía el cambio de la sociedad.

Breton, como muchos de su generación, al estallar la Primera Guerra Mundial fue enviado al frente. Como estudiaba medicina se le ubicó como camillero y después se empleó en un hospital psiquiátrico. De la primera experiencia derivó un rechazo absoluto a la sociedad de su tiempo, responsable de la masacre que había presenciado. De la segunda, el asombro por la capacidad creadora, si bien perturbada, de los relatos y expresiones de los enfermos mentales. Habiendo estudiado las teorías freudianas incluyó en su manifiesto la necesidad artística de privilegiar el subconsciente, esto es, el mundo de los sueños.

En suma, el surrealismo postula el rechazo al mundo burgués, a sus instituciones y al raciocinio: defendiendo en cambio la espontaneidad, lo absurdo, la vida interior y por encima de todo ello a lo que llamó el amor loco, unerotismo subversivo, rebelde ante todas las convenciones de la moral y la sociedad burguesa.

En el desaparecido restaurante Charlestón, Arturo Garmendia, Tomás Pérez Turrent, Emilio García Riera, Luis Buñuel, don Tino, Alberto Isaac y José de la Colina

Por otra parte ayer, 29 de julio, se cumplieron 41 años de su fallecimiento de Luis Buñuel, el cineasta de Calanda, que vino a dar vida al surrealismo dentro del cine. Como se recordará, Buñuel, mientras hacía sus primeros ensayos en el mundo de las letras y estudiaba cine en París acometió la realización de Un perro andaluz, de producción independiente, bajo esta influencia.  Posteriormente, aun dentro del cine comercial, logró preservar sus postulados, aun a contracorriente.

Ahora bien, sobre el libro que ahora presentamos, tiene su origen en una serie de artículos en la página electrónica que me hospeda, correcamara.com publicada por mi amigo Hugo Lara, a quien saludamos desde aquí afectuosamente.

Como es natural, las vidas de mis personajes se cruzan y destejen en distintos tiempos y espacios y el reto consistía en encontrar el hilo que le diera continuidad y coherencia al relato. Una imagen me ayudó: la pintura de Salvador Dalí que aparece en las invitaciones a este evento y que se titula Sueño causado por el vuelo de abeja alrededor de una granada, un segundo antes del despertar.

En él, Gala, desnuda, levita dormida sobre una roca en un paisaje marino en el que reina la calma. Sobre su cuerpo desnudo flota una granada en torno a la que revolotea una abeja, cuyo zumbido materializa un pez de cuya boca, a su vez, surgen dos enfurecidos tigres y un fusil con bayoneta que hiere en un brazo a Gala.

Desde mi punto de vista la obra resume el conflicto que terminó con la amistad que sostenían Buñuel García Lorca y Dalí:  Lorca, enamorado de Dalí, era ambiguamente alentado por el pintor. Buñuel, quizás para separarlos, invitó a Dalí a colaborar en Un perro andaluz, pero al iniciar su segunda colaboración en La edad de oro. Gala se presentó en la filmación y conquistó a Dalí, pero sus desplantes exasperaron tanto a Buñuel que intentó estrangularla. Para mayor detalle digamos que Lorca era originario de Granada y Buñuel aficionado a las armas. Todo está ahí, en el cuadro…  y en el libro. Después ya nada sería igual.

Con todo, la obra de cada uno de estos creadores reflejaría atisbos de su relación. García Lorca se dijo ofendido señalando que “Buñuel y Dalí han hecho una mierdecilla de película llamada Un perro andaluz”… y el perro soy yo  En verdad no había visto el filme, pero como era andaluz, pues se puso el saco, entre otras cosas por las escenas de dudoso erotismo que sí hay en la película.

Años más tarde, en Norteamérica, Lorca tuvo oportunidad de responder a sus antagonistas, escribiendo el guion de otra cinta, titulada Viaje a la luna, donde denuncia la represión a los homosexuales. Es decir, ante las insinuaciones mordaces les planta cara valientemente. Por desgracia el guin no pudo ser filmado sino muchos años después, en 1998.

La separación de los amigos se confirmó con el lamentable asesinato de García Lorca por el franquismo. “Lo mataron por rojo y homosexual”, denunció Dalí. “¿Cómo se atreve a manchar su memoria, tachándolo de homosexual?, replicó Buñuel.

Este se encontraba en Hollywood, donde permaneció ocho años sin lograr concretar un sólo proyecto, y a donde lo alcanzó la venganza de Dalí por lo ocurrido con Gala: lo denunció por supuestas actividades comunistas y provocó su exilio en México.

El cineasta de Aragón no quiso volver a tener trato con Dalí, pese a que éste, a lo largo de más de 50 años, intentó convencerlo de que volvieran a filmar juntos, enviándole para el efecto una decena de proyectos, todos denegados.

Ambos morirían sin hablarse otra vez, con cinco meses de diferencia.

Perdón por el spoiler, pero lo que se cuenta en este libro no es un thriller, sino un drama; un drama muy humano, por lo demás.

Separados en vida, unidos en la memoria universal.

Muchas gracias por su atención.

29 de julio de 2024

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Por Arturo Garmendia

Arturo Garmendia nació en Coyoacán, el año de 1944. Estudió Arquitectura y Cinematografía en la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue crítico de cine en los periódicos Excélsior y Esto, así como en diversas revistas académicas y culturales en los años sesenta. Dirigió tres cortometrajes documentales: Horizonte, Chiapas (1972), Junio 10: Testimonio y reflexiones un año después (1972) y Vendedores Ambulantes (1974). Este último fue premiado en el festival de Cortometraje de Oberhausen, Alemania.