Por José de Jesús Chávez Martínez
Una pareja de adultos mayores residentes de la comunidad rural de Onomichi decide visitar a sus hijos en Tokio después de un buen tiempo de no verlos. Al llegar a la capital, reciben cierto rechazo de sus vástagos que están muy ocupados en sus labores cotidianas y con sus vidas ya hechas. “Cuentos de Tokio” (“Tokyo monogatari” / “Tokyo Story”, 1953) muestra las diferencias generacionales y culturales de un Japón moderno en contraste con el Japón rural y ancestral.
El reconocido y prolífico director Yasujir? Ozu despliega en esta película una técnica y una narrativa visual muy singulares en un ritmo lento que se adecua a la contemplación de la vida de unos ancianos, Sh?kichi (Chishu Riu) y Tomi Hirayama (Chieko Higashiyama), que añoran lo que alguna vez fue de sus vidas en familia; aunque como personajes no digan nada, simplemente en Tokio se les ve cansados y tratando de ser comprensivos de su entorno actual.
Ozu utiliza un posicionamiento de cámara poco usual, a una altura muy baja, con lo que consigue captar ángulos normales en las escenas en las que los personajes aparecen sentados, pero la mantiene ahí, abajo, aun cuando estén de pie. El estilo resulta así muy artístico y contemplativo, ya que además prácticamente no mueve la cámara y recurre a las escenas en segundo plano, encuadradas por los marcos de las puertas. Las acciones en exteriores igualmente las compone con profundidad de campo.
Este estilo contemplativo, característico del cineasta, se nutre con los diálogos que expresan sentimientos muy profundos y situaciones muy complejas. Durante la visita a Tokio, Sukichi se encuentra con dos viejos amigos con quienes sale a tomar unos tragos y al calor de las copas platican de la relación con los hijos: “Perder un hijo es difícil, pero vivir con ellos tampoco es siempre fácil. Un verdadero dilema” (un hijo de Sukichi ya ha fallecido), “Algún día la gente joven eliminará a sus padres sin pensárselo”, “Estoy sorprendido de cómo cambian (los hijos)”, “Una hija casada es como un extraño”, “Los hijos no viven para satisfacer las expectativas de sus padres”.
Aun cuando “Cuentos de Tokio” se desarrolla en el Japón de la posguerra (los 1950’s), en plena reconstrucción y en aparente disolvencia con lo occidental, los valores sociales que plantea poseen contundencia y actualidad. Cuando los hijos crecen comienzan a surgir los cuestionamientos, los reproches y la indiferencia, porque los hijos “tienen que ocuparse de sus propias vidas”, dice Noriko (Setsuko Hara), la nuera viuda de Tomi y Sukichi, a su cuñada Kyoko (la menor de los Hirayama, interpretada por Kyoko Kagawa), quien le responde “¿Entonces de qué vale ser una familia?”, y luego el diálogo profundiza: “Los hijos se vuelven así, gradualmente”, “¿No es la vida decepcionante?”, “Sí lo es”. Noriko, sin ser descendiente de la familia, es quien mejor trata a sus suegros, los viejos Hirayama, y es un personaje muy logrado, como todos, pero ella capta muy bien la comprensión de esa vida difícil: el ser padre, el ser hijo y vivir y morir esos ciclos sociales interminables. Una joya enorme del maestro Ozu.
Ficha técnica
Dirección: Yasujiro Ozu
Producción: Takeshi Yamamoto
Guion: Yasujiro Ozu y K?go Noda
Música: Kojun Saito
Fotografía: Yuharu Atsuta
Montaje: Yoshiyasu Hamamura
Productora: Shochiku
Año: 1953
Reparto:
Chishu Ryu como Shukichi Hirayama.
Chieko Higashiyama como Tomi Hirayama.
Setsuko Hara como Noriko Hirayama.
Haruko Sugimura (ja) como Shige Kaneko.
Así Yamamura como Koichi Hirayama.
Kuniko Miyake como Fumiko Hirayama.
Kyoko Kagawa como Kyoko Hirayama.
Eijiro Tono (ja) como Sanpei Numata.
Nobuo Nakamura como Kurazo Kaneko.
Shiro Osaka como Keizo Hirayama.
Hisao Toake como Osamu Hattori