Por Benjamín Harguindey   
EscribiendoCine.com-CorreCamara.com

La tercera incursión de Kenneth Branagh como director, productor y protagónico de un misterio de Hércules Poirot, “Cacería en Venecia” (“A Haunting in Venice”, 2023), no cuenta con un misterio demasiado sorpresivo.

Se trata de una libre adaptación de la novela “Las manzanas” (“Hallowe’en Party”) de Agatha Christie y representa la tercera incursión de Kenneth Branagh como Hércules Poirot. La magia se ha ido diluyendo entre películas, cada una atrayendo menos estrellas y acotando el glamour de la trama.

La nueva aventura del detective se trajea de horror, canjeando los paisajes exóticos del Orient Express y el Nilo por un palazzo veneciano decrépito que puede o no estar embrujado. Ariadne Oliver (Tina Fey), escritora y vieja amiga del detective, lo invita a una sesión de espiritismo durante una tormentosa noche de Halloween con la intención de sacarlo del autoexilio y exponer la farsa. Cuando la sesión termina con una muerte, Poirot encierra a los sospechosos y comienza una rutina de interrogatorios ocasionalmente interrumpida por momentos banales de acción o suspenso.

Se destaca la estética del proyecto, con una atractiva iluminación sombría, un decorado ominoso (mezclando, absurdamente, la festividad de Halloween con las mascaradas venecianas) y lentes angulares que enfatizan la claustrofobia física y emocional de la situación. Pero lo que la premisa gana con su novedoso giro gótico lo pierde en la ejecución de los sustos, que tienen poco que ver con la idiosincrasia de Agatha Christie y se construyen con la mediocre gramática visual de Blumhhouse: amagues de cámara, sustos ruidosos, niñas siniestras que pueden o no estar ahí, etc.

Si el misterio resulta flojo es porque depende de demasiadas ideas a medio cocer. De entrada, mucho antes de la muerte en cuestión, la película apila a las apuradas la mitología del propio palazzo (un orfanato embrujado) así como la tragedia personal de su anfitriona. Pincelazos góticos que forman una atractiva atmósfera de superstición pero también adelantan el desarrollo del misterio: el espectador parte con una sobreabundancia de información y un diagrama de todo lo que la película ha de conectar, de manera lógica o fantástica.

Lo que termina caracterizando al elenco, que es competente pero mucho menos estelar que la marquesina de “Asesinato en el Expreso de Oriente” (“Murder on the Orient Express”, 2017), es cómo se desperdicia. La cinta suma constantemente personajes traumados por su pasado, conectándolos de manera rebuscada y sugiriendo caminos que no llevan a ningún lado. La mayoría redundan en poco más que relleno. Un muy buen giro en particular, que en cualquier otra instancia hubiera renovado a la trama con una perspectiva intrigante, se vuelve irrelevante antes de que la película, y sus actores, puedan aprovecharlo.

“Cacería en Venecia” no está a la altura del potencial que sugiere su premisa. Es una historia de detectives mediocre, disfrazada como una historia de terror genérica. Pero se eleva marginalmente por encima de su antecesora, “Muerte en el Nilo” (“Death on the Nile”, 2021), gracias a su renovado enfoque, su balance estético, algunas buenas ideas a medio desarrollar y un diseño de producción eficaz.