En el corazón de la controversia cinematográfica, Emilia Pérez ha encendido debates apasionados al explorar el México violento marcado por la narcocultura. Jean-Pierre Garcia y Matías Mora Montero ofrecen dos visiones diametralmente opuestas sobre esta provocadora cinta. Mientras uno celebra su audaz retrato de una realidad incómoda, el otro cuestiona sus límites éticos y estéticos. ¿Una obra maestra o un espejismo peligroso? Acompáñanos a descubrir estas perspectivas enfrentadas sobre una película que no deja indiferente a nadie.
«Emilia Pérez», una obra que no pide permiso para incomodar
Por Jean-Pierre Garcia
La película “Emilia Pérez” de Jacques Audiard (Francia, 2024), se presentó en competencia. En México se conoce la película muy negra de Audiard, “El Profeta”, un éxito mayor en Cannes (2009). “El Profeta” fue provocante en el contexto francés del universo carcelario de aquellos tiempos. Este año, a pesar de ciertos puntos de vista críticos que nunca apreciaron el trabajo de Audiard, hubo aplausos en las proyecciones de prensa, justificados desde mi punto de vista. Brotaron como gritos del corazón.
De qué se trata este filme que mezcla géneros, del thriller al cine “Noir” (negro), de la comedia musical al filme comprometido en asuntos sociales. Aquí se vive, se quiere, se mata y se arman luchas sociales; se trata también de los géneros. Rita (Zoé Saldaña), joven y brillante abogada, a pesar de sus cualidades no consigue salir de su exclusión profesional porque es de piel muy morena para la justicia del país. Todo cambia en su vida cuando Manitas, el jefe de un cuartel narco de los más importantes, le promete la riqueza, la gran riqueza, si acepta manejar un caso muy específico: Manitas desea desde joven cambiar de identidad y transformarse en mujer, sin que nadie lo sepa. Todo se organiza en secreto, pues ni siquiera su esposa (y madre de sus hijos) lo sabe.
Todo sucede como previsto y rápidamente ya no hablamos de Manitas de la Montaña, un hombre muy feo y violento como narco traficante, sino de Emilia Pérez (interpretada por la actriz trans española Karla Sofia Gascón). Emilia Pérez se convierte en otra persona y apoya claramente la idea de que la feminidad en un personaje aporta algo nuevo en la relación con la violencia y con el daño que surge en el mundo machista. Emilia intenta ayudar a las familias cuyos hijos o esposos desaparecieron. Al mismo tiempo, pretende ser una prima que quiere mucho a los hijos de Manitas (de hecho, sus propios hijos). Mientras tanto, su “viuda” (Selena Gómez) vive bien, desarrolla una relación amorosa y quiere casarse de nuevo.
No se puede contar todo, pero Jacques Audiard y su coguionista ya tenían una visión del futuro cuando decidieron el tema subyacente de la película. El filme es muy “noir” y está situado en un país que se enfrenta a los cárteles de narcotraficantes y a las violencias diarias. Pero para sus guionistas, el tema central no es el mundo de los narcos. Al contrario, en Emilia Pérez corremos hacia las raíces del mal, hasta este mundo donde la confrontación entre hombres machos y mujeres es algo profundo y amenazante para todos. Para expresar este punto de partida, Jacques Audiard decidió presentarlo todo en el ambiente de un “musical”. No en cada momento del filme, pero sí de manera regular, como se haría en una novela gracias a la puntuación, para que sobresalgan ciertas palabras o acciones. Así, por ejemplo, cuando la abogada se ve despojada de su trabajo en un juzgado, el texto escrito por Rita (abogada) y que su jefe presenta como suyo al juez, se convierte en las palabras de una canción que se levanta por la calle interpretada por un coro de cantantes, como símbolo de la voz del pueblo. Al mismo tiempo, este canto (y baile) rinde homenaje a “West Side Story”. La música, en varias ocasiones, homenajea a obras conocidas y poderosas de la historia del cine.
El último canto, por la calle a bombo y platillo, con una canción muy melancólica de Georges Brassens, no es una caricatura de la música mexicana, sino que da una visión universalista al tema que acabamos de ver en la pantalla. Las actuaciones son perfectas, especialmente en los papeles de Rita (la abogada) y de Emilia (el jefe narco que se vuelve transexual). Estas dos actrices se merecen algo en la decisión final del Jurado. Para mí, a este nivel de la selección en Competencia, Emilia Pérez se merece la Palma o algo parecido.
Actuación de Selena Gómez, Karla Sofia Gascón, Zoé Saldaña, Edgar Ramírez y Adriana Paz.
«Emilia Pérez», una obra orgullosa de su ignorancia cultural
Por Matías Mora Montero
Cerca del final de “Emilia Pérez” hay un plano breve que captó mi interés: dentro de una procesión, un trompetista rompe la cuarta pared. Sea a propósito o no, su breve gesto de mirar a la cámara enuncia incomodidad, el personaje pertenece, más quienes lo filman son ajenos y aquella mirada extranjera está presente en cada segundo de esta ofensiva, insensible y pobre película, donde un cineasta francés pone su ojo en la situación de violencia en México, más nunca, ni por un sólo segundo de sus dos horas de metraje, profundiza en esta compleja mancha de sangre que a todo México trae sucio. El resultado no sólo es desastroso, es prueba de la visión europea que se tiene de nuestro país.
“Emilia Pérez” es un musical sobre el narco en México, así es, un musical, sus notas siendo ruido que demuestran una obra orgullosa de su ignorancia cultural. Desde su elenco, con nombres notables como Zoe Saldaña y Selena Gómez, ya todo sale mal: el español de ambas actrices es un acto terrorista contra el castellano, su acento hundido en una vida gringa y lujosa que destruye la veracidad de sus personajes. Si algo nos sobra en México son actrices de gran talento que saben cantar, bailar y enunciar de formas sorprendentes, claro que éstas actrices no están presentes en “Emilia Pérez”, en su lugar están estas gringas disque-latinas que son una prueba adicional de que al cineasta en ningún punto le interesó nuestro país, sólo crear una obra performativa donde un narco de nombre Manitas transiciona para volverse la hegemónica Emilia Pérez, y esta transformación convierte a su personaje en una justiciera social dispuesta a encontrar los cuerpos de los desaparecidos en México, un tema que a todos nos duele, que nos cuesta hablarlo, que es difícil de tratar, pero que, claro, en la película se canta con coreografías y visuales llamativos pero vacíos de significado, causa nuevamente de la falta de interés, conocimiento y, ante todo, de comprensión de la gravedad de los temas con los que la cinta juega.
Y es que para Audiard es sólo eso: las desapariciones, el narco, la corrupción, la justicia social, las realidades queer, la propia forma de habitar en la Ciudad de México son un juego, todo se siente como una burla, una caricatura que entretiene y quizá haga reflexionar a audiencias extranjeras (en Cannes le fue bastante bien), pero que para México no es nada más que una terrible ofensa. Desde su primera secuencia, donde escuchamos una versión musical del icónico “se compran colchones, refrigeradores, estufas…”, se advierte que lo que viene es una amenaza constante.
La incomodidad de aquel trompetista del final de la película la comparto, Audiard jamás debió apuntar su cámara hacia nosotros. Mientras la veía, me percaté de un elemento de la sala de cine que raramente tomo en cuenta: la salida de emergencia, su uso me pareció más urgente que nunca. Una total basura inaugura el festival de Morelia y, quizá, esa sea su única salvación: darnos cuenta que la producción en masa que nosotros realizamos sobre historias de violencia en el país está afectando por completo la visión que artistas extranjeros tienen de nosotros, sólo que, claro, la diferencia radica en que nosotros las hacemos por necesidad, para denunciar aquello que vivimos. Gente como Audiard, desconsiderado, insensible y ajeno, lo hacen por la estética. “Emilia Pérez” estrena en salas en enero, si tienen la oportunidad de ir a verla, desaprovecharla es la mejor opción.