Por Ali López
La sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario fue sede de la inauguración de la sexta edición del Festival Internacional de Cine de la UNAM. Este año el festival estará cercano al cine portugués y sus realizadores, por lo que para esta primera función tuvimos la oportunidad de ver un cortometraje “A glória de fazer cinema em Portugal” (La gloria de hacer cine en Portugal, Manuel Mozos, Portugal, 2015) y el largometraje póstumo de Manoel de Oliveira “Visita ou memorias e Confissões” (Portugal, 1982-2015).
El primero es un corto sencillo que busca develar los motores que hicieron que el cine en Portugal comenzara a marchar. Una cinta encontrada en un bazar puede ser la prehistoria de la cinematografía portuguesa; pinturas rupestres que son poco concretas pero en su abstracción algo demuestran. Sólo 4 minutos de una cinta dañada son suficientes para arrancar conjeturas, suspiros e ideas. El nacimiento del cine es siempre una historia hermosa, intensa y confusa. Nombres que se aclaran poco, pero que de ser ciertos confluyen en un ritmo perfecto de dramatismo; la escenificación perfecta para el nacimiento de una industria que tendrá que pelear contra viento y marea para alcanzar su objetivo. La verdad en el cine siempre ha sido parte de la fantasía, dentro y fuera de su pantalla.
El largometraje de Oliveira tiene por sí mismo una historia digna. El director portugués decidió filmar esta cinta en 1982, cuando tenía 74 años de edad, pero decidió que ésta sólo fuera exhibida hasta después de su muerte. Manoel de Oliveira murió el 2 de abril del 2015; ahora podemos ver esa cinta íntima creada por él mismo, sobre él mismo, para él mismo.
Fantasma, sombras, desconocidos, invaden una casa, la casa del director, una casa que es como todas; se mueve, se altera, envejece. Guarda recuerdos en cada objeto, en cada rincón, en la imaginación de quienes la habitaron. Objetos cotidianos que se vuelven invaluables, no por el precio económico, sino por el valor estimativo. Así todo cobra vida, pero al hacerlo, tiene el riesgo de morir en cualquier momento.
Manoel se nos presenta autónomo, tosco, acartonado; una puesta en escena ensayada, dictada por la mano de quien hace del cine su oficio. Con neutralidad nos cuenta su historia, la historia. Nos habla de su esposa y sus hijos, de sus padres, de sus hermanos. Es él hablando sólo de él mismo. No cae en el juego de los personajes o los terceros, se presenta tal y cómo es, con el ego rebasado pero rimbombante, escueto pero kitch; una carta de presentación original y detallada. Oliveira fue muy consiente con su obra póstuma, con su herencia al mundo; es un muerto-vivo inteligente que sabe cómo quiere ser recordado.
Es cierto que todo luce irreal, exacto, planificado; pero el mismo director nos dice que la realidad del cine vive en lo elaborado, en lo ficticio. El cine es la mentira más hermosa del mundo. Sólo así podemos creer que los fantasmas hablan, que los muertos viven, y que los directores de cine son tan obsesivos como para seguir guiando después de su muerte.
Un documental sencillo y simple, pero que cumple su propósito primario, una autobiografía audiovisual que engloba los datos necesarios para el que se inicie en este campo. Una muestra simple de lo que nos espera en FICUNAM, cine que sale de lo normal.
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