Por Hugo Lara

El sueño del artista es pasar a la posteridad a través de sus obras. Muchos directores de cine lo han conseguido, si bien Woody Allen aclaró alguna vez que él no deseaba alcanzar la inmortalidad mediante su trabajo, sino simplemente no muriendo. Una hazaña que se antoja difícil, como el mismo director judío lo deja entrever en la divertidísima La última noche de Boris Grouchenko (Love and Death, 1975).   

El tema de la muerte, universal y enigmático, ha merecido diversos tratamientos en el cine, basta ver la filmografía de Ingmar Bergman (El Séptimo Sello y otras) y ciertas cintas claves de los directores consagrados (Visconti, Kurosawa, Buñuel, Welles). Con ese contraste, puede juzgarse como una mala jugada lo que el destino le reservó al director William Desmond Taylor, una figura prominente de los inicios de Hollywood, cuyo caso ha merecido el surgimiento de una rama de estudio, la Taylorología, dedicada a esclarecer su misterioso asesinato ocurrido en el remoto 1922.   

Este director fue victimado de un tiro en su bungalo de Los Ángeles sin que se lograra identificar a su asesino, en circunstancias confusas, pues incluso después del hallazgo de su cadáver, testigos aseguran que un hombre que se presentó como doctor y que examinó el cadáver, lo declaró muerto de una hemorrragia estomacal, aunque momentos después, cuando le dieron vuelta al cuerpo, descubrieron la inconfundible perforación de bala en el abdomen.   

Esos insólitos detalles se han añadido a la infructífera investigaciones de años, a cargo de la policía pero también de algunos curiosos, como el veterano director King Vidor, que en la década de los sesentas se obsesionó con ese crimen e intentó levantar en vano una película basada en el caso. Numerosas hipótesis y pistas falsas han servido para alimentar la leyenda de la muerte de este director que ha pasado a la posteridad, paradójicamente, por encima de las películas que filmó  y que ya nadie recuerda ahora.  

Pero en cambio Billy Wilder  tuvo el detalle de bautizar al personaje femenino de Sunset Boulevard (1950), la vieja actriz que interpreta Gloria Swanson, como Norma Desmond, en alusión al director asesinado y a una de sus actrices, Mabel Normand, sospechosas de haber perpetrado el crimen.  

Además de ella, una decena de posibles asesinos están registrados en el expediente de su caso, lleno de hipótesis truculentas ninguna sin comprobar, en la que han salido a la luz aspectos como la adicción de Taylor a la cocaína , lo que convirtió en sospechosa a Mabel, su amante y también adicta; o bien la línea de su depredación sexual, que involucró a la joven actriz y también amante Mary Miles Minter, protegida por una madre dominante y celosa, quien pudo ser la que jaló del gatillo. Las carreras de ambas actrices, por cierto, fueron destruidas por el escándalo mediático que siguió al homicidio.  

Otra de las pesquisas supone que Charles Eyton, un alto ejecutivo de los Estudios Paramount, después de la muerte de Taylor organizó una limpieza general de su casa, el lugar del crimen, con empleados de la compañía (decoradores, escenógrafos) antes de dar aviso a la policía, para eliminar evidencias que incriminaran a algunas actrices que presuntamente habrían tenido algún vinculo sexual con el director asesinado.  

El caso de Margaret Gibson, conocida igual por su nombre artístico, Patricia Palmer, abrió nuevas luces sobre el caso. Ella fue una actriz de segundo nivel en la época del cine mudo de Hollywood. En realidad se le recuerda poco y se retiró tempranamente, por la década de los años treintas, cuando se casó con un ejecutivo petrolero. También se sabe que fue detenida alguna vez por la policía por formar parte de una banda de extorsionistas.  

La cuestión es que, tirada en el suelo de su cocina después de un ataque al corazón, en 1964, confesó haber sido la asesina de Taylor, delante de algunos vecinos que la asistieron. La mujer murió con el cargo de conciencia y los vecinos, en medio de la confusión, olvidaron el suceso, hasta que en 1999, uno de los sobrevivientes comentó lo sucedido pero no pudo brindar detalles que sirvieran para esclarecer el crimen de una vez por todas, pues dijo que en 1964 ni siquiera sabía quién era el aludido Taylor.  

La muerte de Taylor, junto a otros escándalos de la época en Hollywood, como el caso de Fatty Arbuckle, contribuyó a generar un endurecimiento de la censura, pues los grupos conservadores pensaban que la corrupción en el entorno cinematográfico  había llegado ya muy lejos y podía irradiar negativamente al resto de la sociedad, como ejemplificaba en sendos casos donde se mezclaban los homicidios con las drogas, el acohol, y el sexo.  

Estas negras historias de los años veintes trascendieron  a su época gracias a lo fascinante de su entorno, al torcido concepto heróico del crimen, como igual sucedió con los asesinatos que dieron pie al musical Chicago, que el legendario director y coreógrafo Bob Fosse estrenó en 1975.  Es sabido que está basado en los jucios de dos mujeres asesinas, en la vida real de nombre Beulah Annan y Velva Gaertner, procesadas por el ya lejano año 1924.

La celebridad que alcanzaron ambas féminas inspiró una obra teatral y un par de películas, entre ellas una que estelarizó Ginger Roberts, en 1942.  

En  la versión de 2001, la actriz Renée Zellweger hace el papel de Roxie Hart, el personaje inspirado en Annan, mientras Catherine Zeta-Jones interpreta a Velma Kelly, émula de Gaertner. Además de ellas, toman parte en el reparto Richard Gere, como el vanidoso abogado defensor Billy Flynn, además del buen actor John C. Really y Queen Latifah, como una dura celadora, todos ellos dirigidos por Rob Marshall.

Por Hugo Lara Chávez

Cineasta e investigador. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Director-guionista del largometraje Cuando los hijos regresan (2017). Productor del largometraje Ojos que no ven (2022), entre otros. Director del portal Correcamara.com y autor de los libros “Pancho Villa en el cine” (2023) y “Zapata en el cine” (2019), ambos con Eduardo de la Vega Alfaro; “Dos amantes furtivos. Cine y teatro mexicanos” (coordinador) (2015), “Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-201” (2011) con Elisa Lozano, “Ciudad de cine” (2010) y"Una ciudad inventada por el cine (2006), entre otros.