Una navaja corta el ojo de una mujer: la primera imagen gore en la pantalla.
Por Arturo Garmendia
“Un perro andaluz” sigue siendo provocador, sigue ladrando su discurso inconsciente y haciéndose pipí en el pedestal de la diosa razón.
Hugo Gutiérrez Vega
Estrenos
“Un perro andaluz”, el filme de Buñuel y Salvador Dalí, inició su rodaje el 19 de marzo de 1929 y fue estrenado en París el 6 de junio siguiente. Ha cumplido, por tanto, nada menos que 88 años. Es ya un perro octagenario, que ladra pero que no muerde: nadie siente que le lance dentelladas, ni se ve obligado a destrozar la pantalla en que se proyecta o el salón que les convoca a presenciar sus provocaciones. Pero de que ladra, ¡ladra, y de qué manera!
La historia de la triunfal recepción del “Perro” en París es muy conocida. Lo son menos sus estrenos en España, Inglaterra, Estados Unidos y México. En la Ciudad Luz, derechas e izquierdas no tenían nada de ecuménicas, por lo que la sala de “Le Studio des Ursulines”, donde “el Perro” debía cumplir una temporada, hizo el estreno y, ante el temor del escándalo, optó por cancelar el compromiso. Studio 28, otra sala de arte, proporcionó su pantalla para seguir las exhibiciones, pero Buñuel, precavido, asistió con los bolsillos llenos de piedras por si tenía que repeler una agresión. Se sabía que André Breton, máximo santón del movimiento surrealista había dado orden a sus feligreses de abortar el estreno de ese español advenedizo (en ese momento Buñuel todavía no pertenecía al movimiento surealista). Providencialmente, Breton pudo ver con anterioridad el filme, en una proyección privada y dio contraorden: había que ir a aplaudir al “Perro”. Lo demás es historia: éxito total; estrellato instantáneo de sus autores, Buñuel y Dalí; ingreso a los más renombrados cenáculos aristocráticos-intelectuales; mecenazgo para un nuevo filme surrealista…
En la tierra del director el éxito se repitió. Los estrenos se llevaron a cabo el 24 de octubre de 1929 en Barcelona y el 8 de diciembre de ese año en Madrid, en un clima particularmente favorable porque en el mes de septiembre se había celebrado el Primer Congreso Nacional de Cinema Independiente, en el marco del auge y consolidación del movimiento cineclubista del país, simultáneamente con la unión de todos los intelectuales vanguardistas españoles, instancias en las que se hizo enorme difusión de las hazañas del “Perro”, creándole un clima de interés y expectación que redundó en una acogida benévola y entusiasta.
En el caso de Inglaterra, estaríamos hablando de un no-estreno, toda vez que la presentación del “Perro” y de La edad de oro no se hizo sino hasta ¡1980!, gracias a una serie de sin-razones muy propias del espíritu inglés. En principio, por la cerrada resistencia que ejercían empresarios cinematográficos y autoridades británicas a fomentar la importación de filmes extranjeros, particularmente norteamericanos, para defender su mercado interno. Pero, se dirá ¿qué tanta competencia podría hacerles el “Perro andaluz”? Ninguna. Tan es así que en 1925 se había fundado la London Film Society con el propósito de exhibir filmes y promover su divulgación en toda una red de cineclubes, sin tener en cuenta la normatividad sobre cuotas ni las leyes de la censura, pero nunca rompieron una lanza a favor de Buñuel. Más ridículo aún, la London dedicó, a lo largo de todos esos años ciclos enteros enfocados a analizar el surrealismo en el cine, limitándose a programar prácticamente a toda la vanguardia francesa de los años veinte y treinta, menos las cintas de Buñuel. La única excepción fue el estreno, en 1937, de “Las Hurdes”, pero en el programa de mano respectivo podía leerse: “En el pasado, el señor Buñuel fue surrealista y responsable de películas como ‘Un chien andalou’ y ‘L’Áge d’or’. Este es su primer documental”. (1)
Aún las revistas cinematográficas, insospechables de frivolidad, mantuvieron la misma actitud. En junio de 1933 la revista Close-Up publicó un artículo de cierta extensión sobre “L’Áge d’or”, que sin duda contribuyó a su estigmatización, pues hablaba de “su cultivo de episodios obscenos, repugnantes y de mal gusto, en los cuales la nación, la familia y la religión se ven arrastrados por el barro”.
Cabría aquí un comentario sobre el puritanismo, hipocresía y doble moral inglesas, pero apenas es necesario hacerlo.
El “Perro” goes to Hollywood
No bien terminó el montaje de “La edad de oro”, su segunda película, Buñuel marchó a Hollywood con un contrato de prueba para trabajar seis meses en los estudios de la Metro-Goldwyn-Mayer. Bajo el brazo llevaba una lata con una copia del “Perro andaluz”. En Los Ángeles le esperaba Edgar Neville, escritor y cineasta español que formaba parte del equipo de colaboradores de Charles Chaplin, quien lo introdujo al círculo de amigos del cómico inglés. Jugar tenis, nadar en la piscina y trasnochar en casa de su célebre anfitrión fueron las actividades que se convirtieron en la mayor parte de su rutina cotidiana, pues la Metro no sabía en que emplear a su reciente adquisición.
A los diez días de su llegada a Hollywood, el 28 de noviembre de 1930 “La edad de oro” se estrenó en París, en medio de un escándalo de considerables proporciones. Buñuel se enteró a través de las páginas de Los Angeles Examiner. Eso le dio cierta celebridad en el mundillo cinematográfico y Chaplin organizó una serie de exhibiciones del “Perro”, que se volvieron acontecimientos mundanos: ”Chaplin vio ‘Un chien andalou’ por lo menos diez veces, en su casa –recuerda Buñuel. La primera vez, cuando acababa de empezar la proyección, oímos un ruido bastante fuerte. Su mayordomo chino que hacía de operador, acababa de desplomarse desmayado”. (2)
Desmayos aparte, el filme no tuvo mayor repercusión: la audiencia hollywoodense, más que ir a ver cine, iba para ser vista. De sus célebres espectadores sólo Erich von Stroheim dejó constancia, en sus memorias, de su aprecio por el “Perro”; y hay testimonios de que Marlene Dietrich permaneció absorta en lo que sucedía en la pantalla cuando acudió a su exhibición. En cuanto a Chaplin, a quien Buñuel agradeció su hospitalidad regalándole su copia del “Perro”, interrogado posteriormente sobre el porqué de su interés por la película, confesó que no le había gustado. Pero entonces ¿por qué se había tomado tantas molestias para difundirla?, se le cuestionó. “Bueno, por entretener a la gente y dar la impresión de estar al día”. No fue la única ocasión en que el sublime cómico mostró un sedimento snob en su personalidad.
Buñuel regresó a Europa, se encontró con que “La edad de oro” había sido prohibida por la censura y no logró levantar un nuevo proyecto. Retornó a España y consiguió empleo como asesor de doblaje para las películas de la Warner Brothers en ese país. Finalmente, en 1932, un amigo suyo, Manuel Alducín, se sacó la lotería y decidió financiarle un nuevo filme, el documental sobre una miserable provincia española, Las Hurdes, que se tituló “Tierra sin pan”.
En 1933 Buñuel retornó nuevamente en Francia, para el estreno en ese país de “Tierra sin pan”. Jacques Prevert –poeta, guionista y productor cinematográfico y teatral- y Georges Sadoul –crítico e historiador cinematográfico-, antiguos amigos del movimiento surrealista, aprovecharon la ocasión para citarlo en el café Les Deux Magots, con el propósito de recordar viejos tiempos.
Habían formado un grupo de teatro denominado Octubre, a la sombra del Partido Comunista Francés, para divulgar la ideología socialista. Traían consigo a un simpatizante comunista, que se desempeñaba en el medio cinematográfico y quería conocerle, pues había quedado vivamente impresionado por el documental hurdano. Se trataba de un judío ruso de porte distinguido, parecido a Bela Lugosi –el primer Drácula de la pantalla. Era productor y parecía adinerado, ataviado como un dandy con su traje de franela y su sombrero color gris perla. Se llamaba Oscar Dancingers, pero Buñuel no tuvo tiempo de tratarlo. La siguiente vez que se encontrarán será trece años más tarde, en un país completamente diferente: México.
“Perro” y surrealismo llegan a México
México tenía la costumbre de llegar a la vanguardia… por la retaguardia, es decir, completamente desfasado. Por ello, el estreno de “Un perro andaluz” se llevó a cabo hasta 1938, gracias a los buenos oficios de uno de los primeros cine-clubes fundados en la ciudad capital, el “16 mm. Cinema”, dedicado a presentar filmes sin aceptación en los circuitos comerciales. El cine club les echó a sus parroquianos el “Perro” (que ya era un cachorro de nueve años) consciente de que, al decir del poeta y crítico cinematográfico Xavier Villaurrutia, era “su número de fuerza, su platillo de vitriolo”, añadiendo:
“La obra de Luis Buñuel y Salvador Dalí tiene como virtud esencial producir el desconcierto de los espectadores que inútilmente se fatigan buscando en el film sobrerrealista símbolos y un sentido oculto. “Un Perro Andaluz” debe verse como lo que es: una serie de imágenes cargadas de erotismo y de crueldad, inusitadas siempre, dentro de una atmósfera densa de angustia. El espectador queda a merced del poder activo de la imagen que no le deja un punto de reposo. La sensualidad de este film es algo vivo y lúgubre al mismo tiempo. El ojo cortado por un navajazo y las hormigas en la mano son, entre otras muchas, verdaderas metáforas realizadas”. (3)
Aunque tarde, el “Perro” no podía haber llegado en mejor momento. Su estreno coincidió (no sabemos si deliberadamente o no) con la visita de André Breton al país, que se prolongó del 18 de abril al 1º. de agosto de 1938. El caso es que, en el curso de una de las conferencias que ofreció, presentó el filme surrealista con estas palabras: “Al hacer en 1929 ‘Un perro andaluz’, Buñuel y Dalí aportan una adhesión resonante al surrealismo, a ese surrealismo del que ya se ha podido decir justamente que se propuso extender la Revolución a todos los dominios… “ (4)
Breton quedo fascinado con México. En una entrevista concedida a un periódico nacional, declaró. “¡Tierra roja, tierra virgen impregnada de la sangre más generosa, tierra donde la vida del hombre no tiene precio, presta siempre, como la pita infinita que lo expresa, a consumirse en una flor de deseo y de peligro! Queda al menos en el mundo un país donde el viento de la libertad no ha amainado… México tiende a ser el lugar surrealista por excelencia. Encuentro el México surrealista en su relieve, en su flora, en el dinamismo que le confiere la mezcla de sus razas, así como en sus aspiraciones más altas”, una de ellas “la de acabar con la explotación del hombre por el hombre”. (5) Cabe añadir que, ante tal comentario, el pintor Roberto Montenegro replicó, irónico: “México ¿surrealista? ¡Más bien está lleno de artistas mariguanos!”.
¿El surrealismo descubrió a México o México descubrió al surrealismo? Poco importa: lo cierto es que a partir de entonces uno y otro establecieron vasos comunicantes: a París llevó Breton trabajos de Frida Kahlo y del fotógrafo Manuel Álvarez Bravo, para exponerlos en la muestra que llamó sencillamente “México”; de París vinieron Antonin Artaud, Benjamín Peret y Edward James a perderse –y encontrarse- en sus selvas profundas. El exilio español trajo nuevos oficiantes de esa secta cosmopolita (Remedios Varo, Leonora Carrington, Wolfgang Paalen) que contribuyeron a expandir el asombro original. El “Perro” surrealista se encontró aquí como en su casa. Y aulló, aulló llamando a su amo.
Interviene el azar
Lo creo así porque se desencadenaron una serie de coincidencias que dieron por resultado el traslado de Buñuel a México: Denise Tual, quien había estado casada con Pierre Batcheff, el protagonista de “Un perro andaluz”, se había convertido en productora de cine, en Francia. Venía de tener un gran éxito con el filme “Los ángeles del pecado” (Bresson, 1943) que, como se recordará, tenía un reparto casi exclusivamente femenino. Concibió así la idea de emprender la filmación de “La casa de Bernarda Alba”, el drama de García Lorca, cuyos personajes principales son, en su totalidad, mujeres.
Viajó entonces a Los Ángeles, para intentar levantar una coproducción con alguno de los grandes estudios. A su llegada, los franceses residentes en la “meca del cine” le ofrecieron una cena en casa de René Clair, a la que fue invitado también Luis Buñuel. E informada que estuvo la productora francesa de la relación amistosa de Buñuel con Ricardo García Lorca, lo integró al proyecto.
Pero ninguno de las casas productoras a las que se les solicitó su participación se mostró interesada; y puesto que no era posible rodar la cinta en España (García Lorca acababa de ser asesinado ahí) México y sus bajos costos de producción le parecieron una opción viable, por lo cual Denise contactó a Oscar Dancingers, quien había huido a este país para refugiarse del nazismo. “Denise Tual me habló de Buñuel, que estaba en Hollywood, que llevaba una vida bastante triste –informa Oscar Dancingers. Trabajaba en una gran compañía norteamericana, no sé cuál, y verdaderamente se sentía bastante deprimido. Entonces yo dije que era necesario hacer venir a Buñuel a México, donde podría trabajar y hacer películas”. (6) Ambos productores convinieron reunirse en México, y Denise invitó al cineasta aragonés a acompañarla en su viaje.
Sin embargo, el proyecto no avanza porque Francisco García Lorca no acepta ceder los derechos de la obra, en la que por lo demás Dancingers no estaba interesado. Pero si en trabajar con Buñuel: el recuerdo de “Tierra sin pan” no lo había abandonado. Por vía de mientras le ofrece la dirección de una cinta de bajo presupuesto, que se llamará “Gran Casino”, y Buñuel acepta quedarse a trabajar en México.
Al enterarse de que el aragonés filmaría en México, el fotógrafo Manuel Álvarez Bravo, entrevistado por el periodista Antonio Díaz Ruanova, afirmó que el cineasta venía a “penetrarse de la violencia, la vida y el drama sumergido y terrible de México”, frase que motivó la burla de otro reportero, Miguel Ángel Mendoza, quien visitó el set donde se filmaba “Gran Casino” (1946), la primera película de Buñuel en México, para reportar que: “…el Buñuel esteta, el que venía a capturar las almas contradictorias del paisaje y el hombre mexicanos, se vio de pronto, de bruces, con una cinta híbrida… Fracaso. Naufragio, desde el punto de vista estético. E insatisfacción y arrepentimiento más tarde. Buñuel no haya a México. Al menos, no en esta película… [Con películas así] ¿de qué manera va a encontrar a México y su drama? “. (7)
Pero quien ríe al último, ríe mejor. A la vuelta de cuatro años, con “Los olvidados”, Buñuel hacía realidad las proféticas palabras de Álvarez Bravo.
¿Por qué ladra el Perro, Buñuel?
Opacado por los sucesivos éxitos de “Los olvidados”, “Él”, “Ensayo de un crimen” y “Nazarín”, “el Perro” se alejó de las pantallas grandes y los reflectores hasta quedar convertido (casi) en una pieza de museo. Tuvo que llegar una nueva generación de cinéfilos, en la década de los sesenta, educada en las glorias de la Cinemateca Francesa, a gestar una nueva ola de crítica cinematográfica que se diseminó por el mundo para analizar los prestigios establecidos y hacer nuevos juicios de valor. Cayeron muchos altares y se erigieron otros, y entre ruinas y nuevas construcciones “el Perro” se sacudió el polvo y, a sus 31 años se dedicó nuevamente, como dice el poeta Gutiérrez Vega, “a ladrar su discurso inconsciente y a hacerse pipí en el pedestal de la diosa razón”. (8)
En 1960 comenzaron a publicarse monografías y estudios críticos sobre la obra de Luis Buñuel; el primero de ellos escrito por un surrealista de cepa, el griego Ado Kyrou, seguido por los trabajos de Freddy Bauche, Raymond Dugnart y José Francisco Aranda. En México, el filósofo Eduardo Lizalde publicó en 1962 el primer libro nacional dedicado al cineasta, y la revista “Nuevo cine” dedicó uno de los primeros números monográficos dedicados a este autor en 1961, con artículos y ensayos de Salvador Elizondo, Emilio García Riera, José de la Colina, Jomi García Ascot y Octavio Paz, entre otros. 1961 fue también el año de “Viridiana”, el filme que regresó a Buñuel a sus raíces y que motivó un creciente interés por su obra, interés que ya no declinaría más.
En este contexto, el vizconde de Noailles, productor de “La edad de oro”, levantó la prohibición que había decretado sobre el filme a causa del escándalo en su estreno, y los dos primeros filmes de Buñuel, que no habían dejado de circular en copias clandestinas, pudieron estrenarse oficialmente en muchos países que aún no los conocían.
Ahora bien, los años no pasan en vano y no puede negarse que un espectador contemporáneo debe tener por fuerza una percepción diferente a la del público original sobre estas cintas vanguardistas. Después de todo, de 1929 a la fecha el cine nos ha informado de toda la patología sexual posible; nos ha mostrado, de la forma más gráfica y explícita, todo el repertorio de usos y procedimientos eróticos; y no ha retrocedido ante la exhibición, aún impúdica, de casos extremos de violencia y crueldad física. Nada de esto puede causar ya sorpresa alguna.
También convine aclarar desde ya que, lejos de lo que pensaba Xavier Villaurrutia, “Un perro andaluz” no es un enigma sin sentido, una mera provocación destinada a suscitar el desconcierto del espectador. Lo dice el propio Buñuel: “Lo de la falta de ilación lógica de ‘Un perro andaluz’ es puro cuento. Si fuese así, debía haber cortado la película en puros flash, echar en varios sombreros los distintos gags y pegar las secuencias al azar. No hubo tal… No, sencillamente es una película surrealista en que las imágenes, las secuencias, se siguen según un orden lógico, pero cuya expresión depende del inconsciente que, naturalmente, tiene su orden. Fíjate bien: inconsciente, razón, lógica, orden… Empleamos nuestros sueños para expresar algo. Pero no para presentar un galimatías. ‘Un perro andaluz’ no tiene de absurdo más que el título… y sí (tiene que ver) mucho con el Dalí de ayer y conmigo, con nuestra manera de ser, con nuestros sueños”. (9)
En otras palabras, “Un perro andaluz”, como dijera Shakespeare, tiene “la misma materia de que están hechos los sueños” lo cual, interpretado por Freud vendría a dar en la película las angustias, represiones internas, inhibiciones, traumas y complejos experimentados ante el despertar de la libido frente a los tabués, prejuicios, preceptos morales e interdictos religiosos que pretenden sojuzgarla. Sólo que el acopio de imágenes que trasmite este desasosiego, si bien relacionado con la psicología de los sujetos, tampoco tiene propósitos terapéuticos ni psicoanalíticos, aunque una parte de la crítica suele abordar la obra utilizando este atajo. (10)
Anatomía del “perro andaluz”
Atendiendo a la clasificación establecida por Pier Paolo Pasolini podríamos decir que “Un perro andaluz” no es cine de prosa, sino cine de poesía. No es un relato, sino una sucesión de imágenes en las que, deliberadamente, Buñuel prescindió de las reglas de la narración lógica y cartesiana, omitiendo referencias a tiempo, lugar, espacio y desarrollo lineal. Abandonó también la psicología de los personajes, su sociología y otros puntos de apoyo de la verosimilitud novelesca; y obligó al público a emprender una rearticulación y una reinterpretación de las imágenes ordenadas, estas sí por un riguroso montaje de asociaciones y atracciones, montaje que permite develar / revelar / hacer estallar el sentido del filme.
Cada imagen, en sí, sólo expresa un contenido unívoco: nube / luna; navaja / ojo. Pero la concatenación de varias imágenes (la nube “corta” a la luna, la navaja corta al ojo) produce una metáfora polivalente, que se enriquecerá a partir de las asociaciones que pueda establecer el espectador. No otra cosa sucede en la poesía. Veamos este ejemplo:
Yo creo que a veces nos contemplan
por delante, por detrás, por los costados,
unos ojos rencorosos de gallina
más temibles que las aguas podridas de las grutas
incestuosos como los ojos de la madre
que murió en el patíbulo…
(Luis Buñuel. Poema, 1927)
Como puede apreciarse, también en estos versos se han eliminado anécdota, personajes, lugar y tiempo, etc., etc. y sin embargo queda en el ánimo del lector la oscura sugerencia de algo siniestro, resultante de la comparecencia de imágenes repelentes (aguas podridas, madre incestuosa, muerte en el patíbulo) en torno a unos inquietantes “ojos rencorosos de gallina”.
Así pues, en “Un perro andaluz”, más allá de lo “atrevido” del tema, hoy simple anécdota en una sociedad permisiva; de lo novedoso del empleo de un lenguaje psicoanalítico, que ha devenido jerga de cualquier melodrama televisivo y de la representación inmisericorde de la violencia física, el perro octogenario aúlla la mítica balada de los amantes, modernos Tristán e Isolda que, separados por la moral cristiana y la ética burguesa, no logran consumar su amor; gruñe a la retahíla de fijaciones y desviaciones sexuales (masturbación, voyerismo, bisexualidad, impotencia) que obsede a los protagonistas, y le pela los dientes a cualquier asomo de sentimentalismo, “buen gusto” o decoro pequeñoburgués.
Apasionado, alucinado, adolorido, “Un perro andaluz” es, ahora y siempre, un lírico alegato a favor de la necesaria complementariedad de la libertad y el amor.
Opiniones sobre “Un perro andaluz”
LUIS BUÑUEL: “Una mañana me dijo Dalí: ‘He tenido un sueño muy extraño: tenía un agujero en la mano y me salían cantidades de hormigas’. ‘Pues yo también he soñado una cosa muy extraña: he soñado con mi madre y con la Luna; y con una nube que atravesaba la Luna; y luego le querían cortar un ojo a mi madre; y ella se echaba para atrás’. ‘Pues aquí tenemos la película’, nos dijimos y nos pusimos a trabajar”.
SALVADOR DALI: “’Une chien andalou’ ha tenido un éxito sin precedentes en Paris, cosa que nos llena de indignación como si se tratara de cualquier otro éxito público. Pero pensamos que el público que ha aplaudido ‘Une chien andalou’ es un público embrutecido por las revistas y ‘divulgaciones’ de vanguardia que aplaude por snobismo todo aquello que parece nuevo y extraño. Ese público nada ha comprendido del fondo moral de la película, que está dirigida directamente contra él, con una violencia y una crueldad totales”.
FEDERICO GARCÍA LORCA: “Buñuel y Dalí han hecho una mierdecita de cine así, llamada “Un perro andaluz”. Y el perro soy yo”.
ANDRE BRETON: “Al hacer en 1929 ‘Un perro andaluz’, Buñuel y Dalí aportan una adhesión resonante al surrealismo, a ese surrealismo del que ya se ha podido decir justamente que se propuso extender la Revolución a todos los dominios… Con personalidades muy diferentes… Buñuel y Dalí expresan su acuerdo fundamental con esta proposición. Su colaboración, tan íntima en esa época, no permite distinguir lo que es de uno y de otro en la realización de ‘Un perro andaluz’. El ímpetu de Buñuel, su comportamiento de joven toro siempre dispuesto a embestir el obstáculo, su gran integridad original y su profunda humanidad equilibran de la mejor manera la habilidad suprema de Dalí, su inteligencia de facetas, su ‘aeromodelismo’ moral (para utilizar su propia expresión), su tendencia a hacer predominar el arte sobre la vida. Con Dalí estaríamos tentados a atribuirle, en esta película, la mayor parte de los méritos de la concepción, y a Buñuel los de la ejecución, pero esto es sin duda demasiado riguroso”.
BENJAMIN PERET: “Nadie podía dudar, durante la presentación de ‘Un perro andaluz’ en 1929… le gustara o le repugnara la película, fuese favorable u hostil a ella, que un poeta de la pantalla acababa de manifestarse. Por primera vez el cine hacía caso omiso de la vana anécdota, intentaba arrojarse hasta el fondo del vacío del alma humana con el propósito de traer a la superficie las bestias gesticulantes que llevan una existencia de leones enjaulados dispuestos a devorar a su guardián”
ADO KYROU: “Es la primera película de la historia que, contra todas las reglas, ha sido realizada para que el espectador medio no pueda soportar su visión”.
OCTAVIO PAZ: “La aparición de ‘La edad de oro’ y ‘Un perro andaluz’ señalan la primera irrupción deliberada de la poesía en el arte cinematográfico. Las nupcias entre la imagen fílmica y la imagen poética, creadoras de una nueva realidad tenían que parecer escandalosas y subversivas. Lo eran”.
NOTAS
1. Fernando Gabriel Martín. “El conocimiento de Buñuel en la cultura anglosajona de los años treinta y cuarenta”. En el volumen colectivo “Luis Buñuel y el surrealismo”. Museo de Teruel. España, 2000.
2. Luis Buñuel. “Mi último suspiro”. Plaza & Janés Editores, España, 1982.
3. Publicado en la revista Hoy, no. 66, 28 de mayo de 1938. Incluido en Xavier Villaurrutia. Crítica cinematográfica. México. UNAM, 1970.
4. Cit por Emmanuel Guigon. “Luis Buñuel y el surrealismo”, en el libro del mismo título, Op. cit.
5. Cit. por Antonio Bertram. “André Breton Vit!, El Ángel”, sección cultural del diario Reforma. México, 19 de febrero de 1996.
6. Cit. en Max Aub. “Conversaciones con Buñuel”. Aguilar, S.A. de ediciones. Madrid, España, 1985.
7. Cit. por Emilio García Riera, “Historia documental del cine mexicano.1946 – 1948”. Vol. 4, p. 9. CONACULTA / Gobierno de Jalisco / Universidad de Guadalajara / IMCINE. México, 1993.
8. Hugo Gutiérrez Vega. “Luis Buñuel. Obsesiones de un espectado”r. En su columna Bazar de asombros, en La Jornada de en medio, suplemento cultural de La Jornada.
9. Max Aub. Op. cit.
10. Ver en particular los estudios de Fernando Césarman. “El ojo de Buñuel. Psicoanálisis desde una butaca”. Editorial Anagrama. Barcelona, España, 1976 y Daniel González Dueñas. “Luis Buñuel: la trama soñada”. Cineteca Nacional, México, 1986.