Por Samuel Lagunas

En su edición de 2018, My French Film Festival ha recogido una película en stop motion, “La muerte: padre & hijo” (Denis Walgenwitz y Winshluss, 2017), un proyecto de realidad virtual, “Planeta Z” (Momoko Seto, 2017), y una novela gráfica diseñada para dispositivos móviles llamada “Phallaina” (Marietta Ren, 2017). Este tríptico funciona como un sucinto pero acertado diagnóstico de la cada vez más íntima relación que existe entre la animación y el arte digital y que la cinematografía francesa hace bien en no ignorar. El hecho de que los festivales de animación y los festivales de arte digital caminen cada vez más de la mano es también síntoma de una transformación y de una mayor complejidad de la industria. Cada una de estas obras exige ser valorada desde parámetros distintos, aunque habrá quienes, más afincados en el gusto por una buena historia, vean con extrañeza un cortometraje como el de Mamoko Seto y queden encantados con la fábula de Winshluss. Ponderémoslas, pues, por separado.


“Planeta Z” o la virtualidad del fracaso.

A Momoko Seto podemos llenarla de adjetivos, pero nunca podremos decir que es una artista convencional. Nacida en Tokio, se trasladó a Marsella a estudiar su carrera universitaria y es desde allí que ha generado sus numerosos y variados cortometrajes. Entre su vasta producción, es posible encontrar una constante técnica: la mezcla de distintos tipos de animación con live action, y una constante temática: la vida marina. En su faceta más rara, Seto ha realizado una serie de cortometrajes en los que pone a copular a peces con moluscos e incluso a camarones con seres humanos. A través de un cuidadoso trabajo de edición y de animación (bajo una técnica llamada pixilación, popularizada por el canadiense Norman McLaren), Seto busca descentrar a los espectadores provocando sensaciones inclasificables donde se superponen la atracción, el asco y el morbo. Recientemente, sin embargo, la artista nipona se ha dedicado a una exploración virtual de universos desconocidos. Su saga “Planetas”, hasta ahora compuesta por cuatro proyectos, nos lleva a detenernos en hipótesis sobre el origen y la evolución de la vida. En la más reciente “Planeta ?”, Seto nos sumerge en un territorio lleno de esporas y hongos. Más que contarnos una historia, estamos frente a una aventura de inmersión en la que, de experimentarla adecuadamente, podríamos revivir la creación y recreación de un mundo que bien puede llenarse de agua y casi de inmediato volver a quedar seco. Desde luego que este ciclo de nacimientos y renacimientos difícilmente puede disfrutarse desde una pantalla normal de computadora, de ahí que su gran limitante, paradójicamente, sea ésa: el que podamos verlo. Instalaciones como la de Seto, o la de “Carne y arena” producida por Iñárritu, nos devuelven la especificidad de una experiencia imposible de repetir fuera del espacio para el que fueron predestinadas. My French Film Festival puede ser uno de los festivales de cine más importantes que podemos disfrutar desde casa, pero proyectos como el de Seto quedan lejos de cumplir con ese objetivo. Si me pregunta si hubiera sido mejor haber elegido alguna otra cinta, más acorde a los objetivos del festival, seguro que respondería que sí: que imaginar cómo sería ver “Planeta ?” en una sala de museo, estando en casa, nos lleva a un grado tan alto de virtualidad donde la ambición y las buenas intenciones quedan hechas polvo y lo único real es el fracaso.   


“La muerte: padre & hijo” o el legado invencible

No hay duda de que “Persépolis” (Vincent Paronnaud, 2007) es una de las cintas francesas de animación más entrañables de la historia del cine. El más reciente trabajo de Paronnaud, también conocido como Winshluss, no queda tan lejos de ella en ningún sentido. Amalgamando personajes animados en stop motion con los decorados en 2d, Winshluss y Walgenwitz aventuran una exploración al cine de terror que contribuye a refrescar y revitalizar un género continuamente vapuleado por malas producciones. La cinta nos presenta la vida cotidiana de la Muerte y su pequeño hijo. Aquí, la Muerte no es una figura feminizada sino un padre preocupado por criar a su hijo de la mejor manera y conseguir que continúe su honorable oficio. Tampoco la Muerte es la responsable de los fallecidos, sino que se limita, burocráticamente, a supervisar que todo marche bien y que muera quien tenga que morir. Reticente a continuar con el trabajo de su padre, el hijo encuentra en su caricatura favorita la forma de evitar el aburrido futuro que le depara: ir a contracorriente: convertirse en un ángel guardián. Paronnaud ha dicho que gran parte de su carrera la ha dedicado a pensar y repensar cómo hacer películas animadas que, sin dejar de ser atractivas para el público infantil, tengan una repercusión filosófica y aún moral en los adultos. Una y otra vez, Paronnaud y Walgenwitz lo han logrado. Con “La muerte: padre & hijo” no asistimos necesariamente a una reconsagración del “deber ser” pero sí a un encanto por la fatalidad, al mismo tiempo que aprendemos a abrazar la vida renunciando a convertirnos en zombis (y de paso, renunciando a ver cine de zombis). Sí: el corto puede acabar siendo una exaltación de la medianía, o una crítica de la excesiva administración de la muerte provocada por regímenes de terror, pero eso no le resta ni su alegría ni su ternura. No es tan frecuente hallar tal equilibrio en un cortometraje. Sólo ésa ya es una razón para no perdérselo.

Ambos cortos estarán disponibles de forma gratuita hasta el 19 de marzo en la plataforma oficial de My French Film Festival.