Por Lorena Loeza
Hay historias que de inmediato conectan con el corazón y que con sólo unos pequeños trazos, te hacen entender que están contando una historia de sensible melancolía, llena de símbolos y metáforas. “Restos de viento” es este tipo de relato. Desde el principio, las y los espectadores entien-den que se trata de película que conecta sin contarlo todo desde el discurso, sino a través de los descubrimientos que permite hace.
Por ello, quizás sea necesario advertir que no se trata de un relato sencillo. La cinta nos cuenta la historia de Carmen (Dolores Fonzi) y sus dos pequeños hijos Ana y Daniel, en un momento cruzado por diferentes soledades: ausencias físicas, afectivas, del alma. Las razones están expuestas desde el principio, pero no se nos permite entenderlas en su conjunto. Poco a poco vamos comprendiendo que cada personaje lidiará con eso a su manera y eso es en realidad donde reside la originalidad del relato.
Mientras Carmen construye una celda depresiva, con olvidos, alcohol, insomnio, desespe-ración, Ana (Paulina Gil) construye una visión de la vida adulta muy lejana a las fantasías infantiles, en donde crecer es producto del continuo desasosiego. Daniel (Diego Aguilar) se refugia en relatos y leyendas indígenas para construir una presencia protectora, fantás-tica e intimidante.
Es claro que una película como ésta, genera un sinnúmero de interpretaciones y da lugar a interesantísimas conversaciones sobre su proceso creativo y de realización. Con esto, en mente tuvimos una muy grato encuentro con Jimena Montemayor directora de esta cinta, que a continuación compartimos.
Corre Cámara (CC): ¿Cuál es la inspiración para una película como ésta?
Jimena Montemayor (JM): Yo empecé a trabajar la anécdota de esta película queriendo hablar por un lado de la infancia y contar una historia desde el punto de vista de los niños, en un momento en que pierden al padre, la mamá está en negación y esto genera un personaje de fantasía en uno de los niños, además de una particular relación de hermanos.
Tenía estos dos elementos: la muerte y la mirada infantil. En el proceso de escritura, que fue un proceso muy largo, dos niños de mi familia quedan huérfanos de padre, además de que yo también pierdo a mi padre. En ese proceso, viví en carne propia lo que quería ha-blar en la cinta. Observé mucho a mis primitos, hablábamos mucho, fueron en realidad mis coescritores de guion.
Se fue creando una atmósfera donde me di cuenta de que no hay una sola manera de construir un duelo, que no hay un “modo correcto” de hacerlo. Depende de cómo vives tú la vida y como fue esa persona que perdiste en tu vida. Así se fueron construyendo mejor los personajes y fueron cobrando vida.
El proceso fue muy largo, pero cuando pude regresar a la historia, pude hacerlo desde un momento de luz, de haber sanado, de perdonar esta ausencia. Menos visceral.
CC: Hay una parte de la película que es muy oscura, una presencia intimidante, pero que no sabes si es protectora, aterradora, si es un escape, un refugio. ¿Cómo escribiste este personaje, que pudiera ser el punto más oscuro de la película?
JM: Yo quería hacer una metáfora de la muerte, para mí representó el duelo, es decir, aterradora, oscura, pero que con el tiempo se empieza a humanizar, como que se des-prenden capas y empiezas a ver lo que está debajo.
Esa oscuridad se vuelve más tangible, le das un lugar donde habitar. También le dimos una aspecto físico, porque yo sentía que estaba cargando con mis muertes. Cuando al-guien está vivo, habita en un lugar especial y de pronto cuando mueren, habitan en luga-res en donde no estaban, se te aparecen en diferentes momentos, como si esa ausencia te siguiera todos lados. Eso representa este personaje. La sensación de que vas cargando tus muertos.
Después se vuelven tus guías, tu fortaleza y logras que habiten de una diferente manera. Visualmente, la construcción fue a través de vestimentas y ceremonias navajo, un trabajo que contó con la visión colectiva del equipo de foto, maquillaje y vestimenta. Fue muy bonito darle un rostro a algo que no lo tenía.
CC: La película tiene un a narrativa compleja de ir descubrimiento la trama, hasta el final tienes la sensación de haberlo entendido todo ¿tú a quién piensas que se lo estás con-tando?
JM: La verdad es que no sé si tenía claro el público hacia quien iba dirigida esta película. Es un duelo, un proceso, que si va dejando pistas, porque la depresión o las adicciones no suceden de la noche a la mañana.
CC: ¿Para quiénes es esta película? ¿A quiénes les dirías que pueden o deben verla?
JM: Bueno no es para niños, pero no está negada a los niños. Yo se la recomendaría a cualquier persona que quiera sentir algo, que le muevan fibras, que reflexiones, que se deje llevar. No acostumbramos a pensar que la gente muere o que nosotros estamos des-tinados a morir. Me gustaría que la vieran las personas que están pasando por un duelo, o que han vivido duelos complicados.
Finalmente, esta conversación y la cinta en sí misma nos deja en claro que las nuevas propuestas están transitando por caminos complejos y diferentes. Este es un buen mo-mento para el cine mexicano y esta película es una excelente muestra de ello.
También nos unimos a la recomendación de verla con la mente abierta y la disposición a ser sorprendidos. La película estará en cartelera de Cineteca Nacional y salas de arte en diferentes ciudades como: Baja California, Nuevo León, Sonora, Zacatecas, Estado de México, Querétaro, Morelos, Hidalgo, Jalisco, Oaxaca y la Ciudad de México. No la dejen pasar.