Por Javier Tapia Sierra.
Hablar de Star Wars es hablar de infancia. Aunque no soy un fan de hueso colorado, uno de los llamados warsies, he de reconocer que Star Wars guarda un lugar especial en mi corazón. Al haber nacido en los 90’s fui testigo de su renacimiento, es decir del lanzamiento de las precuelas que ahora son vistas con escarnio y cierta dosis de recelo. Durante el estreno del ahora infame episodio I, mejor como conocido como “La Amenaza Fantasma”, se transmitió en la señal de televisión abierta un maratón de la primera trilogía. Durante una tarde de sábado después de comer, con una bolsa de papas y un refresco muy frío, fue cuando los misterios de la fuerza me llevaron a conocer a los jedis, al halcón milenario, a la alianza rebelde y por su supuesto al villano quizás más icónico del cine, Darth Vader.
El sonido de las espadas laser, la marcha imperial que precedía la respiración fría e intimidante de Vader, el par de androides más famosos de la historia perdidos en el desierto, naves que parecían totopos gigantes navegando por el espacio y batallas setenteras en nombre de la libertad resonaron muy fuertemente en la mente de un niño de 9 años cuya aspiración en la vida en ese momento, era ser como Goku de Dragon Ball. El jedi me pareció un concepto fascinante y de alguna u otra manera yo los relacionaba con los saiyajin, ya que ambos eran del espacio y dominaban poderes que el ser humano promedio no tenía. Años más tarde descubrí la obvia influencia de los samuráis y el cine japonés, especialmente de Akira Kurosawa, dentro del universo de Star Wars.
Esto demuestra uno de los puntos más fuertes de toda la saga creada por George Lucas, la mezcla de múltiples elementos provenientes de la literatura, el comic, los seriales clase B de los años 50, así como la reinvención de eventos históricos adaptados al espacio para conformar un universo con sus propias leyes y mitología. No es novedad saber que el imperio tiene semejanzas con los nazis, o que la forma en cómo se desenvuelve el conflicto galáctico en muchos casos imita a la guerra de Vietnam. Dentro de su simpleza narrativa se esconde casi sin filtro la mentalidad de una generación que, decepcionada del fallido verano del amor y vivir inmersos en la parte más cruda y cínica del llamado sueño americano, encontró refugio en la filosofía oriental, la fantasía, la ciencia ficción y los mitos antiguos como una forma de volver encontrar a héroes que la infame realidad insistía en matar en esos tiempos.
Y es que Star Wars, más allá de ser un producto con alto valor mercantil, es un alegato a los viejos valores que impulsaron a la sociedad a creer en la posibilidad de un mundo mejor. La libertad, la fraternidad, la justicia y la dedicación a una causa en pro de lo correcto son conceptos que de una u otra manera siempre nos remiten a una idea de grandeza. La grandeza sea moral, ideológica o de plano económica es algo que siempre ha interesado al ser humano, y los jedis con su vida ascética, su conexión con el universo y la búsqueda de la paz emocional, espiritual y física son personajes ficticios que se convirtieron en modelos a seguir, muchas veces intentando emular esa grandeza que desprendían en pantalla. A tal grado llega la influencia de los samuráis de la fuerza que el Jediismo, se expande a ritmo acelerado ya no como un movimiento relacionado al mundo de la ciencia ficción sino como movimiento religioso, provocando halagos y críticas en todas partes del mundo. Si bien es cierto que este movimiento religioso no cuenta todavía con una certificación legal, y dudo realmente que pueda conseguirla algún día, es indudable que la mística jedi se ha apoderado de la cultura popular como pocas veces un universo ficticio ha podido hacerlo.
Si hacemos un recuento de las sagas o franquicias que han podido adueñarse del imaginario colectivo y sobrevivir el impacto del tiempo tales como Harry Potter, Dragon Ball, El señor de los anillos, entre otras siempre a la cabeza de grupos de fans apasionados y dedicados hacia una saga se encuentran los warsies, los fieles fans que se manifiestan en convenciones vistiendo elaborados trajes, que expandieron la historia de la trilogía original por medio de novelas, comics y videojuegos e incluso han logrado crear su propia festividad el “Día de Star Wars”, celebrado desde el 2011 cada 4 de mayo (como un calambur de la frase “que la fuerza te acompañe” en inglés May the 4th be with you) y cuyo valor cultural es tan grande que en la misma Estación Espacial Internacional, en la celebración del año 2015, los astronautas residentes observaron las películas y se sintieron en uno con la fuerza flotando en el espacio.
Si bien se ha mencionado el valor narrativo de las películas y el claro mensaje de heroísmo que las películas transmiten como un factor determinante para explicar los niveles de fanatismo que los jedis generan, existen otros elementos a destacar como son los aspectos económicos y cinematográficos. Durante muchos se ha acusado a las películas de ciencia ficción de ser producciones de género hechas para entretener a los niños, historias de escapismo que sólo funcionaban en mentes jóvenes. Cosa común con las películas que se salen de los cánones del cine considerado serio, generalmente dramas crudos sobre la adversa realidad o historias lacrimógenas de superación, y que por mucho tiempo fue el estigma y prueba de fuego para realizadores considerados maestros. Hasta antes que Kubrick realizara “2001: Una odisea en el espacio”, las mayores referencias para el espectador común alejado de la ciencia ficción, salvo algunas excepciones, eran filmes de bajo presupuesto y actuaciones malas. La odisea de Kubrick logro darle seriedad al género y la fuerza de Lucas logró llevar la ciencia ficción al mainstream de los años 70 y a partir de ahí colocarlo como uno de los géneros fuertes del llamado blockbuster.
Cuando Star Wars se estrenó en el lejano año de 1977, un joven realizador estadounidense había tomado al mundo por asalto con un filme sobre un tiburón que logró que miles de personas hicieran filas de varias cuadras para poder ver las atrocidades del escualo, el nombre de ese director es ya de sobra conocido: Steven Spielberg. El joven Spielberg con “Tiburón” inauguró la era de los blockbusters, es decir películas realizadas para generar ganancias estratosféricas durante el verano, y aunque se realizaron varias películas que trataban de imitar el éxito del gran blanco que aterrorizaba la tranquila playa de Amity Island, sólo una space opera en la que al principio nadie creía pudo igualar y rebasar las ganancias generadas por Spielberg y no sólo, sino establecer una serie de películas que daban continuidad a la historia y miles de millones de dólares a los bolsillos de George Lucas.
Hoy en día, Star Wars es la tercera franquicia cinematográfica más exitosa, en términos económicos, de todos los tiempos, sólo siendo superada por el universo cinematográfico de Marvel y las aventuras del mundo mágico de Harry Potter. Las ganancias generadas por las películas ascienden a cerca de $7,516,026,630 millones de dólares. Una suma nada despreciable que se queda corta al valor total de la franquicia en sí. Si bien la saga galáctica es la tercera más rentable en cuanto al aspecto cinematográfico en términos generales, sumando las ventas de juguetes, mercancía, videojuegos, libros y demás productos creados inspirados en la franquicia se junta la monstruosa cantidad de 41.979 miles de millones de dólares, suficiente dinero para superar el producto interno de bruto de países como Jordania y Paraguay (Fortune, 2015)1 El espacio nunca había producido tanto dinero como con el halcón milenario cruzando la galaxia y miles de cazas espaciales destruyeran a la estrella de la muerte.
El impacto emocional, cultural y económico no podrían entenderse del todo sin el aspecto más importante: el cinematográfico. A pesar de las miles de críticas que Star Wars pueda generar, las miles de acusaciones de plagios a obras como Dune de Frank Herbert y el repudio de ciertos sectores políticos, no se puede negar que el bebé de George Lucas, funciona y se relaciona muy bien con el público porque en el fondo las películas son buenas películas. Al menos la primera trilogía y sobre todo las primeras dos en la serie: “Star Wars Episodio IV: Una nueva esperanza” y “Star Wars Episodio V: El imperio contrataca” pasaran a la historia como una de las mejores películas de aventura y ciencia ficción, así como una de las mejores secuelas de todos los tiempos. Se ha hablado de las obvias influencias del cine serie B de los años 50’s y del cine japonés para la creación de Star Wars y estas influencias no solamente se quedan en la narrativa, sino que son expuestas con diferentes niveles de maestría en la parte técnica de todas las películas.
Las transiciones, la forma en como los créditos son presentados, la escena inicial con un viaje en el espacio o las tomas del desierto son elementos prestados y reutilizados por parte de George Lucas y compañía. Como alguna vez dijo Quentin Tarantino: “Todos los artistas roban, no homenajean” y Lucas robo de forma pulcra y descarada de todas aquellas experiencias audiovisuales que forjaron su idea de la aventura durante su infancia. Lucas es pese a quien le pese un buen director y alguien que sabe cómo utilizar la fotografía, la edición y la música a su favor para crear atmosferas únicas que sumergen al espectador y lo involucran de lleno con lo que está pasando en pantalla. Aparte de todo esto la serie original contó con un gran talento actoral desde jóvenes como Harrison Ford, Carrie Fisher y Mark Hamil que terminaron por convertirse en superestrellas hasta leyendas de la actuación como Alec Guinness y Peter Cushing y fue la maestría de George Lucas la que logro unir a dos generaciones de actores dándole a la trama la seriedad y picardía que exigía. De esta forma es como la luz de los sables guiaron no sólo el camino de los jedis, sino de muchas películas que durante años han saciado su sed creativa con jugos semanales, mensuales y anuales de Star Wars.
Los directores encargados de la nueva trilogía J.J. Abrams y Rain Johnson, son una muestra del poder que los jedis ejercen en Hollywood y por consiguiente de su influencia en la industria cinematográfica mundial. A pesar de no ser fans a morir de la serie tanto Abrams como Johnson, son conscientes de la enorme responsabilidad de seguir manteniendo a la saga viva e interesante para los ya no miles, sino millones de fanáticos de todo el mundo y atrapar a nuevos devotos. Se puede hablar durante horas de todo lo que Star Wars significa para la historia del cine mundial, pero al final lo mejor que se puede hacer en este año cuando se cumplen 40 años del estreno de la esperanza que lo inició todo es sentarse cómodamente en un sillón, tomar una bolsa de papas y refresco como cuando se irá niño y dejar que los jedis vuelvan a aparecer en pantalla. Que la fuerza los acompañe.
[1] Chew, J. (24 de diciembre de 2015) Star Wars Franchise Worth More Than Harry Potter and James Bond, Combined. Recuperado de http://fortune.com/2015/12/24/star-wars-value-worth/