Por Arturo Garmendia
Buñuel, migrante[1]
A lo largo de los años 60, el escritor Max Aub mantuvo varias entrevistas con Buñuel, a quien conocía de años atrás; versaban sobre su vida y experiencias. Después de comentar lo ocurrido durante los ocho años de estancia del cineasta en Estados Unidos, de 1938 a 1948, donde no logró realizar ninguna película, Aub de pregunta “¿Todavía pensabas en hacer cine?” Buñuel responde “Sí, a mi manera, pero sin tener una noción clara de cómo lograrlo. Sabía que podía lograr algo en el cine, pero de una manera confusa y lejana”.
En ese punto muerto de su carrera la productora francesa Denise Tual le ofrece dirigir una versión cinematográfica de La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, pero los estudios hollywoodenses rehúsan financiar el proyecto. Denise dirige sus ojos a México y ambos, productora y cineastas vienen al país, donde el proyecto tampoco cuaja, pero en cambio Buñuel acepta la oferta de un productor local para hacer una película para la cual ya están contratados los protagonistas principales, Jorge Negrete y Libertad La marque.
Buñuel sugiere comprar loa derechos de una novela de Michel Weber, amigo suyo en Hollywood, que también sufría el desempleo. Lo conocía por haber sido huésped, como Buñuel, del escultor Alexander Calder, en tiempos difíciles. Weber había hecho la adaptación teatral de Sueño de una noche de verano, de Shakespeare, para una puesta en escena de Max Ophuls.
El argumento de Weber se refería a buscadores de oro, “Tuve una conversación con Mauricio Magdaleno para trasladar el asunto a Tampico, entre petroleros, antes de la expropiación” –recuerda Buñuel. Hice la película más bien para comer, y además la hoce porque desde el año treinta y dos no hacía películas, y ya era el cuarenta y cinco. Lo tomé con gusto, como una experiencia técnica. […] Después me castigaron tres años porque nadie quería nada de mí ni quería darme películas”.
En ese contexto aparece una nueva oportunidad, de la mano de Juan Larrea, poeta español con quien había tenido amistad cuando, en los años veinte, Buñuel se esforzaba por destacar como autor, en el campo de la vanguardia literaria, en la corriente ultraísta.
De la pluma a la pantalla [2]
En los años 20, el centro de interés de Buñuel es la literatura. Emancipándose de la inicial guía de Lorca, empieza a interesarse por la rama más anarquista del ultraísmo y en los avances metafóricos del creacionismo, más inclinado a la obra de Juan Larrea y de Ramón Gómez de la Serna. Publica cuentos y poemas en revistas de vanguardia, y pronto se distancia del esteticismo del grupo poético luego conocido como la Generación de 1927, al que pertenece Lorca.
Entre 1922 y 1929, Buñuel intentó ser escritor y más concretamente, escritor ultraísta de inclinaciones anarquistas, aunque lo último. no llegó a traducirse en actividades prácticas. Conviene observar, no obstante, que todas las tendencias citadas colocaban la imagen en el centro de sus exploraciones, lo que proporcionaba un elemento común a las artes plásticas, al cine y a la literatura. Y esto será particularmente relevante para el tránsito del Buñuel escritor al Buñuel cineasta.
Mientras frecuentaba los cafés “mugres”, donde se reunía con ultraístas y anarquistas, Lorca se iba a los cafés a los que acudían
Página facsimilar de la revista Ultra, con el primer cuento publicado por Buñuel, Una traición incalificable.
“los intelectuales de primera clase” Dentro de aquel movimiento, la nueva extrema izquierda aúna la revolución tecnológica con la social, adoptando procedimientos anárquicos y subversivos. Aquella vinculación entre ultraístas y anarquistas la viviría Buñuel, que evoca cómo los partidarios de ambos frecuentaban los mismos cafés. La visión surrealista que hace eclosión en sus dos primeras películas, no viene de su colaboración con Dalí, sino de una propia y personal gestación cuyas primeras manifestaciones las encontramos en los textos escritos, y no en la pantalla.
Su oficio de escritor duró demasiado poco para que pudiera consolidarlo. Sus escritos carecen de estilo pulido. En cambio, su personalidad aparece definida desde el principio. Es fascinante verificar cómo lo que serían las preocupaciones fundamentales del autor de filmes surgen ya en su obra literaria. No solamente las ideas, sino muchísimas de las imágenes de sus filmes están ya escritas entre los veintitrés y los veintinueve años.
Las conexiones entre la obra literaria y la obra cinematográfica de Buñuel pueden establecerse porque, en la primera, cada vez su escritura le solicita de manera apremiante procedimientos cinematográficos. Ese proceso culminará en su libro Un perro andaluz, cuyas imágenes ya no serían impresas, sino llevadas a la pantalla en la película del mismo título y en La edad de oro. Pero antes ya se dejaba adivinar de forma tácita o explícita en otros textos suyos.
El poeta Juan Larrea
¿Quién fue Juan Larrea?
Poeta y ensayista español, era originario de Bilbao; nació en 1895. Su obra poética, escrita mayoritariamente en francés, se inscribe dentro de la corriente surrealista. Comenzó su labor literaria en 1919, en revistas ultraístas y luego militó en las filas del creacionismo animado por el fundador del movimiento, Vicente Huidobro.
En 1926 se trasladó a París y fundó junto con César Vallejo la revista Favorables, cuyo primer número incluía un manifiesto de carácter surrealista escrito por él. A partir de ese momento decidió adoptar el francés como idioma poético para, una vez rotos los vínculos con la lengua materna, alcanzar la máxima libertad creativa de acuerdo con los ideales del movimiento.
En 1930 Larrea dejó de escribir poesía y viajó a Perú con objeto de estudiar las culturas precolombinas. Al término de la Guerra Civil española pasó a México, donde intervino en la fundación de las publicaciones España Peregrina y Cuadernos Americanos. Más tarde, tras una estancia en Estados Unidos, ejerció como profesor en la universidad argentina de Córdoba.
Su producción fue prácticamente ignorada en España, aunque Gerardo Diego tradujo e incluyó varios de sus poemas en la revista Carmen y en su Antología de 1934, dedicada a la Generación del 27. Su obra lírica completa no fue publicada en español hasta 1970, con el título de Versión celeste. El centenar de composiciones que integran este libro fueron reflejo de la actitud visionaria del autor.
Larrea escribió también ensayos sobre César Vallejo, y trató temas de arte y cultura en libros como Rendición de espíritu, El surrealismo entre el Viejo y el Nuevo mundo, La espada de la paloma y Guernica.
La concepción del Hijo de Flauta
“Como dije –recuerda Buñuel–, estábamos Juan Larrea y yo pasando por una mala racha. Afortunadamente tenía algunos ahorros de cuando hice El gran calavera. Nos reuníamos y nos reíamos mucho. Él estaba dispuesto a lo que fuera con tal de ganar dinero y una de nuestras ideas resultó ser la semilla de Los olvidados. Se nos ocurrió hacer un melodrama de lo peor, acerca de un papelerito: Su huerfanito, jefe, [3] Nos divertíamos acumulando elementos, uno peor que el otro, una serie de plagios, tomando de aquí y de allá, como si fuese una película de Peter Lorre. [4] Se la conté a Dancingers. No le gustó nada, y me dijo que hiciera lo que quisiera, pero en serio. Y que, además, tenía a un español que podía trabajar conmigo, un actor joven. Era Alcoriza Me lo presentó y empecé a trabajar. Contigo y con Alcoriza. Por esos días habíamos leído, con Larrea, la noticia, una más, de que habían encontrado muerto a un niño de once años, tirado en un basurero. “Pues esto puede ser un punto de partida”. Trabajamos (a Aub) ¿te acuerdas?, y os pagamos, pero no aparecisteis en los créditos por líos con el sindicato.[5]
Larrea corrobora sus palabras diciendo “En 48 – 49 casi todos los domingos, [nos reuníamos] con un grupo de amigos precisamente en su casa, por excepción en la mía […] Luego vino lo de Ilegible … alguien lanzó la idea de que deberíamos hacer un filme. porque deducían que mis libros estaban llenos de imágenes. Me resistí algunas semanas por no sentirme en condiciones de manejar el lenguaje cinematográfico, pero ante su insistencia, secundada por Luis, pensé, y así se lo expuse a todos, que lo único que se me ocurría era tratar de reconstruir cierto argumento que a Gerardo Diego, a quien le había referido algunas escenas en 1929, le había llamado la atención por lo muy cinematográficas que le parecían […] Recordé así, a grandes trazos, Ilegible, hijo de flauta , relato inconcluso por no haber sabido como continuarlo y menos terminarlo […] Ahí arrancó
La pandilla del Jaibo, en Los olvidados.
todo. Lo recordé mejor y luego, con su ayuda técnica, compuse una especie de ante guion, que interesó mucho a los amigos, incluso a Dancingers, su productor, que intentó conseguir los dólares indispensables para rodar un corto de cine-club. Fracasaron varias tentativas […] Mientras tanto colaboré un poco en el scipt de Los olvidados. El te lo confirmará”. [6]
Larrea continúa su relato: “Siete años después, en Córdoba, Argentina, me llegó de improviso un telegrama de Luis anunciándome que Ilegible estaba aceptado para filmarse. […] Me instó para que trabajase y estirase un poco el asunto, porque el filme iba a ser algo más largo. Con mi hija Luciana imaginamos varias escenas que a nosotros nos gustaron bastante. Firmamos el contrato en mayo de 1957, mas yo con ciertas reservas a causa de una de esas escenas, tocante a los Testigos de Jehová que yo juzgaba imprescindible y que le parecía a Luis dudosa por su excesivo costo. Me enviaron por delante 1,500 dólares en cheques que, pronto y malmandado devolví, anulando el contrato en cuanto supe que Luis no pensaba incluir dicha escena, por la razón antedicha. Eso fue todo por entonces.
Un argumento irracional y simbólico
El argumento de Ilegible, hijo de flauta, que rebosa de elementos irracionales y simbólicos, es el siguiente:
“Ilegible, habitante de la ciudad de Villalobos, se topa en la calle con el suicidio de un policía. Se finge un médico que socorre al moribundo, pretexto para apoderarse de su pistola. Regresa a su casa y, al disparar, descubre escondido en un armario al amante de su mujer. Lo ata a la espalda de ésta, que morirá estrangulada cuando el hombre intente liberarse.
“Mientras tanto, la radio informa de que todos los policías de Villalobos se están suicidando por causas personales, sentimentales y existenciales. Ilegible, al cruzar el edificio de la Jefatura de la Policía, ve por tierra a numerosos de estos cadáveres. Observa a una joven mujer, indiferente y abstraída de lo que ocurre en su entorno, que tiene en la mano un voluminoso libro y que por algunos rayos que brillan detrás de su cabeza se asemeja a la Estatua de la Libertad. Juntos penetran en un bosque y poco después la mujer se separa, pero reaparece con medio cuerpo desnudo andando como sonámbula. Ante la reacción violenta de Ilegible que la insulta, ella empieza a llorar, pero cuando anochece va envejeciendo y llama al hombre “mi hijo”, antes de expirar entre sus brazos.
“Ilegible monta en tren y conoce a un extraño pasajero, de nombre Avendaño, con quien entabla una absurda conversación acerca de una maleta que atrajo irresistiblemente al enigmático viajero. Mientras tanto, se produce una tremenda colisión con otro tren, que recuerda a Avendaño un accidente acaecido el 18 de julio de 1936, día del estallido de la Guerra Civil. Se hallan los dos echados en el suelo entre charcos de sangre, heridos, cadáveres y vagones humeantes. El corazón de Avendaño late al ritmo del alfabeto Morse que teclea: “Pronto, pronto… Si no, llegarás tarde a la creación del mundo”. Entonces se les acerca una extraña forma humana, compuesta por los restos de varios pasajeros muertos, que se llama Carrillo Izquierdo, quien les dice que se va a embarcar en busca de una isla flotante. Villalobos y Avendaño le siguen y durante el camino encuentran sucesivamente a varios individuos idénticos; más adelante asisten en la carretera a una riña multitudinaria entre gitanos.
“El velero de veinticinco metros de eslora llamado el Favorables zarpa del puerto de Finisterre con una tripulación de cuatro hombres. Durante el trayecto sale a flote un sumergible en cuya cubierta el comandante con una bocina grita: “¡Tomen Coca Cola. Coca Cola bien fría!”.
Contra la tiranía de Carrillo, se invoca la presencia de Napoleón, que llega con un tamaño de tres pulgadas de altura. Mientras tanto, de las aguas surge una joven mujer desnuda, que sube a bordo. Ilegible reconoce que es la misma que murió en sus brazos.
“La borrasca provoca el choque del barco contra un escollo y el consiguiente naufragio. Tras algunos fenómenos raros, misteriosos, fruto de continuas metamorfosis, de una caja encontrada en el mar salen 12 franciscanos de luengas barbas que se tornan personajes de La vida es sueño de Calderón de la Barca, recitando sus versos.
Texto completo del guion surrealista Ilegible, hijo de flauta, escrito por Juan Larrea y Luis Buñuel.
“Ilegible y sus compañeros llegan a una playa desierta de la isla deseada, donde está enterrada la Estatua de la Libertad. Después, se oye el relincho de un caballo y el rebuzno de un jumento; y en un desnivel del terreno se ve un león que dormita y que se parece a León Felipe. También descubren un cofre lleno de dentaduras postizas y de monóculos. Montados sobre los animales, los dos compañeros alcanzan una ciudad resplandeciente y ruidosa donde, en una especie del Yankee Stadium de Nueva York, están reunidos los Testigos de Jehová.
“Los viajeros asisten a otros fenómenos sobrenaturales, pues Ilegible divisa en el cielo un bulto de mujer semejante a la Venus de Milo, con el brazo derecho alzado como la Estatua de la Libertad. Vislumbra un letrero con la palabra Columbia. Se halla, pues, en un ámbito donde espacio y tiempo se han transformado, un enclave que representa la conquista de la libertad y la exaltación de la fantasía creadora”.
Las vicisitudes de Ilegible
Conociendo el argumento quedan claras las razones de la discordia. Buñuel señala: “No me gustaba el final del escenario, es decir todo lo que pasa desde que encuentran enterrada en el desierto la estatua de la libertad. Ni a Larrea tampoco. Pero ya no tocamos nada, posponiéndolo hasta que hubiera esperanzas de hacerlo. Habría que enriquecerlo además con muchos y buenos gags de los que ya tenía algunos…”
Ante la imposibilidad de Dancigers de financiar la película Buñuel le escribe a Iris Barry para que intente difundir en EE. UU. el guion de Ilegible, hijo de flauta. Así pues, Dancigers llevó el argumento a Nueva York y, traducido al inglés, lo hizo registrar en el Screen Writers Guild de Hollywood, a nombre de sus dos autores.Un talMr. Cullaman de New York, que estaba interesado en hacer el filme, se rajó a última hora. Iris Barry estaba entusiasmada, pero nada se pudo hacer por falta de dólares.
El proyecto quedó en suspenso hasta enero de 1963, en que el realizador acariciaba la idea de hacer un filme con tres o cuatro cuentos, posiblemente Las Ménades de Julio Cortázar, Aura de Carlos Fuentes y la Gradiva, de Wilhelm Jensen, una novela de corte fantástico que amaban los surrealistas. Larrea sigue poniendo objeciones.
Así, declara en carta a Buñuel: “Lo que tiene para mí mucha importancia es que quieras prescindir de la escena de los testigos de Jehová, por no contar, según dices, con cinco millones de dólares… En mi carta de 22 de mayo te exponía lo perturbado que me hallaba ante la duda de que esa escena fuera a descartarse, ya que no concebía sin ella el filme, y te suplicaba que me tranquilizases al respecto…Para mí el asunto era de los de sine qua non. Como nada me respondiste sobre el particular y es fama que quien calla otorga…me avine a enviarte firmado el contrato… Pero suprimida esa escena prefiero renunciar al filme…Creo que comprenderás que no se trata de capricho ni de testarudez. Ilegible ha llegado a ser para mí como el extracto de mi vida en función profética de nuestro tiempo y de lo que tras él viene.”
Buñuel le contesta: “A mí Ilegible me ha hecho perder el tiempo y una película con Francia, aunque con esto nada tendrá que lamentar el arte cinematográfico…Hace nueve años trabajamos en tu casa durante veinte días en un argumento basado en los recuerdos que guardabas de un libro tuyo extraviado. De ese argumento la médula y el mensaje profético eran tuyos, pero las situaciones, los gags, la continuidad y en una palabra la forma, fueron hechas en una colaboración muy cordial. Unos elementos brotaron de tí solo, otros de mí solo y los más fueron fabricados entre los dos.
Cortázar, Fuentes y Buñuel. Una colaboración frustrada,.
Ahora viene la proposición. Yo quisiera hacer de Ilegible un filme puramente poético, sin mensaje de ninguna clase, aportando cuanto elemento se me ocurra y empleando igualmente los que me parezcan bien de los existentes. Para ello y a fin de no comprometer tus ideales los créditos podrían ser así:
Ilegible, Hijo de Flauta
Filme de Luis Buñuel inspirado
en un libro inédito de Juan Larrea.
Así algún día puedes publicar ese libro omitiendo mi nombre por completo. En cambio yo hago un filme tomado o inspirado en un libro. [7]
Larrea le contesta a Buñuel aceptando la proposición de éste: “Habiendo desaparecido mi hija, me avine a dejarle hacer como quisiera”. [8]
A Buñuel nunca le han gustado los símbolos, sobre todo si van encaminados a sustentar una tesis determinada de antemano…Por eso no debe extrañar que Buñuel no asumiera las adiciones de Larrea a Ilegible, como él mismo ha señalado.
En cuanto a Larrea, nunca podría haber aceptado unos planteamientos ateos que negaran sus planteamientos espiritualistas, Y a ese desacuerdo con Buñuel achacaría el fracaso de su colaboración.
En realidad el problema de fondo reside en lo irreconciliable de dos muy diferentes puntos de vista sobre el fenómeno surrealista. Para Buñuel el discurso surrealista estaba fundado sobre las posibilidades emancipatorias de la imaginación y el humor frente a los sistemas de represión burgueses. Su actitud anti metafísica, en el sentido de no aceptar ningún sistema de valores por encima del hombre, está en la base de la aversión de Buñuel hacia el simbolismo. Por otro lado, ya se ha señalado cómo el surrealismo larreano se define por la solemnidad de su cometido. Como corresponde con su personalidad idealista, Larrea ve en el surrealismo, antes que un instrumento político y de subversión, la posibilidad de materializar una utopía anti pragmática y apocalíptica a través de la palabra profética del poeta. El surrealismo trascendente de Larrea, inspirado en las profecías del Apocalipsis antes que en el juego y la broma irreverentes, tenía poco que ver con esa transgresión buñuelesca, muy poco interesada en alegorías mesiánicas. Una diferencia casi insalvable que Buñuel recoge con mucho sentido del humor en la despedida de la última carta que envía a Larrea en febrero de 1963: “Un abrazo muy estrecho, querido Juan. Tú no eres de este mundo,
Es evidente que el argumento reseñado contenía varios elementos para llamar poderosamente la atención de Buñuel. En primer lugar la libertad de su estructura, que no se ceñía a la narrativa clásica y dislocaba la continuidad de tiempo y espacio e introducía sistemáticamente elementos irracionales en la más pura lógica surrealista. A la manera de Un perro andaluz ( y mucho después, de La vía láctea) seguía a sus protagonistas en una errática trayectoria punteada por acontecimientos sorpresivos e inexplicables y, no menos importante, privilegiando la imagen por encima de la voz.
De otra parte, no fue el único proyecto abortado a lo largo de la carrera de Luis Buñuel, pero si al que más trabajo le costó renunciar. De 1948 a 1963 dedicó ingentes esfuerzos para volver a levantarlo, y esto tiene su correlato en el hecho de que, cuando finalmente el reconocimiento internacional a su obra le permitió filmar lo que él quería y como lo quería, en su trilogía final (La vía láctea, el discreto encanto de la burguesía y El fantasma de la libertad) volvió a los procedimientos narrativos de sus orígenes, si bien con un ánimo más temperado. Atrás había quedado el escarnio de la sociedad burguesa para dar paso a una irónica aceptación de la misma. Como llegaría a comentar en uno de sus últimos encuentros con André Breton (por quien siempre guardó amistosa consideración): “Hoy día ya nadie se escandaliza”.
[1] Mayor información sobre Buñuel y su estancia en México puede encontrarse en mi libro El lado oscuro del surrealismo. Buñuel, Lorca y Dalí. Ediciones Rehilete, 2024.
[2] Ver En torno a Luis Buñuel, en https://lbunuel.blogspot.com/2015/01/ilegible-hijo-de-flauta-guion-de-juan.html
[3] En 1950 Juan Larrea y yo escribimos un argumento para hacer una película comercial: ¡Mi huerfanito, jefe!, que trataba de un chico vendedor de lotería. En México se llama “huerfanito” al último cacho de lotería que aún no se ha vendido, y eso le hacía gracia a Larrea, Se le ocurrió que podía ser el título. No recuerdo el argumento. Lo propuse a Dancigers…me dijo: “No está mal, pero es un folletoncito. Mejor hagamos algo más serio. Una historia sobre los niños pobres de México”, Y ese sería el origen de Los olvidados.
[4] Inquietante afirmación: ¿qué película de Peter Lorre? Se nos viene a la mente que podría ser M, el vampiro de Dusseldorf , en particular la escena donde el pederasta convence a la niñita a irse con él, análoga a aquella de Los olvidados donde Pedrito se ve en la misma situación.
[5] Cit. en Max Aub. Conversaciones con Luis Buñuel, seguidas de entrevistas con familiares, amigos y colaboradores del cineasta aragonés. Aguilar S: A: de ediciones, España, 1985.
[6] Cit en Op. Cit.
[7] Carta de Luis Buñuel a Juan Larrea (20/8/57). En: José Rubia Barcia: Con Luis Buñuel en Hollywood y después. Edicion do Castro, 1992.
[8] Agustín Sánchez Vidal: Juan Larrea y Luis Buñuel. Convergencias y divergencias en torno a Ilegible, hijo de flauta, en: Al amor de Larrea, Ed. Pre-textos, 1985,.