Por Hugo Lara
Manuel Márquez establece en su documental Ni muy, muy… ni tan, tan… simplemente Tin Tan (2005) una curiosa influencia del comediante Germán Valdés Tin Tan sobre las generaciones de rockanroleros mexicanos como Botellita de Jerez, Café Tacuba, el Gran Silencio, Panteón Rococó, Control Machete y más.
Algunos testimonios que recoge la película definen al cómico como el primer rockanrolero de México, modelo de juventud, irreverencia, extravagancia y humor. Como ha sucedido con pocas figuras del cine mexicano, Tin Tan ha logrado mantener un vínculo con los nuevos auditorios, los espectadores más jóvenes de generaciones posteriores a la suya, que lo reconocen y lo admiran.
Llama la atención que esta identificación se haya dado de una forma espontánea, silenciosa, pues Tin Tan en su momento cumbre nunca representó el símbolo de la juventud mexicana, la de los años cincuenta, mucho menos de sus valores y sus aspiraciones, a pesar de que en algunas películas figura como parte de la palomilla de muchachos que hacen de la suya, como sucede en Paso a la juventud (1957), dirigida por Gilberto Martínez Solares, donde el comediante, ya en edad madura, acompaña al campeón olímpico de natación Joaquín Capilla en el marco de una comedia entre estudiantes de la UNAM y el Politécnico, ideada para ensalzar al destacado deportista.
A pesar de esta forzada interpretación como un joven universitario, ha sido el tiempo el que ha puesto en su lugar a Tin Tan y, en este sentido, también a las figuras del cine que encarnaban a la juventud de su época y que no han sobrevivido como tales, sino que se han hecho viejos y, a la distancia, totalmente distanciados de los jóvenes de los principios del siglo XXI.
¿Pero cómo se ha dado este proceso? Sin duda, ha tenido que ver con la evolución del auditorio y las formas del consumo del entretenimiento, pero también con las formas de comunicación. A veces la solemnidad a veces la ramplonería con la que se solía representar a los jóvenes de los cincuenta, con frecuencia llevados al extremo de la caricatura, no encuentra conexión alguna con los adolescentes que ahora son precoces consumidores de información, de contenidos duros, sin censuras ni mordazas.
Por eso Tin Tan sigue conservando su frescura y su gracia: cuando se desató en el cine mexicano el auge del cine juvenil, él estuvo por arriba de la pretensión edificante o aleccionadora, y con una desaforada energía muy adelantada de los adolescentes rebeldes mexicanos, como da cuenta de ello su enloquecida cinta Rebelde sin casa (1957), de Benito Alazraki, cuyo título parodia a uno de los filmes icónicos de la juventud de los cincuentas que protagonizó el mítico James Dean, Rebelde sin causa (1955).
En sus películas, Tin Tan pone al mundo patas arriba sin misericordia. Ahí radica esa subversión que lo hace atractivo para los jóvenes: es una criatura poderosamente sexual que canta en el momento menos pensado; besas a sus parejas en cualquier descuido y con arrebato; baila frenéticamente; provoca desorden con mucho humor; e incluso, en algunas de sus películas, se permite hacer chistes sobre el consumo de drogas. Debe verse a este Tin Tan, el de películas como El Rey del Barrio o El Revoltoso, ya como el chilango de barriada, un poco embustero, un poco oportunista pero de un corazón noble. (del libro Una ciudad inventada por el cine, Cineteca Nacional, México, 2006)