Por Arturo Garmendia

Fritz Lang estaba en el apogeo de su carrera cinematográfica en Alemania en 1932, tras haber dirigido clásicos como “Las tres luces”, “M, el vampiro de Dusseldorf”, “Los nibelungos” y sobre todo “Metrópolis”, por lo que el gobierno alemán, que ya se encaminaba al fascismo, le ofreció la dirección de los estudios oficiales UFA, los más importantes del país. Joseph Goebbels lo citó en su oficina para discutir el asunto, pero Lang rechazó la oferta señalando su ascendencia judía Goebbels replicó: “Nosotros decidimos quién es ario y quién no”,, así que esa misma noche Lang huyó hacia Francia, dejando casi todo lo que tenía, incluyendo a su esposa Thea von Harbou, quien sí simpatizaba con el nazismo.

El avance de Hitler sobre Europa lo forzó a huir nuevamente, esta vez a América, como muchos otros cineastas europeos que encontraron refugio en Hollywood. Ahí, después de dos años de residencia pudo dirigir dos filmes, “Solo se vive una vez” y “Furia”, que tuvieron gran éxito. Pudo entonces emprender el rodaje de un proyecto largamente acariciado: el asesinato de Heydrich, también denominado “El verdugo”, “protector” comisionado por el Tercer Reich en la recién ocupada Checoslovaquia. Fritz Lang no descansó en su negociación con los estudios hasta que pudo traer a Bertolt Brecht, el célebre escritor y dramaturgo, desde Alemania hasta California, para que le ayudara en la redacción del guion, particularmente en lo tocante a. la represión que había sufrido durante años el pueblo checoslovaco bajo el poder invasor hitleriano. Nadie como Brecht podía aportar ese toque de denuncia social, esa despiadada crítica contra el nacionalsocialismo que Lang pretendía transmitir en el filme.

Un primer problema a abordar sería condensar la trama del filme en un reducido espacio temporal, que se definió en tres segmentos: el punto de partida sería el reciente asesinato del verdugo, la represión posterior y la caza del asesino justiciero.

Su unión, no pudo ser más satisfactoria. Su investigación de los hechos fue exhaustiva y casi orientada a la realización de un documental, pues utilizaron como material todo lo que leían a propósito en los periódicos. Además, Brecht también tuvo la oportunidad de aportar vivencias propias, sobre sus experiencias en los campos de concentración.

El filme da inicio el 27 de mayo de 1942 con una especie de prólogo, describiendo una reunión de las autoridades locales e invasoras donde el general nazi reclama el “tortugüismo” de los obreros de la fábrica de municiones, ya amenazados con la ejecución de tres civiles aleatorios, de persistir en su actitud. Exige que la suma se eleve a treinta, en unas imágenes terribles que simbolizan la encarnación del Mal en su estado más puro. Vemos la imponente figura de Heydrich en todo su esplendor, intolerante y destructivo. La caracterización de este personaje no deja de resultar grotesca, por su cierto talante amanerado, pero el odio que se desprende de su mirada es capaz de congelar la sangre. Ya no vuelve a aparecer en escena pues a continuación es asesinado, pero su sombra arrogante y pérfida impregna toda la narración.

El verdugo

Conviene recordar que Tristan Eugen Heydrich anteriormente había sido también uno de los organizadores de la “Noche de los cristales rotos“, una serie de ataques coordinados contra los judíos por toda la Alemania nazi y partes de Austria, del 9 al 10 de noviembre de 1938, presagio de lo que ocurriría durante la posterior contienda: el Holocausto. También fue directamente responsable de los comandos especiales que acompañaban a los ejércitos alemanes en su avance y que procedían al asesinato masivo de un millón trescientas mil personas —incluidos comunistas, intelectuales y judíos— mediante fusilamiento o gas. A finales de 1941, tras su llegada a Praga, Heydrich trató de eliminar la oposición a la ocupación nazi suprimiendo la cultura checa, así como deportando y ejecutando a miembros de la resistencia.

Después presenciamos el atentado: un hombre desciende de un taxi y espera la aparición del villano, que llega en un coche descubierto, al que le dispara a quemarropa, se escabulle y corre por las calles con aspecto asustado. De inmediato la vigilancia nazi emprende su búsqueda. Entra en una café, que cierra sus puertas por la situación, penetra en un cine que suspende su función cuando este es allanado y sale, protegido por la multitud. En una bocacalle sorprende a una joven que compra flores, quien, enterada de la situación que se ha difundido de boca en boca, lo introduce en su casa alegando que se trata de un compañero de estudios en el conservatorio al que ella asiste. La tía trae la noticia del magnicidio, lo que pone en alerta a los habitantes de la casa. La policía, que viene pisando los talones del fugitivo, no tarda en hacerse presente; no obstante, la familia, no sin titubeos, consigue disuadirla de sus sospechas.

Entonces vemos en todo su esplendor las acciones represivas del gobierno, que ordena arrestar y ejecutar diariamente a treinta hombres inocentes elegidos al azar hasta que aparezca el autor material de los hechos. Uno de los damnificados es el propio padre de la joven Masha, que acepta con resignación y valentía su triste destino, como víctima de los nazis. [1]

Sin embargo, esta operación llevada a cabo por la Gestapo no hará sino reforzar los vínculos del pueblo. El dilema moral que exponen Lang y Bretch es claro y contundente: ¿Es más importante perder unas cuantas vidas o renunciar a salvar a toda la comunidad? Y es que la seguridad de un solo hombre se convierte en símbolo de una nación, que lucha unida para impedir que el peso de la injusticia caiga sobre sus espaldas. Por eso aquí no encontramos héroes individuales, sino una masa colectiva, cuya fraternidad actúa a modo de resistencia.

En realidad, Fritz Lang se esfuerza por presentar no una serie de individuos concretos sino meras encarnaciones de ideas. Por un lado, los ciudadanos checos se muestran sencillos y humildes en sus comportamientos, mientras los miembros de la Gestapo posean rasgos que traslucen su bajeza moral y falta de escrúpulos, en particular el inspector Grüber, que concienzudamente se empeña en desenmascarar a las pobres víctimas que, por haber estado en contacto con el prófugo, terminan cayendo en sus redes. Por último, tenemos una figura clave, la del traidor Czaka, infiltrado en las fuerzas de la resistencia, que a base de sobornos, sospechas, presiones y delaciones va proporcionando víctimas a la autoridad, que no duda en recurrir a la tortura para obtener información.

La muerte del verdugo Heydrich, que se produce una semana más tarde como consecuencia de una septicemia provocada por sus heridas, da pie a una serie de ejecuciones en masa para vengarlo y para presionar la entrega del responsable. Uno de los primeros ejecutados es el padre de Masha.

Un charco de sangre señala el lugar del atentado

Se establecen entonces dos fuerzas en pugna. De un lado de un lado el pueblo, del otro el opresor, que van a dirimir fuerzas en una especie de ajedrez, peones contra alfiles. Con el apoyo del traidor la autoridad va capturando, uno a uno a todos los testigos presenciales del suceso, que valientemente no sólo rehúsan denunciar sino que siembran pistas falsas que las fuerzas resistentes utilizan para hacer que los nazis desconfíen de su informante. [1]

Pero “Los verdugos también mueren“, además de funcionar como una intachable fábula política, también sirve para poner de manifiesto el dominio de Lang para narrar en imágenes la película. Resulta particularmente eficaz como la secuencia del atentado y las acciones de los testigos que se van involucrando en la protección del protagonista prácticamente se repite en el final del filme, con la detención uno a uno de los mismos, su comportamiento heroico y su papel en. La fabricación de la red de sospechas que finalmente termina por inculpar al traidor.

El filme tiene un ensamblaje perfecto de diálogos inteligentes, secuencias cuidadosamente elaboradas y pequeños detalles cargados de significado, que le otorgan coherencia y unidad orgánica a su tejido tanto visual como narrativo.

Decía François Truffaut que “En Lang todo se juega y anuda en el corazón de un universo altamente moral. Ciertamente, la moral convencional no tiene aquí nada que ver con fuerzas tales como policía, ejército, altos mandos… que son mostradas desde su aspecto más bajo, decadente y sucio. La sociedad y la gente honorable son los que se encargan de mantener la esperanza»”.

Precisamente este es el tema que sustenta el tejido ideológico de Los verdugos también mueren:. la libertad del individuo frente a la injusticia, el sometimiento, la represión, pero también la unidad del pueblo frente a las adversidades comunes, la solidaridad y la toma de conciencia como arma contra la tiranía. Para Bretch este punto era decisivo: ejemplificar como una pequeña victoria puede, a la larga, hacer frente a cualquier régimen que impone su fuerza a través del terror.

Nos encontramos ante un film de tesis, ante una parábola ética acerca de la lucha por la dignidad del ser humano, del sacrificio que éste debe hacer por dar sentido a los ideales que reivindica, entre ellos la solidaridad.

[“Los verdugos también mueren” se encuentra disponible en YouTube]


[1] En la realidad histórica la inteligencia nazi vinculó falsamente a los miembros de esa resistencia con los pueblos de Lídice y Lezáky; y como venganza por el asesinato de Heydrich. Lídice fue completamente arrasada hasta los cimientos; todos los hombres y adolescentes de más de dieciséis años fueron ejecutados, y los habitantes restantes (mujeres y niños) fueron deportados y asesinados en los campos de concentración.

Por Arturo Garmendia

Arturo Garmendia nació en Coyoacán, el año de 1944. Estudió Arquitectura y Cinematografía en la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue crítico de cine en los periódicos Excélsior y Esto, así como en diversas revistas académicas y culturales en los años sesenta. Dirigió tres cortometrajes documentales: Horizonte, Chiapas (1972), Junio 10: Testimonio y reflexiones un año después (1972) y Vendedores Ambulantes (1974). Este último fue premiado en el festival de Cortometraje de Oberhausen, Alemania.