El proyecto de Raúl Fuentes Muñoz, Todo el mundo tiene a alguien menos yo, resultó
ganador para la realización de la novena opera prima del Centro
Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), cuyo resultado fue
anunciado este domingo 28 de noviembre. El jurado estuvo integrado por
Carlos Bolado, Alejandro Martín Cantú, José Felipe Coria, Yuria Goded y
Beatriz Novaro. Abajo, recuperamos un texto de Ulises Pérez Mancilla
publicado en CorreCamara.com en marzo pasado acerca de este
proyecto.
Asimismo, Azul intangible, de Eréndira Valle Padilla, fue
el ganador de la quinta opera prima documental, de acuerdo al fallo del
jurado integrado por Lucía Mariana Cajá, Carlos Alberto Mendoza aupetit
y María Inés Roqué.
*Alrededor de una ópera prima en construcción*
Por Ulises Pérez Mancilla
Todo el mundo tiene a alguien menos yo es un título amargo, tan amargo como inquietante, tan inquietante como sólo pueden ser las historias de amor. Tan inquietante como brumoso y desolador, tan literal como un trago amargo. Tan expectante como la entrega a manos llenas, tan insatisfactorio como la duda, tan improbable como la felicidad, tan apasionado y cruento como la certeza con la que Raúl Fuentes inscribe su historia dentro de un género al que muchos aspiran y pocos alcanzan no obstante su vasta filmografía: “al del amor al cine”.
En su espacio de los domingos en La Jornada, Carlos Bonfil escribía el fin de semana pasado a propósito del Festival de Guadalajara: “persiste una asombrosa fidelidad a melodramas tremendistas sobre disfunción familiar, prostitución y degradación urbana… sin inquietud de una renovación temática o estilística. El cine mexicano, cabe pensar, apuesta al inmovilismo y al reflejo nostálgico como únicas maneras de interpretar una realidad social que parece haberlo rebasado”.
Todo el mundo tiene a alguien menos yo (un auténtico alegato sobre la fragilidad con que se construyen/desconstruyen las relaciones personales) es el título de la que se convertirá (sin duda) en la ópera prima de Raúl Fuentes, egresado del CUEC que se encuentra en la agridulce etapa en la que “nada más falta el dinero para filmarla”.
Se trata de un proyecto con la fuerza suficiente para destacar y que, no obstante de estar lejos, muy lejos del diagnóstico devastador de la crítica anteriormente citada, ha quedado a medio camino en las últimas dos convocatorias de ópera prima del CUEC y una del FOPROCINE; víctima de la burocracia de este tipo de concursos donde las bases restringen todo menos los prejuicios del jurado involucrado. .
Con cerca de tres años de trabajo previos y actualmente bajo el cobijo de Roberto Fiesco como productor ejecutivo, Todo el mundo tiene a alguien menos yo es la historia de Alejandra, una mujer de treinta y tantos años que conoce a Daniela, una hermosa adolescente como de dieciséis. Se enamoran y viven un tórrido romance. El problema es que Alejandra es una persona sumamente aprensiva y fuertemente convencida de cómo deberían ser las cosas. Quiere transformar a Daniela en una especie de espejo de ella misma, pero Daniela es una adolescente curiosa y de alguna manera quiere vivir su propia vida.
¿A qué dificultades te has enfrentado para levantar tu proyecto?
El problema es que no puedes acercarte a buscar financiamiento con una persona y prometerle que va a ganar algo con tu película. El cine en México no es un negocio y eso es lo que lo mata. Tienes que ir a proponer no un negocio, sino a rogar que alguien te regale cinco millones de pesos para filmar una película que va a estar tres días en cinco cines. Es difícil convencer a la gente de hacer eso. En lo particular, me negaba a pensar que la idea de una película de lesbianas asustara a los jurados, pero creo que sí ha sucedido. A uno de los jurados de la ópera prima le aterraba la idea de que los papás de Daniela, en mi guión, no la regañaran por tener novia y no novio. Decía que por eso era un guión muy malo. Eso de me dio mucha risa. Esa es la intelectualidad progresista de México. O me dicen que por qué no castigo al personaje de Alejandra al final. O son incapaces de verla como una historia de amor sin ponerle etiquetas sexistas. O no les gusta porque no hay balazos ni muertos ni pueblitos. Pero la principal dificultad con la que me he encontrado ni siquiera ha venido del guión. La principal dificultad con la que me he enfrentado es que cuando los jurados reciben la carpeta ni siquiera la leen. Es decir, leen el guión, pero esa es únicamente una parte de la misma. Nunca he sabido de un comentario de esos jurados a propósito de las propuestas de realización de la película. No les interesa. Convierten a la ópera prima en un concurso de guión. ¿Para qué entregar carpeta entonces? Mejor que pidan un guión y ya. Han de pensar que todo se filma igual.
¿En cuánto tiempo escribiste el guión y qué lo motivo?
Jerónimo Rodríguez, el fotógrafo del proyecto, lo motivó realmente. Él fue el que me convenció de escribirlo. Ya en términos creativos, la historia es una especie de extensión de mi tesis del CUEC, pero también de todos los demás cortos que he filmado. Lo que me motivó en esta ocasión fue la forma en la que quiero filmarla. Las apuestas formales con las que me quiero comprometer. Es decir, quiero filmar según ciertas reglas que yo mismo me impuse en términos del uso del sonido, de la angulación de la cámara y del empleo del espacio. Son reglas que yo no inventé pero que están en el cine que me entusiasma y si quiero hacer una película que me entusiasme tendré que seguirlas, con mucho gusto. Respecto a que sea la misma historia hay una anécdota que me resulta sumamente divertida porque, en la segunda ocasión que rechazaron mi proyecto los jurados de ópera prima, uno de ellos argumentaba que esa historia ya no se debía filmar porque ya la había filmado como corto en la escuela. Me resulta maravilloso que alguien sea tan corto de mente, o que haya visto tan poquitas películas en su vida. En cuanto al tiempo pues, al guión no ha parado de cambiar.
¿Costo aproximado de tu película?
Hay un plan A y un plan B. El plan A es filmarla como siempre la soñé, y costaría cerca de 10 millones de pesos. El plan B es más guerrillero. Se puede filmar con la mitad, aunque serían dos películas muy distintas. No en cuanto a la calidad, más bien en términos de la concepción de la misma y por tanto de la aproximación al resultado final.
¿Cuál es tu opinión acerca de que México es un país de óperas primas?
O de óperas póstumas. El problema es que el cine en México es una misión suicida. Con las reglas vigentes no hay forma de hacer negocio con él, y la única manera de que más directores filmaran segundas y terceras películas sería que el dinero invertido en la película por lo menos se recuperara. El cine está secuestrado por los exhibidores y los distribuidores. Un director consigue con muchísimo trabajo que alguien le meta dinero a su película, pero es dinero que esa persona nunca más volverá a ver. Hacer eso una vez no es fácil, pero hacerlo dos, uff… Otra cosa es que, la verdad, la mayoría de las películas mexicanas que se estrenan son muy malas. Yo sé que una película, por mala que sea, genera empleos e industria y todo eso pero, yo creo que el cine es para hacer cine. Para crear empleos tendría que haber otros programas. Hay muchos directores que parece que más bien odian el cine. Muchos de ellos odian el sistema de Hollywood, según ellos, pero ves sus películas y parece que rogaran ser una película de Hollywood pero sin maestría alguna. O filman todo en campo contracampo. Para filmar una segunda película otra vez en campo contra campo y corte al que habla, pues mejor que ya ni filmen.
¿Crees que debería haber un fondo especial para los directores debutantes, independiente al Foprocine?
Sí, porque muchas veces el fopro se lo acaban dando a directores que tienen una larga trayectoria de bodrios, ja. Creo que la respuesta no está en que haya más fondos y programas de esos, sino en obligar a que los cines exhiban las películas. Sí, obligar, no hay de otra. Yo sé que a veces están malas, como ya dije, las mexicanas, pero muchas de las que sí exhiben también son una basura aunque sean de otro lado. O exhiben la de Polo Polo pero quitan el FICCO. También habría que obligar a que las televisoras financiaran películas sin intervenir creativamente en ellas, como pasa en países de primer mundo. Pero bueno, en este país habría que hacer otro millón de cosas más importantes que eso para mejorar nuestras vidas y tampoco se hacen.