Por Arturo Garmendia

El filme fénix

Desde el momento de su estreno Metrópolis tuvo que enfrentar cortes y ediciones por motivos tanto económicos, políticos e ideológicos. Su duración original de más de dos horas y media implicó una primea edición para dejarla en 153 minutos. Para su exhibición en Estados Unidos dos meses después de su estreno alemán se redujo a 123 minutos, debido a su supuesto mensaje comunista, más un baile erótico que fue considerado demasiado procaz; y con el ascenso de Hitler al poder, para seguir exhibiéndose quedó en 117 minutos, y finalmente el Partido Nazi la dejó en 91 minutos. Finalmente, durante la Segunda Guerra Mundial se perdieron todas las copias originales. Haciendo acopio de fragmentos localizados en cinematecas y con coleccionistas particulares en 2002 se logró una compilación de 148 minutos, hasta que el hallazgo de una copia casi completa, en Argentina permitió obtener una copia casi completa en 2010 que, con una nueva banda sonora pop, compuesta por el italiano Giorgio Moroder e interpretada, entre otros por Fred Mercury, Queen y Bonnie Tyler.

A Fritz Lang le gustaba recordar que Metrópolis nació en su viaje a América, en octubre de 1924, cuando contempló desde su barco el panorama nocturno del puerto neoyorkino: los rascacielos de la ciudad y las calles iluminadas. Al regresar la pareja, su esposa, Thea von Harbou se pondría a trabajar en el tema. Primero confeccionó un a novela, que se publicó en 1926 y a continuación juntos colaborarían para dar cima a una empresa colosal.

Maquinismo monumental

La colaboración de Thea von Harbou

Nació en Berlín, en 1888 en el seno de una familia acomodada que le dio una esmerada educación. Sorprendió, como niña prodigio que a los trece años escribía y publicaba novelas cortas y poesía. Para independizarse de su familia se convirtió en actriz y más tarde pasó a ser escritora. guionista y cineasta. Le atraía escribir sobre mitos épicos y leyendas con un tono abiertamente nacionalista. Según un crítico literario “sus novelas se hicieron patrióticas y elevaban la moral, instando a las mujeres al sacrificio y el deber, al tiempo que promovían la eterna gloria de la madre patria”.En poco tiempo se convirtió en una de las más célebres guionistas alemanas, no solo por su colaboración con Fritz Lang, sino también por escribir guiones para célebres directores como F.W. Murnau y Carl Dreyer.

A precios actuales Metrópolis costaría el equivalente a 200 millones de dólares. Además de y efectos especiales requirió 15 extras en su filmación.

Entre 1922 y 1933 fue esposa del director cinematográfico Fritz Lang, con el que colaboró y escribió muchos de los guiones de sus películas, desde Las tres luces, la serie del Doctor Mabuse, Los nibelungos e incluso M, el vampiro de Dusseldorf, por la que no recibió crédito alguno.

También se implicó en política, uniéndose a la campaña contra el párrafo 218 constitucional de Alemania, que convertiría el aborto en delito. En 1932, von Harbou se unió a Partido Nazi. y trabajó para el cine oficial del Reich, realizando más de veinte guiones entre 1934 y 1945. [1]

La suntuosidad de Metrópolis.

Metrópolis es una ciudad de rascacielos cuya arquitectura recuerda a la de las ciudades más modernas de entonces, principalmente Nueva York Entre los edificios se enmarañan las avenidas y las líneas de ferrocarril. Los edificios de la ciudad de la superficie son de una estructura majestuosa mientras que la ciudad subterránea de los trabajadores resulta más sencilla, lacónica y sombría. Entre estos dos espacios básicos existen lugares con una arquitectura propia y característica. En la ciudad superficial está la catedral, de líneas góticas, y la casa de Rottwang, un edificio antiguo, también de aires medievales.  Además en la ciudad de la superficie hay un jardín que simboliza la idílica vida para los directores de la ciudad y un barrio del pecado retratado con arquitecturas orientales, tradicionalmente asociadas a lo exótico y a lo pecaminoso. En la ciudad subterránea se distingue además una zona de lo clandestino asociada con los espacios cavernosos donde la alegoría de la salvación de los trabajadores se representa mediante la imagen de los cristianos escondidos en las catacumbas durante los tiempos de su persecución.

Contradicciones históricas e ideológicas

A fin de poner las cosas en contexto debería considerarse cuál era la situación mundial durante la década de los años veinte. La Primera Guerra Mndial había devastado al viejo continente, y si bien la poderosa Triple Entente (Gran Bretaña, Francia y Rusia), que durante el siglo XIX gobernaba imperios coloniales quería consolidar su poder, mientras la Triple Alianza deseaba expandir sus dominios. Militarización, alianzas y traiciones, proteccionismo y desconfianza mutua engendraron un creciente conflicto que devino una guerra inclemente donde 70 millones de soldados se enfrentaron en el campo de batalla, dejando arcas exhaustas, gobiernos inestables y nueve millones de muertos y más de 20 millones de heridos y mutilados. En estas condiciones ¿qué futuro podía avizorar una película de ciencia ficción? No podía llover sobre mojado, su propuesta debía ser optimista.

En todo caso, su acierto fue plantear el problema social en su esencial y justo término: en Metrópolis, la ciudad del futuro. Ahí hay dos clases sociales claramente diferenciadas y separadas: la una dueña de los medios de producción y usufructuaria de la riqueza resultante del trabajo de la otra. El maquinismo deshumanizado, la alineación resultante son mostradas explícitamente. Lo mismo que la explosión resultante del choque de clases.

La tergiversación empieza cuando los trabajadores deben organizarse clandestinamente, remontándose históricamente al siglo XVIII y formalmente a las catacumbas del cristianismo primitivo. Como sea, este nuevo problema es algo que debe atender la estructura patriarcal dominante y para ello el gobernante, Joh Fredersen, acude al apoyo de la ciencia.

La transmutación de María en un diabólico robot

El corazón al centro

Rotwang, el científico consultado (que más bien tiene facha de alquimista medieval) es instruido por Fredersen para utilizar una réplica mecánica de María, la joven que asiste y alienta a los obreros inconformes y que se ha convertido en el interés amoroso del joven Freder, hijo del magnate, con el fin de desprestigiarla y acabar con las tendencias insurgentes. La mujer robot se presenta en un cabaret para destruir su imagen virginal e incita a los obreros a la insurrección, provocando la inundación de la ciudad de los trabajadores y la destrucción de las máquinas que proporcionan la energía que mueve a la megalópolis

Todas esas acciones se concatenan y dan lugar a la confusión generalizada entre María y su robot, lo que trae consigo acciones tumultuosas como  el rescate de los hijos de los obreros de las aguas turbulentas; la persecución del robot por los obreros, para vengar la supuesta muerte de sus hijos; la búsqueda de Freder por su padre, ahora consciente de la consecuencia de sus actos; el acoso de Rotwag a María, a la que supone su creatura, de la que se ha enamorado…en suma, la pantalla registra una serie de contiendas simultáneas en las que participan multitudes, en aquellos monumentales escenarios. Todo un tour de forcé que coloca a Lang a la misma altura de Griffith.

Por si fuera poco, ahora para cada conflicto debe ofrecerse una solución., y así vamos de clímax en clímax. La muchedumbre decide linchar a María, atándola a una pira, para descubrir que es un robot quien los ha engañado: Frederson supone que su hijo, que lucha contra Rotwang en el tejado de la catedral ha caído, cuando en realidad quien perece es el villano, y el capataz obrero enfrenta a su patrón, con ánimo vengativo, para finalmente acceder a la conciliación propuesta por María, quien proclama que la mente maestra debe conciliarse con la mano operadora a través del corazón; es decir, la colaboración entre clases sociales, en lugar de la lucha de contrarios.

Tal solución provocó suspicacias, pero de ellas Fritz Lang se desentendió diciendo que la idea del corazón como mediador entre la fuerza la mano y el cerebro rector de la sociedad era falsa, y que por ello ya no le gustaba esta película. Recuerda sin embargo que al nacional socialismo y su ideología, pues postulaba la estructura económica corporativista que defendía el programa del Partido Nazi, ideología con la cual Thea von Harbou simpatizaba, contrariamente a Lang.

También dio a entender más tarde que la tesis central pertenecía a su esposa, pero que él era responsable de la misma, al menos en parte, como director de la película. En realidad, es claro que estaba mucho más interesado en los aspectos técnicos y arquitectónicos del filme que en el trasfondo político de la trama.

Pero aun en este campo no todo está perdido. En un momento en que la ciencia ficción cinematográfica presentaba utopías optimistas, la visión del futuro de Lang no podía ser más distópica. Su presentación del moderno proletariado, sujeto a monumentales máquinas de explotación (con jornadas e 10 horas diarias), recluido en viviendas indignas privadas de la luz del sol, contrastan con el estilo de vida de molicie y privilegios. Por algo gobiernos capitalistas y socialistas censuraron gran parte del metraje del filme. También aborda otro gran tema, la religión. Nos habla de fanatismos, de la necesidad de encontrar un líder en el que arroparnos y en el que justificar nuestras acciones.

Por todo ello, por su audacia, esplendor y grandiosidad Metrópolis es una obra imperecedera.


[1]  Ver https://es.wikipedia.org/wiki/Thea_von_Harbou

Por Arturo Garmendia

Arturo Garmendia nació en Coyoacán, el año de 1944. Estudió Arquitectura y Cinematografía en la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue crítico de cine en los periódicos Excélsior y Esto, así como en diversas revistas académicas y culturales en los años sesenta. Dirigió tres cortometrajes documentales: Horizonte, Chiapas (1972), Junio 10: Testimonio y reflexiones un año después (1972) y Vendedores Ambulantes (1974). Este último fue premiado en el festival de Cortometraje de Oberhausen, Alemania.