Por Arantxa Luna
Luces neón, perfume barato, sombra y labial, Angelique Litzenburger se sienta en la barra del bar, fija su mirada en la copa de su mano y mira a sus amigas bailar. En un acto suave y sensual, suena “I”ll be your woman” de Chinawoman como una breve introducción que los cineastas franceses Marle Amachoukeli, Claire Burger y Samuel Theis conceden al espectador: ¿qué pasa cuando la decadencia también significa libertad?
Escrita y dirigida por este trio, “Party Girl” (Francia, 2013) es un ejercicio de proximidad sincero, sencillo y paciente al personaje de Angelique (Angelique Litzenburger): una mujer de burdel que a sus 60 años, se encuentra en la difusa frontera entre la experiencia y la decadencia. Sin saber exactamente las implicaciones de cada una, elige lo más lógico para una mujer de su edad: retirarse, descansar y amar.
Así, entabla una relación ‘seria’ con uno de sus viejos clientes, Michel (Joseph Bour) y pone en marcha un plan de retiro que responde más a un “deber ser” que al “ser” que la acompañó durante toda su vida, ¿es posible empezar de nuevo? El panorama no es lo que esperaba y de manera vertiginosa, conduce al espectador en un proceso de búsqueda y quiebre.
Ganadora de la Cámara de Oro como Mejor Ópera Prima en el Festival de Cannes 2014, la honestidad de “Party Girl” comienza desde la decisión de usar no actores que, sin duda, son el elemento clave en la película: interpretarse a sí mismo y lograr un desempeño autentico, es un logro destacable en una opera prima.
Basada en la vida de la propia Litzenburger, “Party Girl” echa un vistazo a las formas de convivencia en una Francia contemporánea que todavía mantiene una relación tensa entre el conservadurismo y la individualidad; gracias a esto, la película logra alejarse de los discursos moralistas que se cree, deben estar integrados cuando se tocan temáticas como la prostitución o cualquier dinámica que se cree, puede ser transgresora.
Amachoukeli, Burger y Theis construyen un filme que a través de las debilidades y fortalezas de la protagonista, exhiben su capacidad cinematográfico que coquetea con el documental con primeros planos que si bien imprimen su estilo, por momentos, saturan, restan fuerza y sentido en una labor casi obsesiva por demostrar que la manufactura de la película está lejos de la ficción.
Sí, la técnica pulcra con la que está construida esta ópera prima se debe agradecer pero, en su conjunto, combina de manera acertada los factores anímicos y psicológicos de sus personajes: lo que sobresale es la gestualidad, la expresión corporal que los actores supieron imprimir: una Angelique casi estrambótica con su maquillaje, su ropa y sus peinados, decidida, constante pero también frágil con una familia que aprendió a vivir con la disfuncionalidad.
“Party Girl”podría ser una película de tantas que hace un repaso por lo que conlleva la vejez, la soledad, la unión familiar e incluso, el deterioro físico porque Angelique ya no es la chica guapa que se sube a la barra a bailar… Y en este torbellino de aristas, ella descubrirá el peso de sus decisiones, de que quizá hay vicios de vida que no se pueden borrar con un “deber ser” y que además, la soledad es lo único que tendrá una party girl.