Por Pedro Paunero

Después que “Porky´s” (1981), dirigida por Bob Clark, marcara la pauta, la “Comedia sexual adolescente” (1), viró desde la visión femenina melodramática que  la película “Adorables revoltosas” (aka. Faldas revoltosas, Little Darlings, Ronald F. Maxwell,  1980) (2) pionera de este subgénero iniciara, hacia la sexualidad más descarada, enfocada hacia un público eminente, y evidentemente, masculino. Ya he tratado, de manera más profunda, en su marco espacio temporal, la historia de cómo Hollywood inventó la juventud (3), influyendo a nivel global (la Generación X sería la primera “generación” planetaria, cuyos rasgos serían compartidos debido a la influencia dictada desde la cultura pop americana, teniendo al cine como puesto de avanzada), con una serie de comportamientos vendidos como dignos de ser imitados. Se era joven, pues, por primera vez, en reconocimiento al otro en vestimenta, diversiones y, sobre todo, gustos por aquello que, la pantalla grande, emitía como deseable.

            En paralelo a la desvergonzada “Comedia sexual adolescente”, el Cine juvenil alcanzó, en la misma década (los fabulosos ‘80s, los años más importantes para el cine adolescente, después de los lustrosos ‘50s, con su cine atómico), la cima con el clásico de culto “El club de los cinco” (The Breakfast Club, 1984) de John Hughes, a la vez que explotaba, el mismo año que “El club” de Hughes nos presentaba un encontronazo entre clases sociales, y tribus juveniles, una adolescencia desprotegida, más cruda y, por ende, menos reconocida, con el relevante “teensploitation” “Angel” (4), con Donna Wilkes en el papel de una chica que reparte su tiempo entre la escuela, durante el día, y la prostitución callejera, por las noches.

            “Joysticks” (1983), dirigida por Greydon Clark, es un resultado obvio, un producto natural, emanado de “Porky´s”, que sólo podía desembocar, al borde del Tercer Milenio, con “American Pie” (1999), dirigida por los hermanos Paul y Chris Weitz, más sofisticada -si tal término cabe en el subgénero- pero no menos divertida y, por supuesto, no menos descarada. Greydon Clark, director de esta comedia sexual que mezcla videojuegos, soft porn y un guion por momentos confuso, pero siempre rayano en el sexploitation, había actuado como motociclista violento y asesino, integrante de la banda “Satans”, en “Satan’s Sadists” (1969), la primera película de la productora basura creada por Al Adamson, de cuyo trágico final ya me he ocupado (5).

            “Joysticks” cuenta la historia de una “Arcade”, una de las tantas salas de videojuegos que proliferaron por aquellos años, bajo cuyo nombre genérico se designaba tanto a esa serie de locales para tal efecto, como a los videojuegos diseñados para las consolas que los abarrotaban. Un emblema de la década “que terminó demasiado pronto”, tan significativo como las cabinas telefónicas rojas londinenses. La arcade le pertenece a Jefferson -Jeff- Bailey (Scott McGinnis), ex campeón de Pac Man (tenía que ser), que ha visto ensombrecida su carrera desde que el rostro del padre de Sandy (Erin Halligan), su novia, reflejado en la pantalla de una de las consolas, apareciera sorprendiéndolos teniendo sexo en el local. Desde entonces, su gran amigo, Jonathan Andrew McDorfus (Jim Greenleaf), alias Dorfus, obeso, poco amigo de la higiene, comelón y, encima de todo, aficionado a expulsar gases cada dos por tres, le ha quitado el puesto de buena gana, siempre acompañado por el nerd Eugene Groebe (Leif Green), que le echa la mano con el local, y de quien se aprovechan sexualmente el par de frescas Lola (Kym Malin, ganadora del premio Playboy Playmate of the Month, por cierto) y Alva (Kim G. Michel), también asiduas al lugar, y que gustan de enseñar los pechos cuando menos se lo piensa uno.

            Entre la fauna de la arcade destaca King Vidiot (Jonathan Gries), un punk antipático, siempre acompañado por un séquito de chicas punkis sonrientes y entregadas a repetir sumisamente las estupideces de su “rey” quien, una vez que el empresario Joseph Rutter (interpretado por el grácil Joe Don Baker), vea amenazados sus intereses, pugnando por cerrar el local, no tendrá empacho en ponerse de su lado para enfrentarse a Jeff en un duelo de Satan’s Hollow y Super Pac Man -si Vidiot gana, Jeff pierde el arcade-, cuyos permisos para ser usados en la película, la compañía Midway Games otorgó ni tarda ni perezosa.

            Las situaciones escatológicas abundan (los joysticks bien pueden ser símbolos fálicos, a pesar de su impracticidad en el duelo, al crecer desproporcionadamente), incluso alguna escena sugerida de pederastia -aparte de los gases de Dorfus están la esposa ninfómana de Rutter, la desnudez de Lola, Alva y otras jóvenes o la secuencia de descripción del arcade, sugestionado en la imaginación del jurado por la agresiva campaña de Rutter (que, realmente, como espectadores, no nos tomamos en serio) que lo califica como antro de depravaciones, que presenta a Patsy (Corinne Bohrer), su hija rebelde, fiel cliente del local, como a una joven de dieciséis años que pide ávidamente por sexo, mientras un par de mujeres luchan en lodo-, pero también la deslavada escena del enfrentamiento de los traumas personales -Jeff, durante el duelo con Vidiot, debe superar el recuerdo del padre de su novia, y el que esta se haya alejado de su vida-, en una trama manida que, no obstante, no pierde el interés al presentarse como una sucesión de tonterías, y absurdos, cuyo fin no es sino la diversión.

            Los inútiles sobrinos de Rutter, Arnie (John Diehl) y Max (John Voldstad), añaden el toque sangrón al filme, cuya parte cómica más bien le corresponde a Leif Green, cuyo papel como nerd -por momentos enternecedor- salva de caer en la vulgaridad, en comparación con el resto de personajes y hechos de la película. “Joystick” no pretende ser una cinta que reflexione sobre la era de las Arcades -o la adicción al videojuego, que explicaría el poco tiempo para el baño de Dorfus, y el que el sito se vea frecuentado por chicas en bata de dormir, que se escapan a medianoche para jugar- pero, a pesar de esto, termina por conectar con la nostalgia, sin pretenderlo, en una suerte de arqueología cinematográfica (la figura de un Pac Man gigante, que sirve de transición entre una escena y otra es, a un tiempo, kitsch y entrañable), a diferencia de la desastrosa serie “Blockbuster” (2022) (6), cuyo fin era ese, precisamente, y fracasa estrepitosamente en el intento.

            Hago una observación final, que subraya no sólo la intención de la película, sino su carácter sexualmente lúdico: en el póster ilustrado a mano, en el cual aparecen dos chicas, una vistiendo shorts de mezclilla y zapatos tenis, a la izquierda, y otra en bikini y descalza, a la derecha, inclinadas sobre una consola de en medio de la cual emerge la cara sonriente de Dorfus, abajo, y cuyo título, en la parte superior anuncia la cinta, se puede leer, como una sombra de este, la palabra “Sucks”.

Más descaro, no se puede.    

            Notas:

  • “La comedia sexual adolescente, un viaje a sus orígenes” por Pedro Paunero.
  • “«Adorables revoltosas»: la comedia sexual adolescente adquiere rostro de mujer” por Pedro Paunero.
  • “De cómo Hollywood inventó a la juventud” por Pedro Paunero.
  • “Donna Wilkes, princesa del «Teensploitation» en «Angel»” por Pedro Paunero.
  • El trágico final de Al Adamson, director de Serie Z y la muerte en el celuloide” por Pedro Paunero.
  • “Crítica Netflix: «Blockbuster»: El VHS sin nostalgia” por Pedro Paunero.

Para saber más:

“Rebeldes del espacio y otras oscuras metáforas de la juventud en el cine (I)” por Pedro Paunero.

https://www.correcamara.com.mx/rebeldes-del-espacio-y-otras-oscuras-metaforas-de-la-juventud-en-el-cine-i

“Rebeldes del espacio y otras oscuras metáforas de la juventud en el cine (II)”

https://www.correcamara.com.mx/rebeldes-del-espacio-y-otras-oscuras-metaforas-de-la-juventud-en-el-cine-ii

“Día de Muertos: Boris Karloff en Motocicleta, y otras truculencias del Cine de Terror Adolescente” por Pedro Paunero.

Por Pedro Paunero

Pedro Paunero. Tuxpan, Veracruz, 1973. Cuentista, novelista, ensayista y crítico de cine. Pionero del Steampunk y Weird West. Colabora con diversos medios nacionales e internacionales. Votante extranjero de los Golden Globe Awards desde 2022.